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P Andrea Antonini
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14/04/2013

Noticias en Familia - 14 de mayo de 2013

Sumario

 

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La palabra del Padre General

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LAS TROMPETAS DEL JUBILEO

Entonces harás resonar un fuerte toque de trompeta: el día diez del séptimo mes
–el día de la Expiación– ustedes harán sonar la trompeta en todo el país.  (Lev. 25, 9)

Un concierto de trompetas me despertó esta madrugada. Al principio se escuchaba muy lejos y a eso de las siete, el sonido de las trompetas se hizo cercano, intenso, melodioso y agradable, uniéndose a las campanas del Santuario de Betharram que comenzaban a sonar el toque del ángelus matutino. Después, observé que la música se alejaba siguiendo la trayectoria del sol hacia occidente. Ese sol que cada mañana “sale de su alcoba contento como un héroe para recorrer su camino. El sale de un extremo del cielo, su órbita llega al otro extremo, y no hay nada que escape a su calor” (Sal. 19, 6-7) y que a San Miguel Garicoits le recordaba al Verbo encarnado, que en el momento de su concepción comienza contento como un héroe a recorrer su camino hasta la cruz.


Ahí empecé a entender que eran la trompetas del Jubileo que habían empezado a sonar en Tailandia y se alejaban hacia a Argentina, Brasil y Paraguay, pasando por todas las comunidades donde los Betharramitas viven y misionan. Porque hoy hace 150 años, el 14 de mayo de 1863, terminaba aquí, en Betharram, su peregrinación terrestre nuestro querido Padre Garicoits y comenzaba su gloria celeste junto al Padre, el Corazón de Jesús, el Espíritu Santo, María, San José y los 144 mil señalados del apocalipsis. Aquel año, ese día era el jueves de la Ascensión.
Hoy por toda la tierra los hijos de San Miguel Garicoits, religiosos y laicos comenzamos un año jubilar y queremos proclamar, con las trompetas, con nuestras voces y con el testimonio de toda nuestra vida la alabanza del Señor: ¡De la salida del Sol hasta su ocaso alabado sea el nombre del Señor! ¡Bendice al Señor alma mía y no olvides ninguno de sus beneficios! ¡!Cantad al Señor un cantico nuevo porque ha hecho maravillas! ¡Bendice al Señor, alma mía, bendice al Señor! ¡Proclama mi alma la grandeza del Señor! ¡Magníficat!.
¡Magníficat…  por el don precioso de la persona de San Miguel Garicoits, nuestro Padre, que nos engendró a la vida religiosa, donde hemos encontrado la alegría de vivir!
¡Magníficat …, porque el P. Garicoits « creía que el Dios de los pequeños y de los pobres lo había elegido con ese fin, a él, el pastor de la último caserío de la aldea de Ibarre, a él que era un desastre, una nada “!
¡Magníficat…porque desde niño Miguel tenía hambre y sed de Dios y manifestó su deseo escalando las montañas para poder tocar el cielo, porque su madre le había contado que allí estaba Dios!
¡Magníficat… porque en Oneix, cuando tanto deseaba encontrarse con Jesús en la primera comunión, éste le hizo conocer su amor, lo consoló y llenó de alegría por haber  encontrado el tesoro y la perla escondida !
¡Magníficat… porque su camino de formación sacerdotal tuvo que hacerlo siempre con el esfuerzo complementario del realismo del trabajo !
¡Magníficat… porque Jesús, Sacerdote eterno y servidor del Padre, lo asoció a su sacerdocio ministerial el 20 de Diciembre de 1823 en la catedral de Bayona!
¡Magníficat… porque el Padre de las misericordias le concedió el don de la conversión, al encontrarse con la pobreza consagrada de las Hijas de la Cruz de Igón y con su fundadora Sor Isabel Bichier des Ages, a Miguel, a quien se le había subido a la cabeza « la dignidad sacerdotal » y le había hecho olvidar sus orígenes pobres!
¡Magníficat… porque en la soledad de « las cuatro paredes de Betharram » recibió el P. Garicoits el tesoro del carisma : viendo llorar a los obispos, haciendo la experiencia de Jesús anonadado y obediente y descubriendo que su imitación era un buen recurso para combatir los males que aquejaban en aquellos tiempos!
¡Magníficat… por los compañeros que le dio en octubre de 1835 para poder vivir en comunidad el carisma del Corazón de Jesús anonadado, manso y obediente : los padres Guimon, Perghilem, Chirou, Larrouy, Fondeville, y todos los que vinieron después!
¡Magníficat … porque San Miguel vivía del amor de Dios, que a veces lo sentía como un fuego que no podía soportar en su corazón, según él mismo confesaba!
¡Magníficat… porque la experiencia espiritual de Jesús, anonadado y obediente, la tuvo que testimoniar con su vida como Abraham : obedeció al obispo aunque tenía la impresión de que por ese camino la Congregación, que Dios le pedía fundar, iba camino de la disolución!
¡Magníficat… porque el Dios fiel a las promesas en quien confió San Miguel le confirmó su obra, cuando veintidós años después de su muerte el Papa Pío IX aprobó la Congregación!
¡Magníficat…por la alegría que Miguel procuró a tantas personas con su don de discernimiento, ayudándolas a descubrir su vocación y con el sacramento de la reconciliación permitiéndoles vivir el amor de Dios, expresado en el perdón sacramental!
¡Magníficat… por el espíritu misionero de Miguel : por las misiones populares y el trabajo de educación de la juventud en Betharram, Assón, Mauleón, Olorón, Orthez, contra la opinión de muchos de sus compañeros!
¡Magníficat… por la obediencia y la audacia de los primeros misioneros que envió a Argentina: Los Padres Barbé, Larrouy, Guimón, Harbustán, Sardoy, y los hermanos Magendie, Fabien y Johannes, por las misiones populares y la misión educativa que realizaron con tanta generosidad y que se prolongan hasta hoy!
¡Magníficat… por la vida y la propuesta de Miguel Garicoits que sigue entusiasmando todavía hoy a muchos hombres y mujeres, religiosos y laicos, niños, jóvenes y adultos en 15 países para llevar el amor del Corazón de Jesús al corazón del mundo, donde están los hombres y las mujeres necesitados de ese amor!
¡Magníficat… por la vida de todos ellos que, dispersos por el mundo, siguen testimoniando la mansedumbre, la humildad y la obediencia del Corazón de Jesús, como nos enseño San Miguel Garicoits!
¡Magníficat… porque en 1863 los que lo querían tenían pena porque lo perdían y en 2013 lo vivimos con júbilo porque tanto su beatificación en 1923, como su canonización en 1947,  nos impulsan a la alabanza por los dones con que el Padre Bueno lo enriqueció para bien de la Iglesia, y por tantos frutos que ya produjo!
¡Magníficat… porque la Congregación que el Señor le inspiró fundar está dispersa por todo el mundo continuando su misión de lograr para los demás la alegría que da vivir del amor de Dios, manifestado en Jesús anonadado y obediente!
¡Que sigan sonando las trompetas, que no cesen, que con ellas la alabanza del Señor se extienda por toda la tierra para proclamar las maravillas que ha hecho en el humilde pastor vasco de Ibarre, Miguel Garicoits, y sigue haciendo con sus discípulos de hoy, religiosos y laicos a lo largo y ancho de la tierra!

