DOMECQ Joseph (Padre)

El libro de la Sabiduría subrayaba un punto esencial de nuestra fe: la muerte, un paso necesario para encontrar la verdadera paz, la felicidad perfecta, la vida eterna.

Joseph quedó debilitado por la enfermedad, estos últimos años; su salud quedó afectada hasta el punto de tener que utilizar un bastón que hubiera dejado con gusto. Luchó durante largos meses para conservar su apariencia de hombre fuerte, pero la enfermedad lo consumía cada día más y el corazón ya no lograba darle la energía necesaria para alimentar su voluntad y su vitalidad de la que dio muchas pruebas durante su vida. [...] No le fue fácil aceptar su fragilidad y su vulnerabilidad. Sin embargo, este mismo despojo le fue necesario para aceptar dejarse llevar y aceptar los límites de nuestra humanidad que es el destino de todos. [...] El Señor le dio la gracia de hacer esta experiencia difícil pero, a pesar de todo, breve, del “hombre exterior que se deteriora al mismo tiempo que el hombre interior que se va fortaleciendo cada día”, como dice San Pablo.

Si el libro de la Sabiduría viene a aclarar esta hora difícil de la muerte, el Evangelio destaca los frutos que Jo Domecq produjo en su vida de religioso sacerdote betharramita. Tenía muchas cualidades pero también defectos, como usted y yo; tenía sus límites, sus resistencias, sus encierros, como todos nosotros. Pudo haber sufrido a causa de sus hermanos; también él puede haber herido a algunos. Todo eso está en las manos de Dios, manos misericordiosas capaces de hacer efectiva la reconciliación que no hubiera llegado a ser completa a nivel humano.

Nuestro hermano supo desplegar los dones y capacidades personales que no le faltaban porque el Señor se los había concedido ampliamente. Como religioso de Betharram fue, está claro, el Corazón de Jesús su fuente de amor. Porque apegado a este Corazón de amor, como el sarmiento está unido a la cepa, pudo repartir ese amor a su alrededor. Son numerosos los que beneficiaron de la compasión, de la bon- dad, de la indulgencia y de la misericordia de Dios gracias a su proximidad humana y a su ministerio presbiteral. Supo prolongar el impulso del Verbo Encarnado, que vino al mundo no para juzgar, sino para salvar, llevando consuelo, alivio y ánimo a los heridos de la vida y a los que son particularmente probados. Muchos de ustedes nos han hablado de su proximidad de hombre y de religioso gracias a la cual pudieron atravesar momentos difíciles. Tenía una empatía destacable con los que sufrían y los que eran probados, que les permitía superarar los obstáculos inherentes a la vida humana.

Como Jesús se había impregnado del corazón amante de su madre, María, Jo estuvo muy cerca de María aquí, en Betharram, en este santuario durante 8 años y en Sarrance durante 12 años. 20 años al servicio de un santuario mariano de los Pirineos, no puede dejar de moldear una humanidad, aunque tenga algunas asperezas algo arrugadas. En este santuario, rejuvenecido gracias al sentido de la belleza que Jo tenía y al equipo de colaboradores y voluntarios que lo sostuvieron, nos toca a nosotros pedir por nuestras comunidades, nuestras familias, nuestros movimientos, nuestras parroquias, nuestros barrios la gracia de la ternura, de la misericordia y de la compasión; la gracia de ser más activos para compartir, para la paz, la serenidad y la solidaridad.

No podemos olvidar que nuestro hermano dedicó los primeros 25 años de su ministerio a los jóvenes; en primer lugar al hogar vocacional S. Miguel Garicoits del cual yo soy un fruto; como capellán, docente y ecónomo del Colegio de Betharram; después en Pau, como capellán de institutos públicos, del movimiento MEJ, de la pastoral juvenil del Béarn, por medio de fines de semana, campamentos de  verano y escaladas de montaña. Después del Sínodo de los Jóvenes, es bueno que recordemos cómo ese ministerio que tanto quería, necesita ser continuado en la Iglesia y en la Congregación a pesar de un contexto menos agradable y más árido. La montaña fue, para él, una escuela de formación muy útil para los jóvenes y para los adultos para tener la experiencia del sacrificio y del esfuerzo, superando el cansancio.

Para Jo, ahora es el momento de la cosecha y de la vendimia. Con la discreción que le conocemos, no va a hacer largos discursos al Dueño de la viña, cuando lo encuentre. La humildad es la mejor manera de beneficiar de la misericordia de Dios, capaz de perdonar todas nuestras faltas humanas. Podrá contar, particularmente, con dos maestros que lo inspiraron: aquí en Betharram, S. Miguel y en Pau, Sta. María de Jesús Crucificado.

Tu corazón no te respondió hasta el final; te hizo sufrir, te cansó y te entristeció, pero con satisfacción pudiste decir este 26 de noviembre por la mañana, las palabras de nuestro fundador: “Viejo corazón, deja el lugar al Corazón de Jesús. Desaparece para siempre, viejo corazón. Toma su lugar, oh Corazón de Jesús. Dame la gracia de amarte”.