FORLONI Giulio (Padre)
Passirana di Rho, 18 de Diciembre de 1935 – Solbiate Comasco, 22 de Octubre de 2021 (Italia)
De la homilía del P. Piero Trameri scj
en el funeral del P. Giulio
"Estamos reunidos alrededor del altar del Señor para celebrarlo, antes que nada, a Él, escuchar su palabra de esperanza, renovar nuestra fe en su misterio de muerte y resurrección y sentir su consuelo en el momento de la separación de una persona tan querida por todos, como el P. Giulio... y también para recibir el testimonio de su vida y dar gracias a Dios por las maravillas que ha realizado por medio de él.
Hemos escuchado, en el Evangelio de Marcos, la narración de la jornada típica de Jesús que, en la sinagoga de Cafarnaúm enseña con autoridad, cura a un endemoniado, y, en la casa de Pedro, cura a la suegra. Después, al caer la tarde, cura a todos los enfermos y poseídos que se apretujan a la puerta. La mañana siguiente se levanta, cuando todavía era noche, y se aparta a un lugar solitario para orar.
Pensé en este texto para recordar al P. Giulio, porque creo que trató y lo logró muy bien, de imitar la jornada de Jesús en toda su vida, antes de quedar paralizado por la misteriosa y terrible enfermedad que apaga la luz de la mente.
Su hermana me hablaba del P. Giulio como de “un sacerdote siempre apurado”. (Se dieron cuenta de cuántas veces Marco emplea el adverbio “en seguida”. Así era también el P. Giulio: en seguida, ahora, inmediatamente). La del “sacerdote apurado” es la definición más acertada, por lo que pude ver también personalmente en los años que pasé con él en Albiate. Nos preguntábamos cómo lograba acompañar contemporáneamente la asistencia a los discapacitados del “Grupo Brianza” en un lugar y después correr para ofrecer elementos de reflexión a grupos de novios en otro lado, sin dejar de pasar a comer algo en comunidad y, después, pasar a comer algo más con sus familiares que habían venido a visitarlo. Exactamente como Jesús, en Cafarnaúm. Consumido por el amor y por el celo por los necesitados y para ser el a la misión que se le había encomendado.
...Y sabía retirarse, como Jesús, a un lugar apartado, a veces en montaña como le gustaba o en el silencio de la mañana, para orar, reflexionar y preparar las charlas o conferencias para tantos jóvenes que encontraba en el mundo de la escuela o en las asociaciones, especialmente en “Comunión y Liberación”, y en las numerosas parroquias de la Brianza en las que ejercía su ministerio sacerdotal. Disponible a cada llamado, sabía repetir con los hechos el “Aquí estoy, envíame”, recordado por Isaías en la primera lectura y columna de la espiritualidad betharramita.
Sólo el que había vivido desde lo hondo del corazón el impulso del Verbo encarnado, podía repetir: “Aquí estoy, envíame”, cuando en 1991, la familia religiosa decidió fundar, en Monteporzio Catone, (al sur de Roma) la experiencia de una “Casa Familia” para enfermos de Aids, solos o abandonados por las familias. Recuerdo como si fuera ayer, una reunión de Consejo Provincial, en la que se estaba buscando a un voluntario para este servicio a los últimos de los últimos, cuando el P. Giulio dijo: “Estoy preparado para este llamado”. Pertenecía él también, al Consejo Provincial y dijo: “Es necesario que uno de nosotros dé el ejemplo. Aquí estoy; yo voy”. Enfrentaba lo desconocido, con el arma de la obediencia y de su entrega a la voluntad del Señor, como Abraham, y de su amor hacia los más necesitados. “Dios dio su vida por nosotros; por eso, nosotros también tenemos que dar la vida por los hermanos”, nos recuerda San Juan en la segunda lectura. “No amemos de palabras ni con la boca, sino con hechos y de verdad”.
Y el “sacerdote apurado” partió enseguida, con la mochila del peregrino y, durante 27 años iba y venía entre Roma y la Brianza para visitar a amigos, para comunicar las necesidades de los enfermos, para juntar fondos para la obra, capaz de involucrar a todos con su entusiasmo y fervor de quién donó su vida por el Evangelio. A la vuelta, lo esperaban los turnos nocturnos, al lado de los enfermos; después, de día, los servicios más humildes, además del servicio en la parroquia, los grupos de novios, la escucha, con E mayúscula, paciente e iluminada por la Palabra para todos los que necesitaban.
Nuestro fundador, San Miguel Garicoits, soñaba con juntar a un grupo de sacerdotes que, como un campo volante de soldados escogidos, estuvieran siempre dispuestos a correr adonde se los necesitara. Creo que el P. Giulio realizó plenamente este ideal.
En los últimos años, ironía del destino o misterio inescrutable, el padre que corrió toda su vida, con una vitalidad inimaginable, al servicio de tantos necesitados, fue hasta el final al mandato recibido, tuvo que detenerse lentamente, con un motor desgastado que se reducía cada vez más, privado del don de gozar, aunque fuera un poco, de los frutos de tanto trabajo, sumido en un silencio doloroso y, sin embargo, capaz... de dispensar todavía, una pequeña sonrisa a quien lo visitaba.
El Señor de la vida lo recibió en sus brazos muy tiernos y le devolvió, ciertamente, la luz de la mente y del corazón para gozar de los dones que preparó para él en un mundo renovado. Estamos aquí para agradecerle el don precioso que nos dio a cada uno por medio de la vida, el ejemplo, el testimonio y la amistad del P. Giulio. Es un don que, estoy seguro, conservaremos celosamente en el corazón."
P. Piero Trameri scj
Vicario Regional
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