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Gustavo Papa 01
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28/12/2021

ZOIA Egidio (Padre)

Cabiate, 16 de Septiembre de 1931 – 31 de Octubre de 2021 (Italia)

P. Egidio Zoia scj

Desde l’homilía en el funeral

El P. Egidio preparaba cada mes una reflexión para sus feligreses de Castellazzo, que enviaba on line también a sus hermanos religiosos y amigos. Quedaron en su ordenador los elementos para la reflexión del mes de noviembre. Había escrito esto: “Noviembre empieza con la fiesta de Todos los Santos y el recuerdo de los difuntos: hombres y mujeres que han vivido antes que nosotros, que han hecho la historia... Todos han ido dejando sus huellas, aunque mínimas, de forma anónima la gran mayoría, casi como hormigas , sin peso! Pero cada uno con su responsabilidad.

Cada hombre es irrepetible, nadie es la fotografía de otro, entonces, cada uno tiene algo que ofrecer, y también que recibir... Un recipiente, (y el hombre es un recipiente razonable pero recipiente siempre!), se colma y enriquece sólo con la disponibilidad para el encuentro y la discusión”.

Es su último escrito: pequeño testamento. Y nosotros estamos ahora recogidos alrededor de su féretro par examinar con el pensamiento las huellas dejadas por él , para agradecer al Señor las inspiradas intuiciones y los preciosos frutos contenidos en su equipaje o recipiente - para usar sus últimas palabras.

Para los betharramitas de mi edad es espontáneo pensar en él como un doble de Jesús, tal como nos lo ha presentado el Evangelio que hemos escuchado.

“Pasando junto al mar de Galilea, Jesús vio a Simón y a Andrés que tiraban las redes al mar ; porque eran pescadores, Jesús les dice: “Síganme, los haré pescadores de hombres”. Es uno de los frutos del entusiasmo juvenil del P. Egidio. Estaba en Albavilla como encargado de la animación vocacional, visitando las familias y las parroquias de la Brianza y de la Valtellina, llamaba a adolescentes y jóvenes a seguir Jesús. Les prometía como él: “Vos haré pescadores de hombres”. Muchos de ellos que, cerca o lejos, rezan hoy por él y están tristes por su muerte escucharon su llamada y fueron contagiados por su carga humana y espiritual, la que nos indica una meta comprometida pero llena de vida evangélica, de vida plena y rica de significado. Les preguntaba, parafraseando a Isaías en la primera lectura: “Habéis sentido una voz que decía: - A quién enviaré y quién irá de mate nuestra? - Respondan, como hice yo: “Aquí estoy, envíame!”sin miedo a vuestras debilidades e im- pureza: un Serafín tocará vuestros labios con un carbón encendido y les quitará toda culpa y todo pecado y purificará vuestro corazón”.

El P. Egidio ha repetido y vivido siempre este comportamiento durante toda su vida, que es el núcleo de la espiritualidad betharramita: “Aquí estoy, envíame!”. Es el comportamiento de Jesús que cumple con abandono filial la voluntad del Padre. Es una huella que el P. Egidio ha dejado bien clara en el camino a sus hermanos religiosos y sobretodo a los jóvenes seminaristas de Albavilla y luego a los escolásticos que se preparaban para el sacerdocio y la vida consagrada en Monteporzio. Huella que siguen todavía con agradecimiento tantos sacerdotes y laicos, encontrados en la Catedral de Milán, en las jornadas pasadas en el confesionario para la reconciliación y la dirección espiritual; que siguen también hermanas y consagradas laicas de cualquier parte de Italia. Huella imborrable desata finalmente en el corazón de sus amados feligreses de Castellazzo, que lo han escuchado, acompañado y guiado amorosamente, en estos últimos años cuando se iban apagando sus ojos, sin apagarse nunca el espíritu emprendedor, las ganas de hacer, de proyectar.

El P. Egidio era un soñador. De aquellos que ven lejos y que se ponen en camino los primeros, con tenacidad, casi con testarudez a veces, a pesar de las incompresibles y las lentitudes de quien camina a su lado: sean hermanos religiosos o colaboradores.

Soñaba con una colaboración cadavez más estrecha entre la vida consagrada y la Iglesia local - mutuae relationes más sinceras; y para favorecer las llevó siempre adelante la idea de la programación de un curso sobre la vida consagrada en los estudios de los seminaristas diocesanos.

Incitaba tanto a los hermanos religiosos y laicos, como Pablo a los Romanos en la segunda lectura: “Los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer”. Un culto hecho de celebraciones, de liturgias pero también empastado de concretez, de compromiso, de inmersión en la vida de cada día y en todo ámbito tanto de la vida social como eclesial.

Cada uno con sus propias competencias, cada uno haciendo fructificar sus propios dones, - como insistía Pablo: -también todos nosotros, siendo muchos, formamos un solo Cuerpo en Cristo, y en lo que respecta a cada uno, somos miembros los unos de los otros. Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes -.

Creo poder decir que el P. Egidio hizo fructificar sus propios dones : formador de seminaristas, acompañador espiritual de Hermanas, de novios de familias; para luchar indómito contra el mal en el difícil ministerio de exorcista.

Además es un hombre de vasta cultura, bibliófilo, amante y coleccionista de libros de la cultura local y al mismo tiempo deseoso de profundizar y transmitir la historia de la propia familia religiosa, de la Congregación que tanto amaba y que quería que estuviese siempre más unida y fraterna: eran frecuentes sus visitas a las comunidades vecinas. Historiador de los Capítulos, soñó hasta el agotamiento de sus fuerzas con una biblioteca única para todo el Vicariato y que estuviera a disposición de todos.

Y todavía inspirándose en Pablo que decía a los Romanos: “Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros con diversas funciones,... todos tenemos aptitudes diferentes, así también nosotros “- El P. Egidio ha creído y trabajado mucho en la formación, ha asumido responsabilidades precisas, ha colaborado y se ha comprometido mucho con los laicos tanto en el ámbito eclesial como en todos los ámbitos de la vida social. Ha vivido y colaborado con personas muy diferentes, sin hacer diferencias ni excluir a nadie.

“Cada persona es irrepetible, nadie es fotocopia de otro” - decía en su último escrito. Ahora nosotros estamos reunidos alrededor del altar, muy cerca de corazón a su féretro, para agradecer al Señor por el hombre, el consagrado y el sacerdote irrepetible que el Señor ha plasmado en nosotros. Y le agradecemos los preciosos mensajes que nos ha mandado por medio de él. Continuaremos caminando sobre sus huellas, lasque ha dejado en el corazón de cadauno. Lo imaginamos entre los brazos del Padre con los ojos finalmente llenos de luz.

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