Gaspar Fernández Pérez, SCJ

 

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smichel.jpgSan Miguel Garicoits escribe...

La Providencia dirige todo en el mundo. Para realizar sus designios usa medios que nos parece que son los menos adecuados. Hasta los impíos la sirven a su pesar, negándola. A menudo nos lamentamos de lo que hace por bien nuestro, y hasta murmuramos de lo que nos es más favorable. Dios borda un lindo tejido sobre nuestras cabezas. Alzad los ojos, sólo veis el revés de la obra, porque no os muestra más que una gran confusión. Pero cuando se os conceda considerar el trabajo de una región superior, lo veréis tal cual es y, entonces os sorprenderéis y quedaréis fascinados viendo lo que hoy vuestra ignorancia se atreve a censurar. (Padre, aqui estoy p. 81).

 


 

150° ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE SAN MIGUEL

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14 de MAYO de 1863

“Quisiera llamarlo santo; pero la Iglesia no me deja; solo el Sumo pontífice tiene el poder de declarar que un hombre es santo; ni siquiera puedo llamarlo venerable; sin embargo lo considero santo, y eso me deja mal, entonces lo llamaré el digno, el excelente, el venerable sacerdote, el querido superior de Betharram”. Estamos en el Santuario de Betharram, el sábado 16 de mayo de 1863. El obispo de Bayona, que no se puede decir que fuera un apasionado de la fundación de la Congregación, pronuncia una homilía… profética.
también las Hijas dela Cruz, en su necrológico, celebran al unísono las virtudes de su confesor: “Un sacerdote de verdad según el corazón de Dios, con un equilibrio refinado, con una doctrina segura, con una sencillez admirable, con una generosidad sin límites… Al morir fue llorado y bendecido por todos, dejando tras sí la reputación y las obras de un santo.
Pero quien puede hablar mejor de quien un día glorioso, acaba de subir al Cielo, que un compañero de camino.

