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07/08/2013

FONQUERLE Fernand (Hermano) - Francia

Sauvian (Francia), 1 de diciembre de 1929 ~ Bétharram, 16 de octubre de 2012

Hno  Fernand Fonquerle

El Hno. Fernand Fonquerle nos ha reunido, a nosotros, los religiosos de Betharram y a todos sus amigos. Nos ha reunido en este santuario de Nuestra Señora donde vino muchas veces a tocar el órgano para ayudar a rezar a los fieles. De hecho, el canto y la música en general eran su campo, así como el amor a la liturgia, a veces incluso más allá de algunas rúbricas; eso se explica, seguramente, por su estadía de algunos años entre los monjes benedictinos. Este amor a la liturgia, el hno. Fernand lo puso al servicio de las comunidades cristianas cercanas a Betharram y especialmente la parroquia de Montaut donde dirigió mucho tiempo la coral y donde iba con mucho gusto, la mayor parte de las veces, a pie.
Otras parroquias también lo llamaban para la catequesis, para grupos de oración o de tercera edad (pensamos en las parroquias de Bordes, Lestelle u, otra vez, de Montaut). Desplegaba allí sus talentos y rendía preciosos servicios.
Crecía en la fe, alimentada por la espiritualidad de San Miguel Garicoits, dentro de su comunidad religiosa, por mucho tiempo, en Betharram, pero también en Sarrance y en Pau. Pero también estaba en relación con otros centros de oración y de peregrinación, como Paray-le-Monial; por ejemplo, cada año, para la fiesta del Sagrado Corazón, nos conseguía el folleto que hacía que le enviaran especialmente desde allá.
Religioso-Hermano vivió entre nosotros, con sus debilidades y riquezas, como cada uno de nosotros. En estos últimos tiempos, el sufrimiento físico y moral lo afectó por muchos meses; a pesar de lo cual, muy a menudo una sonrisa iluminaba su rostro y esa sonrisa impresionaba a todos los que se le acercaban.
Falleció brutalmente, después de algunas horas de internación, nada más. Era nuestro hermano. Y lo recordamos fraternalmente en nuestras oraciones.

Firmin Bourguinat, scj

 

Tuve la suerte de tener, con el hno. Fernand una relación muy fraterna. Pude descubrir a un hombre angustiado, con miedos y heridas; A pesar de todas sus fragilidades, sabía manifestar atenciones fraternas, compartir su alegría de vivir con el Señor, de alabarlo con el canto y la música. Amaba la liturgia de las horas y las lindas celebraciones. El hno. Fernand estaba marcado por su experiencia de vida monástica antes de entrar en nuestra familia religiosa.
Tal vez los que vivieron cercad el hno. Fernando hayan tocado con mano como el Señor llama a seguirlo desde el interior de nuestras mismas fragilidades. “¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿la necesidad, la angustia ?... No, porque en todo esto somos los grandes vencedores gracias a aquel que nos ha amado” (Rom 8,33.35). Dios ama a cada hombre como es. A veces los conduce y lo sostiene en lo interior de sus mismas inconsistencias, dudas o fallas. “Vengan a mí, todos los que soportan el peso de fardos pesados y los aliviaré”, nos dice Jesús en el Evangelio que hemos elegido. Dios eligió el camino de la fragilidad para manifestar su inmenso amor a los hombres. Jesús asumió totalmente la condición humana hasta el sufrimiento vergonzoso, hasta la muerte.
La vida religiosa no es un camino de realización por medio de lo que es fuerte, brillante, poderoso, rico. La vida religiosa es esa respuesta humilde al llamado de Dios a dejar todo por el Reino. Una respuesta que compromete a toda la persona con sus fragilidades, una respuesta que exige buscar una coherencia de vida, una conversión continuamente retomada, un don total de la propia vida para seguir a Cristo pobre, casto y obediente. El hno. Fernand vivió esta experiencia y descubre ahora la paz interior que buscó siempre, en toda su vida.
La vida religiosa pide un ofrecimiento de la propia vida al Señor. Y el lugar de la alabanza, de la oración es esencial para crecer en esa intimidad profunda con el Maestro Interior, con Cristo. “Padre, Señor del cielo y de la tierra, yo te alabo: lo que escondiste a los sabios e inteligentes lo has revelado a los más pequeños”. El hno. Fernand trató seguramente de ofrecer su vida como oración continua de alabanza y de intercesión, haciéndose disponible igualmente para acompañar con el órgano y el canto las celebraciones del Santuario, si olvidar las de Lestelle y de Montaut.
“Nada podrá separarnos del amor de Dios que está en Jesucristo Nuestro Señor”, nos dice San Pablo. ¡Qué esperanza para nosotros, esta noche! ¡qué esperanza al saber que todas las vidas tienen valor a los ojos de Dios! ¡Qué esperanza al saber que la amistad con Dios no puede desaparecer frente a la muerte! El amor de Dios es más fuerte de cualquier cosa, más fuerte que nuestras fragilidades. El amor de Dios venció la muerte. Q é reconfortante para todos los que tratamos de conformar nuestras vidas a la de Cristo, sea cual fuera nuestra vocación.
Dios Padre, fuente de Vida y de Amor, te damos gracias por la vida del hno. Fernand. Nos diste a tu Hijo; él nos enseña a confiar porque es en la grande debilidad que él nos da la fuerza para caminar, para levantarnos, para creer siempre que la vida es más fuerte que la muerte. Te presentamos a nuestro hermano Fernand para que lo recibas en tu paz, en tu luz, para siempre. Amén.

Jean-Dominique Delgue, scj

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