BIANCHI Angelo (Padre)

El Señor, cuando nos da la vida, nos da a cada uno una misión para cumplir en la Iglesia y en el mundo. Cada uno de nosotros es un don para nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros hermanos, y para todos los con quienes nos encontramos.

Cuando alguien nos deja, creo que es importante, celebrando el sufragio, interrogarnos, procurar y después recordar el mensaje que nos ha dejado con su vida y agradecer a Dios (eucaristía).

El P. Angelo fue llamado a consagrar su vida al Señor en la familia de los Padres del Sagrado Corazón de Betharram y en el ministerio sacerdotal. Fue ordenado presbítero en Milán en 1962, después de haber hecho sus estudios de teología en Albiate.

San Miguel Garicoits, fundador de los religiosos de Betharram, pidió a sus hijos que vivieran un estilo de vida centrado en las virtudes del Sagrado Corazón:

• disponibilidad y obediencia absoluta
• sencillez de vida
• mansedumbre inalterable.

Y bien, el P. Angelo trató de vivir este estilo de vida y creo que podemos asegurar todos que lo logró muy bien.

Este es el mensaje que nos deja.

a) Obedeció prontamente cuando, joven sacerdote, se le pidió que frecuentara estudios universitarios, primeramente en Lissone y después en la Estatal de Roma, donde logró el doctorado en matemática en 1968. En seguida se hizo disponible, y con entusiasmo, cuando le pidieron que pusiera en práctica los estudios que había hecho en el nuevo liceo cientifico de Bormio, donde enseñó por 21 años, asumiendo también los cargos de ecónomo, director y responsable de la comunidad.

b) Al culminar la experiencia de Bormio, continuó durante otros diez años más enseñando matemáticas y física en el Colegio Sagrado Corazón de Cólico.

A los 60 años, el P. Angelo estuvo disponible para un cambio radical en su vida y se dedicó, con renovado entusiasmo a la pastoral parroquial, en la Diócesis de Parma: primero como párroco en San Vitale Baganza; después en Parma, como colaborador en la parroquia de San Andrea en Antognano y, finalmente, en Langhirano.

c) En relación a la sencillez de vida del P. Angelo creo que no hace falta comentar, para quien lo conoció. Laureado en matemática, vivió en la máxima sencillez... una sencillez casi exagerada, sorprendente. Muchos entre ustedes, lo recordaban en estos días y usaban la misma expresión para caracterizarlo: “una persona simple”. Un gran valor y un lindo testimonio para nuestro tiempo.

d) Para el último rasgo del Corazón de Jesús, contemplado por San Miguel y vivido por el P. Angelo – la inalterable mansedumbre – permítanme un recuerdo personal: en el colegio con él, en Cólico, me preguntaba a menudo como haría para seguir enseñando con “inalterable mansedumbre” a jóvenes no fáciles, hiperactivos y a veces, provocadores. Sacaba esa fuerza, con certeza, de una fuente misteriosa que enseñó a muchos, en el secreto de la confesión. Creo que se puede decir que el P. Angelo vivió la misión que le confió el Señor al estilo y con las virtudes del Corazón de Jesús, dejándonos un testimonio inolvidable de una vida hecha de dedicación apostólica y vivida en la sencilles y la mansedumbre.

Por eso agradecemos al Señor que nos lo dio y comprometámonos a seguir su ejemplo.

Piero Trameri scj
Vicario Regional en Italia