El P. Miguel Garicoits, Superior de los Sacerdotes auxiliares del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram, falleció el día de la Ascensión, a las tres de la madrugada. La víspera de ese día, había ido a visitar a nuestro Obispo que estaba cerca de Betharram. De tardecita, había compartido el recreo con los padres, a quienes deleitó con la alegría más amable como era habitual en él; y la madrugada de la Ascensión, a las dos, le dio un ahogo terrible y, recibidos los últimos Sacramentos, después de haber recitado los actos de fe, de esperanza y de caridad, exclamó: “Dios mío, ten piedad de mí” y se durmió en el Señor, a la edad de 66 años.
(…)
Nuestro superior era un hombre realmente mortificado; comía poco, dormía cinco horas, trabajaba casi sin descanso, no tomaba, por decirlo así, recreos, demostraba una bondad, una caridad, una gentileza inalterable, aunque sus múltiples ocupaciones y otros detalles lo interrumpían continuamente y lo tironeaban en varias direcciones. Los asuntos le hacían olvidar la alimentación y el sueño. Se levantaba a las tres, se ponía a trabajar a las cuatro, a las seis y media daba una clase de filosofía y a las once, una de teología, a veces se quedaba en el confesionario hasta las cuatro de la tarde, sin haber comido nada en todo el día; después volvía a los libros, daba una conferencia a los padres y dedicaba el resto del día al estudio y a los otros oficios que le correspondían como superior de una comunidad.
Parecía incansable, indiferente a todo; esta abnegación total y constante le venía sobre todo del respeto y del amor que profesaba a la voluntad del Señor. Fiat voluntas tua! era la exclamación continua de su corazón. El respeto de esa divina voluntad fue lo que siempre predicó y quiso inculcar; el olvido, el desprecio de esa voluntad adorable fue lo que constantemente combatió a ultranza; buscarla con una delicadeza virginal y cumplirla como un soldado, como decía con energía, era el fin hacia el cual había que tender siempre. En pocas palabras, era la historia de su vida.
(...)
El P. Garicoits, comenzó con un solo sacerdote, el P. Guimón, la obra de los Sacerdotes auxiliares. La obra se desarrolló penosamente entre pruebas de todas clases. Hoy en día, cuenta con 50 sacerdotes, 50 escolásticos y 30 hermanos coadjutores… Provee misioneros para el Béarn; tiene tres residencias en la diócesis, tres colegios para la educación de la juventud. Envió un pequeño grupo a América para fundar dos residencias, una en Montevideo y otra en Buenos Aires, además de un colegio, en esa ciudad, que se desarrolló bien, gracias a Dios.
Nuestro superior estaba fuertemente empeñado en la consolidación de las Hijas de la Cruz. Lleno de admiración por las virtudes heroicas de esas buenas religiosas que sufrieron mucho en los primeros tiempos de la fundación, teniendo como dormitorio, durante el invierno, sólo una especie de galpón que dejaba caer la nieve sobre sus camas, etc. etc. El P. Garicoits sostenía el coraje y el celo de las religiosas… A veces, eran las once de la mañana y esas santas fundadoras, en ayunas, esperaban la llegada del sacerdote que tenía que rezarles la misa y distribuir el pan de los fuertes. (…)
En cuanto a la dirección de las almas y a la obra de las vocaciones, el P. Garicoits tenía un don muy elevado del discernimiento de espíritus. Con ese don raro, con su celo siempre ardiente, y también con la ayuda de las reglas y de los métodos admirables de San Ignacio, que utilizaba de manera excelente y sorprendente, salvó, estamos convencidos de eso, un gran número de almas…
Con ojos de águila, a través de todos las dificultades y de todas las contradicciones de una vida agitada, discernía, como por inspiración, los toques del Espíritu Santo, las ilusiones del demonio, y su cola serpentina: “Usted es un vagón descarrilado; esta es su vida: diga Ecce Venio, entre por esa senda y, una vez bien orientado, arranque”.
Los que lo siguieron fueron felices y lo proclamaron luz e instrumento providencial de su salvación. Después de ayudarlos a descubrir su vocación, los sostenía en las luchas y en medio de los obstáculos que se encuentran casi siempre en el seguimiento de una vocación; con una fuerza invencible, acompañada de prudencia, derribó casi siempre, cualquier obstáculo.
Ese corazón, tan intrépido era tan bueno como generoso; esta alma de apóstol que no conocía, por decirlo así, obstáculos, era el alma más tierna, la más amorosa que existía… Cuando veía un alma que se perdía por los caminos del mal, sentía tanta pena que hasta perdía el apetito y el sueño… Cuando hablaba de Nuestro Señor Jesucristo, de su amor, de su ternura en la Santa Eucaristía, su voz se hacía temblorosa y las lágrimas brotaban de sus ojos. Se mostraba realmente como padre de todos, sólo buscando servir a los demás, incluso pagando personalmente.
(...)
¡Oh! sí, era un santo; nunca lo vimos buscándose a sí mismo sino que siempre lo vimos ocupado en la búsqueda de la voluntad de Dios y en cumplirla. ¡Oh! sí, era un santo dotado de todas las virtudes cristianas, sacerdotales y apostólicas; era suficiente verlo para respetar y amar la religión; Era un modelo de sacerdote, una copia admirable de Nuestro Señor Jesucristo. El mismo Señor quiso testimoniar su santidad al llamarlo, el día mismo de la Ascensión, a las tres de la mañana, a la hora en que este valiente obrero comenzaba su jornada, en el momento en que Nuestro Obispo celebraba las confirmaciones en nuestra región, lo que acontecía una vez cada 4 o 6 años. ¡Ah! Tenemos la firme esperanza de que quiso cumplir esa palabra infalible: El que se humilla será ensalzado; y envió al Obispo a pronunciar sobre los restos del hombre más humilde, el elogio más lindo, creo yo, el más grande que pudo pronunciar una boca episcopal. Todos repiten esas palabras, expresión de una convicción que, desde hacía tiempo, todos tenían… Por eso, desde que el cuerpo del difunto fue expuesto a la veneración del público, acudieron de todas partes para tocar el cuerpo con objetos de toda clase; libros, objetos de piedad, pañuelos, corbatas, hábitos… Varias madres también, presentaron al cuerpo venerable a niños de un año, de dos… y, cosa notable, en mi opinión, estos pequeños estuvieron al lado del cadáver, lo tocaron sin llorar, sin intentar alejarse ni demostrar miedo… Como si esos inocentes intuyeran que el P. Garicoits durante su vida era amigo de los pequeños, los atraía con sus caricias paternas y ellos corrían a su lado como al lado de un padre, de una madre. (…)
Augusto Etchécopar, SCJ
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ORACIÓN DEL150°

