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23/09/2021

ZAPPA Mario (Padre)

Triuggio, 10 de Abril de 1940 (Italia) – Bouar, 14 de Junio de 2021 (República Centroafricana)

P. Mario Zappa scj

Este texto no quiere ser un recuerdo que con el tiempo se desdibuja. No, el P. Mario es una presencia continua, está siempre con nosotros.

El P. Mario era un verdadero hombre de Dios porque, antes que nada, era un hombre de oración. Cuando iba a Bouar si no lo encontraba en su cuarto iba en seguida a la capilla. Y él estaba siempre allí, delante del Señor. De verdad, tenía una gran fe.

Al P. Mario le gustaba leer y estudiar. Tenía siempre un libro o una revista en sus manos, Su mayor preocupación era la de recibir sus queridas revistas filosóficas, la Civiltà Cattolica que leía desde la primera hasta a última línea. Durante muchos años, enseñó en los seminarios diocesanos y en los Colegios de las Hermanas. Amaba este trabajo que, para él, era una verdadera misión. Ni bien terminaba los exámenes de junio, ya empezaba a preparar los cursos para el año siguiente. Tenía siempre algo nuevo para transmitir a sus alumnos, aunque se tratara de un curso que daba desde hacía 15 años. Además, en la diócesis de Bouar era muy apreciado como confesor y predicador de ejercicios espirituales.

El P. Mario amaba Betharram, nuestra familia religiosa. Seguramente fue uno de los religiosos que mejor conocía a San Miguel Garicoits y la historia de la Congregación a la que sirvió siempre lo mejor que pudo asumiendo funciones muy importantes en ella. Por muchos años fue responsable de la formación de muchos betharramitas italianos. Estoy seguro de que algunos van a estar aquí, esta tarde con tantos recuerdos y para decirle un Gracias grande. Cuando queríamos conocer alguna anécdota, alguna curiosidad, él nos daba siempre la respuesta correcta, agregando, a veces un comentario interesante.

El P. Mario vivió hasta en final su voto de obediencia. Cuando, en 1994, le hicimos la propuesta de venir a África Central, aceptó en seguida. Aquí también fue cambiando de comunidad, siempre dando lo mejor de sí porque era un religioso que amaba a los hermanos que vivían con él.

El P. Mario siempre fue curioso, pero no de esa curiosidad que lleva al chisme. Quería estar informado, saber cómo eran las cosas. Cuando llegaba a Niem, siempre preguntaba cuántos enfermos había internados, cuántas mujeres habían dado a luz. Al P. Arialdo, su compañero de seminario y de ordenación, preguntaba cómo iban las escuelas y, permítanme que sonría, le preguntaba el número de gallinas que tenía en la misión y, a veces, lo decía él mismo. De todo se interesaba.

Pero más que todas estas características, el P. Mario era un hombre de caridad. Éste fue su rasgo más lindo, el más precioso, el más verdadero. Tenía de verdad, un corazón simple, grande, generoso. Siempre estaba dispuesto a dar una mano, especialmente a los más pobres. En Bouar iba a los barrios, entre la gente que quería y, cuando encontraba a un enfermo que podía curarse, lo cargaba en el coche y lo llevaba al hospital, haciéndose cargo de todo. ¿Había que rehacer el techo de paja de una pobre viuda? Marió (con acento en la ó) como lo llamaba su gente, estaba presente. Era el hombre de la caridad pequeña, de cada día y que, tal vez no cambia nada pero que tiene un valor inmenso a los ojos de Dios: de verdad, puso en práctica las obras de misericordia.

El P. Mario amaba el Centroáfrica y a los Centroafricanos. Amaba sobre todo celebrar misa en los poblados más alejados, recorriendo caminos imposibles... Con eso que quedé sorprendido cuando su hermana Pinuccia me contó, cuando todavía estaba bien, que hubiera querido ser enterrado aquí.

