FRANCHI Giuseppe (Padre)

El pasado 13 de agosto, el Vicariato de Italia, vivió la entrada al Betharram del cielo del P. Giuseppe Franchi scj con la celebración de las exequias, presididas por el Obispo de San Miniato, Mons Andrea Migliavacca, rodeado de veinte sacerdotes de la diócesis, del Vicario y de hermanos de la comunidad de Toscana. Fue significativa la participación de un grupo representativo de los fieles de las parroquias de San Miniato Basso, de Fognano y Bagnolo, agradecidos por el trabajo pastoral desarrollado con entrega y humildad por más de veinticinco años por el P. Giuseppe en la Toscana.

El “P. Beppe” (nombre confidencial de amigos y hermanos) en la primera parte de su vida sacerdotal, fue un apasionado educador de jóvenes en el colegio Sagrado Corazón de Cólico. Profesor de literatura, aparentemente exigente, pero atento a los que necesitaban más ayuda, organizador meticuloso de “su” biblioteca a la cual todos podían consultar con tal de que respetaran las reglas y el silencio, animador del tiempo libre y árbitro inflexible de los partidos de pelota, esperaba los domingos para correr con su pequeño Fiat 500, a la parroquia de Cosio Valtellino para saborear las celebraciones litúrgicas con el pueblo de Dios y disfrutar de la amistad simple y sincera de personas semejantes a él.

A los cincuenta años exactos, pidió y aceptó un cambio radical de vida. Siguiendo el camino de un hermano amigo, dejó su Lombardia, el ambiente y las personas queridas con la que vivía, para responder al “segundo llamado”: emprender una intensa vida pastoral en Montemurlo, una parroquia muy poblada de la Toscana. Todavía recuerdo bien el viaje realizado con su pequeño vehículo, cargando sólo lo estrictamente necesario, como la de un peregrino que parte con algunos miedos, pero con una segura confianza en Aquel que sabe e indica el camino. Un almuerzo fraterno en el puesto de comida, sazonado con recuerdos comunes, proyectos, y sueños. Después una vida nueva, no sólo en Montemurlo, sino también en Fognano la pequeña parroquia cercana, donde la sensibilidad del educador intuyó inmediatamente la necesidad de un lugar de encuentro para los jóvenes y en seguida comenzó a realizar, con un grupo de voluntarios, el campo de juegos que consideraba una pequeña obra maestra. Como párroco de Bagnolo se preocupó de adecuar las salas de aulas para la catequesis y las actividades de jóvenes.

Sus últimos 10 años de vida, en la comunidad de Ponte a Elsa, sin responsabilidades particulares, los quiso dedicar al servicio del Obispo y de la Diócesis en todas partes donde lo necesitaran, encarnando el sueño de San Miguel, que pensaba en un “campamento volante” de sacerdotes al servicio de los Obispos.

Recordémoslo como educador apasionado de jóvenes, como pastor bueno, al servicio del Evangelio, como colaborador precioso y humilde al servicio de la Iglesia y de las personas a él confiadas, como confesor el y hombre de comunidad y de vida fraterna. Lo recordamos por la amistad cordial que reservó a muchos de nosotros.