Bendito seas, Padre,
Señor del cielo y de la tierra,
porque has mirado con predilección
a nuestro padre San Miguel Garicoits.
Y porque lo elegiste
y lo llamaste para confiarle
el carisma del Corazón manso,
humilde y obediente
de Jesús, tu Hijo predilecto.
En este jubileo de su subida al cielo,
los religiosos y laicos de Betharram
te damos gracias por el tesoro de santidad que
hemos recibido de él.
Concédenos, Padre,
la gracia de seguir fielmente su testimonio de vida,
para que conozcamos, amemos, imitemos
y sirvamos al Corazón de Jesús.
Infunde en nosotros la misma pasión
para que hagamos siempre tu voluntad
y la misma compasión
para servir a todos los hombres
en el corazón de este mundo, al que Tú nos envías.
Haz que la belleza de nuestra consagración
ilumine nuestras vidas,
renueve nuestras comunidades
y despierte en los jóvenes el deseo
de compartir con nosotros
esa alegría y ese entusiasmo
con el que queremos vivir el Evangelio. AMEN.

 

ESPIRITUALIDAD

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LAS VIRTUDES DEL SAGRADO CORAZÓN: LA OBEDIENCIA

Aunque sea difícil y hasta inoportuno establecer una jerarchia entre las virtudes del Sagrado Corazón, se puede sin embargo pensar que la obediencia sea la más exigente de vivir con perseverancia y serenidad . Obedecer? Yo? Si,... si pero...
« Despojarse de todo, especialmente de si mismos, completamente abandonados de corazón a la ley de amor», es un autentico desafío para la naturalezza umana. Sin embargo, San Miguel Garicoits, impactado con el ejemplo perfecto del Hijo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de Cruz, ha hecho de la obediencia la columna de la Congregación. Sin ella, llega a decir, ésta no tendría razón de ser...

