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16/06/2015

MAZEROLLES Joseph (Padre) - Francia

Caubios-Loos (cerca de Pau, Francia), 3 de junio de 1922 - Bétharram, 17 de julio de 2014

P. Joseph Mazerolles scj

Al enterarme del fallecimiento del P. Mazerolles Joseph, algunos recuerdos me vinieron a la memoria. Joseph es un hombre jovial, acogedor. Cuando nos encontrábamos, le gustaba saludarme en vasco. Nunca viví en comunidad con él. En estos últimos años, vivió lo que podríamos llamar el misterio de la vida. En ese sentido, el texto del Evangelio que resuena en mí, delante de toda la vida de Joseph es justamente ese pasaje de San Juan: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, permanece solo; pero si muere da mucho fruto” (Jn 12,24).

¿No es ese el sentido de nuestra vida bautismal, a mayor razón, de nuestra vida religiosa y sacerdotal? Hay que entregarse al amor de Dios; hay que entregarse cuerpo y alma a atender a los hombres; hay que entregarse totalmente a la misión de la Iglesia que es anunciar, como nos lo recuerda San Pablo en la primera lectura: “Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras y fue sepultado; resucitó al tercer día, según las Escrituras” (I Cor 15,3-4).

El ministerio de Joseph fue esencialmente un ministerio parroquial, ministerio de escucha, ministerio de acompañamiento, ministerio de anuncio de la Buena Noticia. Un pastor vive en medio de su rebaño con atención, discreción, a veces coraje. A menudo, el trabajo del pastor no es evidente a la luz del día porque se preocupa de sostener, de animar a las personas fragilizadas, enfermas. Sí, el ministerio del pastor es como ese grano de trigo que cae en tierra. No se ve cuando el grano está germinando y, sin embargo, una fuerza de vida brota para dar frutos. Ese fruto pertenece a Dios. Tal vez en esta asamblea, muchos se han beneficiado, en algún momento de su vida, del ministerio y de la presencia de Joseph en diversas parroquias en las que ejerció su ministerio sacerdotal.

Estos últimos años, Joseph ciertamente entregó todo su ser a ese misterio de la vida para dejarse guiar por el Maestro Interior que no deja huérfano al enfermo, al pequeño, al que sufre. Más que nunca, Joseph vivió este misterio del grano de trigo que cae en tierra, en el silencio de la tierra, para dar fruto, gracias al entorno de sus hermanos religiosos y gracias a la delicadeza de todo el personal de la Casa de Reposo de Betharram. ¿Cuál será el fruto? Eso pertenece a Dios. Tal vez sea bueno recordar que toda vida humana tiene precio a los ojos de Dios, tiene sentido a los ojos de Dios, aunque no entendamos todo.

Por eso, con confianza y esperanza, en esta Eucaristía, nos atrevemos a dar gracias a Dios por toda la vida de Joseph. Dar gracias a Dios por todos los frutos que Joseph hizo madurar. Dar gracias por todo el amor a la Iglesia que Joseph trató de transmitir como servidor del Evangelio. Dar gracias a Dios porque todo viene de él, todo es de él y todo es para él.

Recemos para que Joseph contemple, finalmente, a Aquel que buscó, que anunció, celebró y sirvió diciendo, día tras día, como San Miguel Garicoits: “Aquí estoy, por amor”.

Jean-Dominique DELGUE scj
Homilía para el funeral del P. Joseph Mazerolles, 
Betharram, 19 de julio de 2014

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