GAVEL Enrique (Padre) - Uruguay
Montevideo (Uruguay), 4 de octubre de 1939 - Montevideo, 14 de julio de 2014
El 14 de julio, después de años de una enfermedad cuya gravedad se volvió aguda a partir del mes de octubre de 2013, y después de dos días de coma, volvió a la casa del Padre el P. Enrique Gavel. Había recibido los últimos sacramentos hacía pocos días y la visita del P. Gaspar y del P. Constancio Erobaldi, su compañero de ordenación. Desde el mes de octubre la enfermedad lo tenía encerrado en su cuarto, sin poder dejar la cama. Durante todos estos meses, su hermana y los sobrinos lo acompañaron y lo atendieron con una dedicación y un cariño realmente admirables.
El P. Enrique falleció el lunes, a las 3 de la madrugada. Ese día, casi todos los betharramitas de la Región estaban viajando con destino a Asunción del Paraguay, para el Pre-Capítulo y fue por eso que no pudieron compartir físicamente la Misa de cuerpo presente que se celebró a las 11,30, en la sede de la parroquia San Miguel Garicoits, de la cual el P. Gavel seguía siendo párroco. Además del Arzobispo de Montevideo, Mons Daniel Sturla sdb, y del obispo de Florida, Mons. Martín Pérez Scremini, antiguo escolástico betharramita, concelebraron el P. Gonzalo Estevez, otro ex bethrramita, y muchos otros sacerdotes diocesanos y religiosos. Quien representaba la Congregación era el P. Angel Recalcati.
Introdujo la celebración el P. Gonzalo, recordando algunos aspectos de la vida del P. Gavel por los cuales estábamos dando gracias a Dios. Recordó, principalmente, su fidelidad en la vida religiosa. De hecho el P. Gavel acababa de cumplir 50 años de vida sacerdotal como Betharramita y el mismo P. Gonzalo en esa ocasión fue quien presidió la celebración, dado que el padre ya estaba muy debilitado por la enfermedad.
A su vez, el Arzobispo, después de recordar su profunda vinculación con la parroquia, donde fuera bautizado, y con la Congregación en cuyo colegio fueron educados su padre, sus tíos y abuelos, destacó la disponibilidad betharramita del P. Gavel, incluso cuando la congregación le pidió que dejara el colegio, al cual había dedicado toda su vida, para ocuparse de la parroquia, a pesar de no tener experiencia pastoral.
Por último destacó el profundo sentido de familia, que no sólo no era obstáculo para su vida religiosa, sino que la fortalecía. Fueron numerosos y conmovedores los testimonios que escuché sobre su calidez humana, su serenidad de la que se beneficiaron muchas personas, en estos sus años de párroco.
Es por todo esto que, al agradecer a todos los que compartieron esos momentos, sentimos la necesidad de agradecer juntos a Dios, por el don de la vida y de la persona del P. Enrique Gavel.
Angelo Recalcati, scj
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