El amor del Hijo al Padre se traduce en la virtud de la obediencia. Es la manera exterior que traduce la disposición interior del amor. A veces, tendemos a oponer el exterior al interior; es verdad que no siempre el exterior traduce fielmente el interior; de ahí la hipocresía que Jesús a menudo reprochaba a sus contemporáneos. Lo ideal es la coherencia de vida, de manera que nuestro comportamiento sea reflejo auténtico de nuestra disposición interior. Cuando se trata de las virtudes de Corazón de Jesús, la referencia es clara sea para el exterior que para el interior: “Jesucristo, ese es nuestro espejo, nuestro ejemplo, que no tenemos que perder nunca de vista; su vida, sus acciones, su conducta exterior e interior … compararse continuamente con él: “Tu corazón ¿es como el de él? En este momento ¿cómo actuaría él?” (DS 341).
San Miguel sufrió al ver los desplantes cometidos por desobediencia y la falta de sumisión en la propia Iglesia, después de la Revolución Francesa. Quiso que la sociedad del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram recogiera el desafío insistiendo en la obediencia. “La obediencia es la forma de nuestra Sociedad y lo que hace que sea Congregación de Betharram. Lo que tiene que caracterizarnos es el espíritu de obediencia… Si la obediencia falta, falta la razón de ser”. La obediencia de que se trata es la que reproduce la de Jesús. El texto fundante pone fuertemente el acento sobre Jesús anonadado y obediente. Obediencia y amor van juntos, en Jesús, desde su concepción en Nazaret hasta la muerte en cruz; toda su vida fue movilizada por la voluntad de su Padre que había que realizar voluntaria y libremente; fue la obediencia filial. El placer del Hijo de Dios consistía en cumplir con esa misión que le fue confiada, Lo hizo por amor y para mostrar el amor a los hombres. La obediencia que propone el Evangelio, es una obediencia filial, no servil, realizada en una auténtica libertad de hijos de Dios; San Miguel habla de “sumisión amorosa”.
Hoy en día, si para los religiosos la obediencia es un voto que exige el sacrificio de la voluntad propia para el servicio de la Congregación, ¿qué es para los laicos? Aunque un laico no esté sumiso a una ley jurídica, se le pide que realice la voluntad de Dios; no puede conformarse con intenciones o declaraciones: “No alcanza con decirme: ‘Señor, Señor’ para entrar en el Reino de los Cielos; hace falta hacer la voluntad del Padre que está en el cielo” (Mt 7,21). “Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, hermana y mi madre” (Mt 12,50).

Para los laicos, la obediencia puede realizarse en el ámbito profesional, como en el ámbito familiar. Así el trabajo no puede ser encarado como un medio de ganar un salario (lo que ya es muy importante para hacer vivir la familia), sino también como la participación en la obra creadora de Dios y, por lo tanto, una colaboración y cooperación con Dios Creador. A los cincuenta años de la apertura de Concilio Vaticano II, es bueno que nos acordemos del sentido que debemos dar al trabajo: “Lejos de considerar a la creatura razonable como un competidor del Creador, los cristianos, al contrario, están convencidos de que las conquistas del género humano son un signo de la grandeza de Dios y una consecuencia de su designio inefable… El mensaje cristiano no aparta al hombre de la construcción de este mundo y no lo lleva a desinteresarse del destino de sus semejantes; al contrario, hace de eso su deber apremiante” (GS nº 34). Por lo tanto, el trabajo profesional es un campo donde hacer la voluntad de Dios.
La realización de la voluntad de Dios encuentra su lugar privilegiado en la vida de una pareja y de la familia; la Iglesia insiste para que la pareja y la familia no sean sólo lugar de cohabitación sino una verdadera comunión de vida: “La familia es una escuela de enriquecimiento humano. Pero, para que pueda alcanzar su plenitud de vida y su misión, exige una comunión de almas impregnadas de afecto, un poner en común entre esposos, los pensamientos y también una real comunión de los padres en la educación de los hijos” (GS 52). Ubicarse dentro de esa misión y a ella comprometerse, esa es la obediencia a la que ustedes son invitados. Entonces, salimos de la concepción estrecha de la obediencia reducida a la ejecución de algunas órdenes recibidas. Se trata de cumplir una misión a la que un día dimos nuestro “S͔ entusiasta y que exige generosidad cotidiana.


