La palabra a P. Gustavo Agín, Superior Regional

¿Cómo se ha vivido esta experiencia de la JMJ, en el contexto del sesquicentenario de la Muerte de San Miguel Garicoits?

En la actual situación de la Iglesia y de la sociedad, sobre todo en Latinoamérica, en que vivimos un tiempo de crisis estructural y de una necesidad de “encuentro”, para superar las fracturas y el individualismo reinantes, esta experiencia ha sido como un gran oasis en medio del desierto. Agua nueva en la sequedad de la rutina.

Los jóvenes han podido expresar su júbilo y los mayores evocar su juventud.

En ese encuentro coral de 3.500.000 asistentes (y cientos de millones de fieles que lo siguieron por los medios de comunicación), la figura de Francisco y sus expresiones: el coraje en la misión, el cuidado del que sufre (ancianos y jóvenes) y el llamado al encuentro tierno con el pobre; le devolvieron la esperanza a muchos jóvenes que no encontraban su lugar en la Iglesia. Acostumbrados a recibir de los medios de comunicación la imagen una Iglesia acomodada, encerrada y temerosa; muchos -creyentes o no- descubrieron como la fuerza triunfa en la debilidad y cuánto Dios nos ama por medio de ella. Sin hegemonías de ocasión, sino animada por el Espíritu del Resucitado, que no nos deja tranquilos, sino que nos envía a compartir la misma felicidad de la Buena Nueva.

Pienso que, en esos días, todo joven betharramita se habrá sentido identificado con aquella expresión de nuestro carisma que pone al Corazón de Jesús, saliendo “contento como un héroe, como el esposo de su alcoba, a recorrer el camino”. Los jóvenes necesitaban compartir existencialmente la misma experiencia de ese San Miguel lleno de vigor juvenil, que no duda en escalar montañas de indiferencia, frialdad y aparentes obstáculos de la época, porque desde que conoció el Amor de Jesús su corazón se volvió ardiente: derretido en dulzura y caridad, que se difunden a cada paso hacia los hermanos.

La JMJ de Rio, ha sido, a mi modo de ver, una actualización de ese Encuentro amoroso de Dios con el Hombre, que llamamos Encarnación y que nuestro padre fundador sintió y gustó internamente. El Amor Eterno se hace sensible en el seno de la joven Virgen María. Ella canta de gozo como lo hacían los jóvenes por las calles de Río.

De toda esa rica experiencia: ¿Cuáles pueden llegar a ser patrimonio de VIBRA y de la Región?

Ante todo, hay que reconocer que los brasileros son muy acogedores, alegres y se sienten felices de ser, como Pueblo de Dios, gente de una fe y devoción muy expresivas. Es patrimonio de la región el haber aprendido a no guardar esa fe debajo del cajón de los prejuicios culturales, sino ponerla en alto, darla a todos, para que sea Luz del mundo y sal de la tierra.

Me parece que la facilidad con que tantas personas se comunicaron y compartieron la vida, es fruto de esa docilidad al llamado de Jesús a ser como niños. En la pequeñez de los niños brillaba la fe de los jóvenes. Los gestos del Papa hacia los niños, los más pobres, y las personas ancianas y con capacidades diferentes, nos han puesto de frente al evangelio. En la perspectiva de la gran afirmación de Mateo 25: “Cuando lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicisteis”. La JMJ ha mostrado al mundo que la capacidad de cooperar con la obra de Cristo Resucitado, la misión permanente en medio de los hombres y mujeres de hoy, es posible porque el fermento en la masa ya está actuando.

La región ha tenido la gracia de poder manifestar a todos los jóvenes betharramitas llegados de distintas partes del mundo, que ser de Cristo y seguirlo: vale la pena! Compartiendo con todos la dicha de ser lo que somos, sin avergonzarnos de ser pocos. Deseosos de reaprender a ser una Iglesia de puerta abiertas, que no quiere dejar a nadie lejos de Cristo.

En la perspectiva del Reino, la JMJ nos ha tocado el corazón para que construyamos el Reino de Dios sin demora, sin reservas, sin volvernos atrás, como testigos y profetas de un mundo nuevo.

Agradezco, en nombre todos los hermanos betharramitas religiosos y laicos de Latinoamérica a todas las personas que con su alegría y disponibilidad fraternas hicieron posible esta experiencia inolvidable.