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Gustavo 01
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25/05/2021

MOTTA Massimo (Padre)

Monza, 2 de julio de 1957 - Roma, 13 de abril de 2021 (Italia)

P. Massimo Motta scj

«La frase más repetida, en estos días de duelo, escrita y retomada en las redes sociales, fue: “Gracias, Señor, por el don de Massimo”.

Ahora estamos aquí también nosotros, Señor, para agradecerte por el don de la vida de Massimo.

Desde un punto de vista simplemente humano, se nos ocurre decirte, Señor, que fuiste muy severo con Massimo. Por su poliomielitis, que lo obligó a caminar con dificultad, utilizando prótesis, muletas y moviéndose en silla de ruedas. Fue difícil, para él, seguir el ritmo de vida de los otros, en la comunidad.

Pero sabemos por experiencia que Tu sabes hacer de cada uno de nosotros un don de Tu Amor para muchas personas. Sabes regalar a todos capacidades insospechadas, si nos ponemos a tu escucha, a escuchar Tus Palabras.

Así se forjó Massimo, frágil y duro al mismo tiempo, nunca se rindió frente a su problema físico. No pudo escalar montañas pero, aún así, emprendió una escalada hacia lo Alto, hacia el Señor, con su obstinación característica.

Muchos de los presentes, recordamos su cara redonda que se asomaba al vidrio de la portería del hospital de Carate (donde trabajaba) y se ensanchaba en una sonrisa acogedora, dando todas las informaciones necesarias.

Era el rostro de un joven que, ya desde entonces, trataba de entrar en el alma de las personas, probablemente fascinado por Aquél que “escudriña los corazones” de los hombres y al que empezaba a conocer mejor.

Massimo escribirá, más tarde, en la estampita de su ordenación: “Enséñame, Señor, en el silencio de tu presencia, a leer los signos de la historia y a “zarandear” la semilla que pusiste en mí en aquel que se me acerca, así como María, Tu Madre, que la sembró más allá de la experiencia de la cruz de Tu Hijo”.

Ya maduro, comenzó a seguir de cerca a ese Maestro del que “leía la Presencia en el silencio”, en un primer momento en el seminario San Pedro, de Seveso y después en la comunidad de formación de los Padres betharramitas en Sala Baganza, en Emilia y en Albavilla.

A los 43 años, en la alborada del nuevo milenio, escribía, en el día de su ordenación sacerdotal: “Toma, Señor, la semilla que pusiste en mí. Fortalécela con el don de tu Espíritu para que suscite el coraje de la fe. Arrójala donde quieras. Deposítala en el corazón de aquel que sufre y está lejos de ti”.

El Señor arrojó la semilla de su Palabra, sembrada, brotada y macerada en él, en los corazones de las personas de Montemurlo en Toscana, de Santa Rosa en Roma y, después, por casi 20 años en la Casa Familia para enfermos de HIV de Monteporzio Catone, en los Castillos Romanos.

Fue en esos años, vividos cerca de Roma, que conoció y encaró activamente el “Camino de las 10 Palabras”, una forma original de catequesis, difundida ahora en toda Italia, para ayudar a las personas a leer de vuelta los mandamientos como mensajes para realizar plenamente la propia vida, y no sólo como reglas para observar.

El P. Massimo descubrió allí el núcleo profundo de la propia vida sacerdotal: anunciar a todos las Palabras que lo fascinaron... meditar, anunciar, comentar, explicar las 10 Palabras que hemos escuchado hoy en las lecturas elegidas para sus exequias y que ayudan a descubrir el sentido de la vida.

El P. Massimo, especialmente en este terrible último año de pandemia, supo juntar el tema elegido por la nuestra y su Congregación: “Salir de sí para ir al encuentro y llevar a los otros la alegría de vivir” con el esfuerzo y la urgencia del anuncio de las 10 palabras, promulgadas en el Sinaí y hechas nuevas y vivas por Jesús.

Ser “Iglesia en salida”, tan querida por el Papa Francisco, podría parecer una broma del destino, para Massimo, amarrado a su silla de ruedas y para cada uno de nosotros, encerrados en nuestras casas. Pero, para él, siempre determinado y creativo, fue la ocasión para seguir entrando con todos los medios disponibles: Internet, teléfono, WhatSapp, celebraciones en streaming; en las casas de los amigos, para anunciarles la Palabra, para consolar, dirigir espiritualmente y animar a todos.

Este era su ministerio específico.

Ahora, la semilla de la Palabra, depositado en su corazón sigue brotando y dando fruto en el corazón de tantas personas que lo conocieron.

En el encabezado de la estampa de su ordenación, había citado estas palabras del Salmo 84: “¡Felices los que encuentran en ti su fuerza, al emprender la peregrinación! Al pasar por el valle árido lo convierten en oasis”.

Gracias, gracias Señor por habernos dado a Massimo. En nuestro valle de lágrimas, hizo brotar una fuente de agua cristalina.

(Homilía pronunciada durante las exéquias del P. Massimo)

P. Piero Trameri scj
Vicario Regional

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