PREGUNTAS :

1.- “Hacer la voluntad de Dios”, es un lema utilizado por los betharramitas como encabezado (FVD). ¿En qué consiste, para nosotros, religiosos y laicos?

2.- ¿Cuáles son las cualidades interiores, las disposiciones del corazón que hay que vivir en las diversas posiciones (comunidad o familia, trabajo o misión) para ser cada vez más fieles a la espiritualidad de nuestro Fundador?

3.- “No es a la fuerza como se recibe lo que Dios nos envía, sino que es con respeto y amor”; esta era la lección de San Miguel al hermano cocinero algunas horas antes de su muerte; ¿Cómo vivir hoy ese abandono a la voluntad de Dios?

Laurent Bacho, SCJ

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Esempio di preghiera come “zampillo d’amore” in Charles de Foucauld  

 


NARRATIO  FIDEI

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¿5 minutos con...? No, durante este año jubilar, se interrumpe la serie de presentación de las comunidades para dar paso a otro tipo de testimonio de vida, a corazón abierto.
La celebración de los 150 años de la muerte de nuestro Fundador nos invita más que nunca a meditar su recorrido aquí abajo, las vicisitudes de su existencia, los impulsos de su corazón, las profundas convicciones y el acto de fe que transmitió en sus escritos y en su misión entre los hombres y las mujeres de su tiempo.
Como ayuda para esta meditación, hemos pedido a algunos de nuestros hermanos que nos cuenten su propia experiencia de fe sobre los temas preferidos de San Miguel. No les parece un buen modo de cultivar la comunión fraterna, “de elevarnos (nosotros mismos) y de arrastrar a los demás a la perfección” (RdV 95, DS 331)
Este 14 de mayo, aniversario de la subida al cielo del sacerdote Miguel Garicoits, el P. Gustavo Agín scj se tomo un tiempito de silencio, de reflexión y de oración y se nos manifestó a partir de la Palabra de Dios (Jn. 21,22) y un pequeño párrafo de la Doctrina Espiritual. ¡Vamoa a escucharlo!

La Palabra de Dios

“Si yo  quiero que él se quede hasta que yo vuelva, ¿qué problema hay?. Vos seguime. “ (Jn 21,22)

Un texto de san Miguel

El amor es lo que arrastra al hombre. Es el resorte secreto que hay que descubrir en los postulantes y en los novicios. Ésa es la semilla divina a desarrollar en los corazones. Si falta, no hay nada que hacer. (...) El amor tiene que ser siempre humilde y discreto; el de Pedro va demasiado lejos, se mete en lo que no le corresponde. La cruz deben compartirla todos los amigos del Salvador; pero la naturaleza, el grado de sufrimiento, es un secreto  reservado. ¡Atrás la curiosidad indiscreta! “Si quiero que él quede, ¿a ti qué te importa? Tu asunto es seguirme” (Jn. 21, 22). San Juan es admirable: no dice, no pide nada... Nada de indiscreción, ni de curiosidad... Está dispuesto a todo. No quiere saber nada y se abandona apacible y amorosamente a la guía de su querido Maestro. ¡Qué bueno, si todos estuviéramos dispuestos a caminar, sin manifestar oposición, ni murmuraciones, sin reclamar, inquietos..: “Me voy, ¿y quién me reemplazará?”, sin más preocupación que la de responder al llamado del Señor: Sígueme. Esto me basta. ¿Qué me importa lo demás? ¡Qué hermoso espectáculo ofreceríamos a Dios y a los hombres! Y semejantes ejemplos, ¡qué dominio ejercerían en los corazones!... (P)

