NARRATIO FIDEI... del P. Austin Hughes
¿No dicen en todas partes: “¡Ah, qué suerte tiene ese hombre que confía tanto en sí mismo! Todo le resulta más fácil” ¿Qué decir, entonces, de aquel que tiene confianza en Dios? Se alegra, levanta montañas. “Creer es tener confianza” decía simplemente el teólogo suizo Karl Barth.
“Este es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación.’” (Is 12,2)
“¡Adelante! Tenga siempre ánimo, un poco más de amplitud en su corazón, mucha confianza en Dios y quédese tranquila que la bendecirá según la medida de su confianza. Está en una hermosa posición para hacer mucho bien. Haga lo que pueda hacer, lo mejor que sepa hacerlo y luego, espere todo de Dios, como servidora abnegada e inútil, y verá que todo irá mejor.” Desde una carta a una Superiora de los Hijas de la Cruz (Carta n. 97)
Narratio... ¿Qué te dicen estos textos?
El versículo de Isaías (12,2) constituye también el texto de un himno inglés muy conocido, compuesto por los monjes de la abadía de Weston. Los monjes agregan el siguiente versículo, al estribillo (12,3): canto el gozo que su amor me da, y llego a las profundas fuentes de su bondad. Estas palabras hacen parte de mi oración personal y litúrgica desde que fui ordenado sacerdote en 1977. Me ayudan en los momentos de prueba y dificultad. En estos últimos meses, nuestra comunidad de Olton está pasando por momentos de mucha tensión y dificultad; las palabras de este himno son, para mí un continuo recuerdo del amor atento de Dios.
Las palabras de San Miguel me animan a tener mucha confianza, ya que, a veces, me resulta difícil cuando me siento amenazado. Las simples palabras: “Estás en una posición estupenda para hacer el bien” son, para mí, una invitación a recordar los privilegios que recibí por el ministerio, por la comunidad, por la Iglesia... por los amigos, etc... para compartir el mensaje de esperanza y de amor que me viene de Dios. Al entrar en la segunda parte de mi vida, me doy cuenta cada vez más de cómo Dios se sirve también de mis errores pasados, para el bien. Nada se pierde. Cuando yo, o los demás, ofrecemos ayuda a muchas personas cuya vida fue destruida o mal vivida, es signo de esperanza para ellos saber que Dios se sirve también de las ruinas de nuestro pasado para sus proyectos de bien y lo que de nuestro pasado consideramos un peso muerto puede ser útil (como lo fue en la vida de Zaqueo, Tomás, Levi, etc...) para la construcción de puentes de esperanza para los demás.
¿Qué aspectos del texto propuesto influyó más en tu vida de religioso betharramita?
La invitación a ser valiente y no tener miedo es el aspecto que hago mío, en parte porque soy prudente, por naturaleza, en parte porque siempre tengo miedo de cometer errores. En 2008, cuando fui inesperadamente nombrado Superior Regional, tuve mucho miedo, me sentía inadecuado y muy sólo. Como dice la Escritura (Tobías, 4,18), pedía consejo a algunas personas sabias, incluso un sacerdote, nuestro vecino, que es muy apreciado como director espiritual. Me hizo una simple pregunta: “¿Alguna vez Dios te decepcionó en el pasado?”. Cuando contesté que no, agregó: “Bueno; tampoco te va a decepcionar en el futuro, ¿no?”
Esta simple afirmación de parte de alguien que no conocía mucho a San Miguel, me volvió a colocar en el camino de la confianza, virtud fundamental, para San Miguel.
Cuando me asaltan los demonios del miedo, recurro a estas tres realidades: memoria, oración y canto. Antes que nada, la memoria de las cosas buenas que Dios hizo por mí en el pasado, es el modo de hacerme sentir una vez más con qué fuerza Dios cuida de mí. En segundo lugar, encuentro fuerza en la oración (especialmente en el Examen) que me trae el recuerdo de las cosas por las que tengo que agradecer a Dios y el modo como me habla día a día. En tercer lugar, la música siempre fue importante para mí y a menudo canto solo himnos y salmos que me recuerdan la fuerza y la protección de Dios. Un estribillo de uno de estos cantos (presente tanto en San Miguel como en Isaías) es uno de mis preferidos:
Esto te pido Yahveh, sólo esto:
Practicar la justicia y amar tiernamente,
Caminar humildemente con mi Dios”.
¿A qué aspecto te sientes inclinado a dar más atención?
En este momento siento que tengo que acentuar la alegría de la vida cristiana y la alegría de mi vocación. Sin alegría, nuestro testimonio es incompleto. Pero la alegría es algo profundo, no superficial. No se trata sólo de sonoras risotadas (aunque estas también hacen falta) sino de serena aceptación de lo que soy y de donde estoy. Estimo cada vez más a esos laicos que encuentro en mi trabajo pastoral, que tienen que llevar pesados fardos (un hijo enfermo… un hijo alcohólico... una enfermedad incurable, etc.) y que saben sonreír y estar en paz consigo mismos. Me siento “evangelizado” por ellos y reafirmado en mi vocación religiosa.
¿Qué oración hace nacer en ti, esta meditación?
La oración que quiero rezar a menudo es una variación de la oración de San Ignacio, muy conocida en la Asociación de los 12 Pasos, oración que consiste prácticamente en el abandono de la propia vida en las manos de Dios, pidiendo que se sirva de nosotros, de nuestros errores y fracasos para el bien de los demás:
Acciones de Documento
