Jornada mundial de la juventud 2013 (2)

P. Sebastián García, Argentina

La JMJ la podemos expresar en tres adjetivos:

a.- alegre: fue una verdadera fiesta de la vida y de la fe joven.

b.- intensa: el ritmo que vivimos fue así. Las celebraciones fueron fiestas donde alternamos momentos de canto y baile, con profundos momentos de silencio orante; las distancias para ir hasta los eventos centrales en la playa de Copacabana y tener que volver con un mar de gente para no perder el tren o el metro que nos devolviera a la escuela en la que vivíamos

c.- fraterna: De veras que todos los que participamos nos sentimos profundamente hermanos unos de otros, más allá de las diferencias, las culturas, las lenguas, el clima, la lluvia, el frío, las distancias. Todo eso pasa a segundo plano. Lo importante es haber gozado de la presencia de Jesús y del papa Francisco, en un nuevo pentecostés para la Iglesia.

La experiencia que pude vivir juntos a los jóvenes ha sido muy rica. Me siento revitalizado en la fe y en la esperanza. Ha sido verdaderamente un acontecimiento del Espíritu en donde Dios derrama su gracia. Se “notó” el paso de Dios por la JMJ esos días en Río de Janeiro. Fue también muy fecundo el compartir la vida, tanto en la Jornada como en los días previos en Paulínia, donde pudimos conocer a la gente, visitar sus casas y salir a misionar por lo barrios. Puertas que se abrían, agua fresca para el cansancio, fe compartida en oraciones que cada uno decía en su lengua. Y en Río la fiesta fue completa. Lo descomunal vino de la mano de la alegría de los jóvenes y de un papa tan joven en espíritu como todos los que estábamos participando. Gozamos con la presencia de Francisco, de sus gestos, sus miradas, sus palabras, su mensaje, su prédica, su presencia sola nos movía.

Haber participado con los jóvenes de la JMJ me lleva a renovarme en mi ser compañero de camino de tantos jóvenes que Dios me regala, para ser presencia y estar a su lado; para “hacer lío, cuidar a los jóvenes y a los viejos y a no licuar la fe” como nos pedía el papa. Me compromete a ser “santo de jeans y zapatillas”, creyente a la vez que creíble.

El hecho de haber conocido a jóvenes betharramitas de otros puntos del mundo me hace tomar conciencia nuevamente de la internacionalidad de la Congregación, de la pluralidad de rostros que tiene Betharram en el mundo y poder ver esto como una riqueza.

Me vuelvo de Río sabiendo que la JMJ no terminó, sino que acaba de empezar, en mi tarea cotidiana de ponerme al servicio de mis hermanos, especialmente los pobres y los jóvenes, los que sienten la vida y la fe más amenazada y anunciarles la Buena Nueva de Jesús.

Hno. Emile Garat, Francia

Pasamos diez días en esta tierra del Brasil, donde descubrimos una fe colorida y alegre. En la parroquia de Paulinia, fuimos recibidos por la comunidad de Betharram y sus parroquianos que nos recibieron de manera simple y alegre a nosotros, los jóvenes y sus acompañantes Betharramitas, provenientes de Paraguay, Argentina, Italia y Francia. Fue un tiempo de encuentros fraternos, de oración, de compartir, de visitas y de fiesta. Nos conmovió la acogida de nuestros hermanos brasileños. Pudimos descubrir la realidad de vida de nuestros hermanos brasileños (…).

Por lo que a mí se refiere, como acompañante, las JMJ son un tiempo de escucha de los jóvenes, para estar siempre atento a lo que viven los jóvenes de hoy en su vida de todos los días. Tuve la alegría de acompañar a Camille y Aude y pudimos, en algunos momentos, compartir nuestra manera de vivir la fe en el día a día. El acompañamiento es un privilegio, cuando uno se deja interpelar sobre las manera de alimentar y de vivir la propia fe, la propia vida, cuando se eligió entregar la propia vida a Dios y a los hombres. Este «aquí estoy» es una respuesta de todos los días y eso me invita a reflexionar con mis hermanos del vicariato para construir o, a lo mejor, para hacer renacer una fraternidad de jóvenes alrededor de la espiritualidad de San Miguel. Es un sueño que se puede hacer realidad.

Hno. Sixto Benitez, Paraguay

Tuve la oportunidad de participar por primera vez a la JMJ, realizada en la Ciudad Rio de Janeiro, gracias a la invitación de la Congregación.

En la Pre jornada realizada en la Ciudad de Paulinia, donde compartí con los jóvenes de la Parroquia Ntra Sra de Betharram, fue un encuentro muy rico de ver a jóvenes comprometidos con su Iglesia local, y otros jóvenes que vinieron de varios países donde se hace presente la Congregación.

El encuentro con el Papa en Rio de Janeiro fue un momento de mucha admiración personal de ver a tantos jóvenes que se dejan seducir por el Señor Jesús, a través de la persona del Papa.

Me faltan palabras para expresar esta rica experiencia vivida, pero lo más profundo y al mismo tiempo regenerador de sentir, de ver, de cómo Dios se revela constantemente en mi vida a través de las personas que siguen sin esperar recompensa de Él. El amor que nos une, sin distinciones de países pero de una misma fe, un solo deseo, alcanzar la felicidad. San Miguel nos diría desear la misma felicidad al hermano. Podría definir en tres palabras esta experiencia: amor, ternura y manifestación de nuestro señor Jesucristo.