Silencio Personal

Narratio... Ante todo quiero confesar que me siento feliz de la vocación recibida, no sé si tanto como Pedro después de Tiberíades, pero feliz. Cada vez que tuve que obedecer a un mandato explícito de mis superiores, una nueva misión, por ejemplo, confieso que me costó aceptarlo con ejemplaridad:  sin demora y sin reservas. Hubo siempre un tiempo de discernimiento… Cavilaciones, gozos, luces, sombras, luchas, etc. A veces sin muchas alternativas comprendí que era la Voluntad de Dios y allí me lancé… El hecho de haber aprendido de los mayores a sentirme libre para escoger entre “lo bueno” y “lo mejor” significó en esos momentos una gran ayuda para mí”. Por eso veo en  las dudas y temores de Pedro al religioso que he sido y que soy. Admiro a Juan, pero no tengo su fineza, su incondicionalidad y fidelidad ejemplares. En 1998, cuando dejé el Colegio San José (a punto de cerrar), me pregunté: ¿de qué sirvieron estos tres años de joven ministerio…?. Cuando me propusieron prepararme para trabajar en la Formación le dije a mi superior: ¿haré esto 10 años…?. Cuando fui Maestro de Novicios de la región, dije: ¡Me regionalizaron, ya no pertenezco a ninguna parte…!. Cuando tuve que asumir como Regional me dijeron: ¡La región se te cae en la espalda!... ¿Qué dices?... Sólo hubo un rostro de desconcierto, una noche de desvelo y después: acepté. Cada tanto reniego un poco de la respuesta dada... Como ven: soy “otro pedro”, siempre asustado sobre la barca. Jesús se ríe de mí, y me dice: ¡hombre de poca fe!

¿Qué me dicen estos pasajes a mí?
Me he detenido en la indiscreción de Pedro sobre el “futuro” de Juan. Pienso que muchos de los Betharramitas de hoy (yo mismo sobre todo) somos como Pedro. Juan, que aparece como creyente ejemplar,   es para mí como “la Familia de Betharram”, tal cual la soñó San Miguel. Veo cuán presente está en nuestra vida esta actitud petrina ciertamente reprobable, aunque muy humana. Preocuparnos por lo que fuimos, lo que somos, lo que seremos…, angustiarnos, cuestionarnos y cuestionar. Mirar al otro, compararnos. Un espíritu que no nos deja a lo largo de los años…  Felizmente, otros santos hermanos de nuestra pequeña familia no suelen hacerse esos problemas... Son los “juancitos” de siempre, los que suelen recostar su cabeza en el pecho del Señor, y ayudar con su testimonio.
Personalmente, me dice mucho la respuesta de Jesús: ¡si yo quiero que él se quede... Tú sígueme!. E imagino en mi interior que podría seguir diciendo: “¡sígueme!. Porque yo entraré en la Historia humana en el momento oportuno. He venido a salvar y lo seguiré haciendo. No debes temer, simplemente vive como yo y entrega tu vida por mí.
Yo pensaba:  Sobre mis espaldas metieron el arado y alargaron los surcos. Pero el Señor, que es justo, rompió las coyundas de los malvados (Smo. 128).
El Señor que libera los pueblos y los corazones me dice: “Yo roturaré la tierra  y te daré la semilla para que siembres suave y profundo, y haya vida abundante”. “Tú eres mi elegido, mi instrumento. Sólo debes poner  tú la Misericordia de Jesús,  el Rostro humano del Amor divino”.
A medida que la madurez va llegando creo cada día más en este Dios encarnado, que camina con  su Pueblo en la Historia. Si caminamos con él:  ¿Quién podrá contra nosotros?

¿Cómo trato de vivir lo que esta palabra me muestra?
Es sabido que, en el seguimiento de Jesús, no siempre logramos todo lo que nos proponemos. Lo que intento hacer es mantener siempre un corazón de discípulo. Aprender de las personas, de los cargos, de las responsabilidades, de los errores, de los aciertos, etc. Y aprender a aprender. Porque no siempre hacemos lo que debemos y podemos frente a la vida misma. Me ha edificado mucho, como Regional, la disponibilidad betharramita de algunos hermanos: a quienes pedí cambio de comunidad, o aceptar una responsabilidad de superior, o simplemente dejarse ayudar o reconciliarse con otro. Con qué disponibilidad han respondido algunos a ese “sígueme”. Qué pequeños quedan mis “sí” frente al “sí” de un anciano octogenario que acepta un cambio, o de un hermano enfermo que no deja de trabajar hasta la muerte, o de un joven religioso lleno de vigor evangélico que me dice sonriente “Aquí Estoy” para lo que el Betharram misionero me necesite, y cumple su palabra.
¡Cuánto he aprendido!. Le pido al Señor que yo pueda seguir reconociendo su Rostro en el de los hermanos que me ha dado. En la ovejas dóciles, que reconocen en el arriero la voz de su Pastor, y cumplen lo que proclaman.
También he aprendido a tener paciencia de las ovejas rebeldes e inquietas, que no se dejan pastorear por el Espíritu Santo, ni por sus indignos representantes. Ellas nos ayudan a recordar a cada instante quién es el Dueño del Rebaño y de la Mies. El Buen Pastor y Rey, y son,  ¡por ser ariscas: aún más amadas!
Aprendo día a día de aquéllos laicos que con actitud joánica, comprenden la fragilidad de nuestros religiosos y asumen la correponsabilidad en la evangelización desde las obras betharramitas, con un espíritu de disponibilidad y pertenencia que ha de cuestionar a más de uno de los nuestros…
Finalmente mi oído de discípulo se detiene ante la Parábola viviente de algunos hermanos mayores que van marchando hacia la Betharram del cielo de manera ejemplar. Abandonados, como el Buen Ladrón, en las manos abiertas de Jesús crucificado.