Después vinieron los últimos dos meses vividos con él. La enfermedad llegó subrepticiamente. El P. Mario, poco después de Pascua comenzó a comportarse de manera extraña y habíamos decidido de que volviera a Italia para descansar y consultar a médicos. Pero de golpe la situación se fue agravando. Imposible partir. Después de algunos días se le diagnosticó Co- vid-19. Con el Hno. Ángel pasamos un mes en el centro Covid de Bangui, la capital de África Central, con el respirador 24 horas al día. Después, una leve mejoría; el P. Mario recomenzó a respirar autónomamente y los médicos dijeron que habían terminado su tarea y que era mejor llevarlo de vuelta a su casa. Volvimos a Bouar, pero lamentablemente el P. Mario seguía rechazando el alimento. Intentamos de todo pero todo fue inútil. Aquí no hay alimentación parenteral. Decía siempre que todo estaba bien y que iba a comer más tarde... Y así llegamos al lunes 14 de junio. De mañana, mientras estábamos colocándole suero, en un momento nos dijo en sango, el idioma local: “Aita, Awe!” que significa “hermanos, basta”... y, alrededor de las 20 hs., el Señor lo llamó y se fue al paraíso.

Querido P. Mario, en este momento quisiera que leyeras y escucharas los mensajes que tus seres queridos te enviaron durante este período y que ya escuchaste, pero que ahora podrías gustar de verdad, en el Paraíso. Todos pueden manifestar, con una simple frase, la más linda, la que cada uno quisiera escuchar: “Hola, Mario, todos te queremos mucho” Pinuccia, en nombre de todos tus seres queridos, te lo dijo muchas veces, en este período. Y estoy seguro que todos los que ahora están aquí, para saludarte esta noche, piensan lo mismo.

Y con estas palabras te saludo yo también: adiós, P. Mario, gracias por haber sido un verdadero ejemplo para todos nosotros y porque nos quisiste tanto. Y ahora, en el Paraíso reza por nosotros y, a tu manera, sigue protegiendo a tus pobres que quisiste tanto y por los cuales diste tu vida.

Un abrazo infinito, en el Señor.

P. Tiziano Pozzi scj
Vicario Regional

 

 

Un recuerdo personal de Mons. Vincent Landel scj, quien fuera miembro del Consejo General en los años 1987-1993 junto al P. Mario Zappa:

«Querido Mario, antes de 1987 sólo sabía de ti que eras un hermano italiano de mi edad comprometido en la formación de los más jóvenes de la Congregación. Nuestros caminos se cruzaron en 1987 y durante seis años trabajamos para la comunión de la Congregación con el P. Terry Sheridan scj (el entonces Superior General, que está en la foto, abajo, con P. Mario en Monteporzio), mientras residíamos en Roma como miembros del Consejo General. Habías sido elegido por el Capítulo General como primer Asistente General. Estando allí tuvimos la oportunidad de conocernos.
Cuando Terry cayó en un estado de salud precario, a menudo tuviste que reemplazarlo, especialmente durante su estancia en el hospital.
Una de las primeras actividades que realizamos juntos fue la de organizar un encuentro anual con los Consejos Generales de las Hijas de la Cruz y de las Siervas de María.
De ese modo queríamos subrayar la importancia de estas dos Congregaciones en nuestra existencia como religiosos de Betharram.
Hemos reflexionado juntos sobre la fundación en la India, según el deseo del Capítulo General. Aunque viajé solo, tú siempre estuviste presente. Seguiste meticulosamente esta fundación, incluso en los momentos difíciles. Habías aceptado estar en la retaguardia. Gracias a las monjas indias pudimos llevar adelante el proyecto también aquí.
Luego, juntos, reflexionamos sobre el futuro de la Congregación en Tailandia. Para poder permanecer al lado de Terry en un período difícil, tú me pediste que fuera a recibir los primeros votos del primer religioso tailandés; él los pronunció en tailandés, pero parece que el Espíritu Santo entiende todas las lenguas... Así se abría una nueva página para la Congregación.
Gracias a los conocimientos que tenías en el Vaticano, hemos podido obtener subsidios de “Obras Misioneras Pontificias” para la construcción de nuestro seminario de Adiapodoumé. Incluso aquí, una nueva puerta se abría, aunque este proyecto existía desde hace tiempo.
También te has jado en América, trabajando con diligencia en la realización de encuentros juveniles.
Gracias Mario, con ese compromiso discreto tuyo, has hecho mucho por la Congregación para que la veamos tal como se presenta hoy.
Estamos orgullosos de lo que tu presencia en el Consejo General ha significado para el futuro de la Congregación».

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La redacción es responsabilidad del Consejo General.

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