DUCA Giovanni (Padre) - Italia

De la homilía del P. Jean-Luc Morin scj, Superior Regional, en las exequias del P. Giovanni Duca, fallecido el día de sus 75 años de votos religiosos – fue el 27 de setiembre, memoria de San Vicente de Paúl, formador de sacerdotes y apóstol de la caridad.

Un día, en la mesa, en el comedor de la casa de Albiate, hablaba de mi falta de inspiración para preparar un retiro que debía orientar. En seguida, el P. Giovanni me contó esta anécdota: “En los años ’90, con motivo de un congreso de capellanes de Acción Católica en Roma, nos recibió Juan Pablo II. Al terminar la audiencia, el jefe de la delegación presentaba a cada uno de los participantes. Al llegar a mí, le dijo al oído al Papa: “El P. Duca es un gran predicador”. “Entonces, Padre, me preguntó el Papa, ¿cuantas predicaciones de Cuaresma deberá hacer este año?” – “Santísimo Padre, contesté, demasiadas, al punto que me cuesta renovarme”. El Papa replicó: “¿Quiere un tema? Aquí está: Dios no se cansa nunca deamarnos y de perdonarnos. Es todo.Dios no se cansa de amar... No hace falta buscar otro argumento”. [...]

A lo largo de su rica existencia, el P. Giovanni gastó sus energías, y eran muchas, para dar a conocer y haceramar a Dios, el Padre que tiene para nosotros, un corazón de madre (según San Miguel). Es difícil contar los ejercicios, triduos, jornadas de retiro espiritual (con sus queridas “viejitas”, como las llamaba familiarmente, con tanto afecto, muy correspondido), las Cuarenta horas y, obviamente, las homilías que hizo con mucha capacidad oratoria y, especialmente, con un gran corazón. Tenía un don especial para la predicación y era consciente de ello, a veces con un poco de orgullo. Se lo decía a un hermano, cuyas homilías en las que abundaba pura teología, no atraían mucho a los fieles: “Al P. Duca, le basta subir al púlpito y decir: “Jesús...” con su voz profunda para que todos queden con la boca abierta”.

Hombre de predicación, era también hombre de escucha. Sabía exhortar, animar; sabía consolar, dar entusiasmo. Hablaba de Dios a los hombres y de los hombres a Dios; rezando el rosario solo, en su cuarto, de mañana, temprano o recibiendo para la dirección espiritual en el locutorio de la comunidad. Recuerdan bien los hermanos los numerosos timbres de la puerta o del teléfono de quien buscaba al P. Giovanni, y especialmente el que buscaba un diálogo de fe y de esperanza. Escuchó y absolvió cientos de Hermanas de Cristo Rey de Asso o Combonianas de Erba o en Mandello, Albese, Como y en muchas otras comunidades. Recibió y acompañó a muchos jóvenes en el colegio de Cólico y en muchos oratorios de la Brianza, parejas que se preparaban para el matrimonio, familias a lo largo des us vidas; tuvo una atención particular para con las viudas. Tal vez, pasó más tiempo en el confesionario que en cualquier otro lugar. [...]

El P. Giovanni tenía mucha devoción a la Virgen. Normal, para un hijo nacido de María... Ciocchini esposa de Duca. Su madre le hizo una sola recomendación, cuando fue ordenado: “Prométeme que nunca te vas a negar cuando te llamen para algún ministerio”. El Aquí estoy, querido de Fundador, lo vivió personalmente, como un verdadero sacerdote del Sagrado Corazón. Cuando le pedían un servicio pastoral, siempre estaba dispuesto, disponible: “Yo voy”, decía en seguida. Aunque estuviera cansado, nunca se negó a ningún llamado de párrocos o padres/madres responsables de comunidades religiosas. [...]

Permítanme una última anécdota, que habla de su personalidad y del mensaje que nos deja. Hace tiempo, le confié algunas dudas existenciales. “No te preguntes si hiciste bieno mal”, me decía. “Al final del día pregúntate: ¿estará contento conmigo hoy el Señor?”

¡Y bien! al final de su vida, en el primer día de eternidad, lo único que importa es oír, como enseñó a tantos de nosotros: “Estoy contento de estar contigo. Giovanni, entra en mi gozo”. Es esto.

Gracias, padre. Descansa en el Corazón del Señor. Para siempre.