¿Hacia  qué te invita a mirar (cambio, una mayor disponibilidad, obediencia, simplicidad, ...)?
El camino es largo: “come y bebe”, le dice el Señor a Elías. Tengo la convicción de que este desierto de betharram del siglo XXI conduce poco a poco hacia un Horeb. Lo siento internamente, porque el Corazón de Jesús, en que creo, guía al encuentro transfigurado con el Dios Viviente. Miro hacia el horizonte. Mi cambio se provoca en el camino, casi imperceptiblemente, a la escucha de la Palabra compañera, la que hace “arder el corazón”. Lo que quisiera es que este Amor que un día me sedujo por Jesús, anonadado y obediente, seduzca a muchos más para seguir construyendo la Iglesia. Miro a todos los que hoy forman parte de nuestra familia y les digo lo que me dijo hace un mes el flamante Arzobispo de Buenos Aires, Mons. Poli,  cuando lo saludé al final de la misa de posesión al frente de la Arquidiócesis:   - “Monseñor –le dije- , te traigo el abrazo de los padres betharramitas (aquí se los llama aún “bayoneses”)”: El se alegró, me abrazó y me dijo: ¡Siguen vivos!... ¡Gracias!, me alegro mucho, ¡Ánimo!.
¡Seguimos vivos!
Si la Vida provoca alegría, entonces me propongo desde este momento: tener más vida y más alegría para compartirla con todos, especialmente con los más pobres, solos, y necesitados del Amor de Dios. Entonces pasaré (pasaremos) a ser más parecidos a Juan y no tanto a Pedro:
“Si Yo quiero que él quede vivo hasta que yo regrese…? ¿A ti qué…?
¡Betharram vive!, y vive para amar y para compartir la misma felicidad que nos ganó el corazón.

¿Qué oración me sugiere esta reflexión?...
Dios de Amor, tú nos llamaste a seguirte de cerca en esta pequeña familia de Betharram.
Nos diste a tu Hijo Jesús como modelo, medio y estímulo para llegar humildes ante  ti, con el corazón dilatado de amor por todas “víctimas del desamor” en este mundo.
Enséñanos a servirte como discípulos convertidos en misioneros, movidos por el Fuego arrollador de la Pascua de tu Hijo crucificado - resucitado.
Haz, Padre, que  construyamos un mundo más humano y sensible a su anonadamiento que nos dignifica y hace santos.
Que la obediencia por amor que proclamamos, la vivamos en la verdad como lo hicieron: María, San Miguel y el P. Etchecopar.
Que con ellos hagamos de toda nuestra vida un alegre Magníficat que resuene por toda la tierra. Amén.

 

Hijo espiritual de los “Bayoneses”, el P. Gustavo Agín es un argentino de pura cepa. Se puede decir que su vocación nació en los bancos de la escuela, ya que conoce y se aferra a la Congregación desde su más tierna edad como alumno de Barracas, donde percibe la fuerza del testimonio de algunos Betharramitas, especialmente del P. Cefernino Arce.
Desde su primera profesión, el 24 de febrero de 1990, avanza tanquilo y sin hacer ruido por le camino, asumiendo las responsabilidades que se le confían pronto y que no le dejan mucho tiempo para descansar: Asistente de la Provincia del Río de la Plata, Superior de la comunidad de formación de Martín Coronado, Superior de la Región P. Augusto Etchecopar...
Por su capacidad de escucha y de discerniemiento, el P. Gustavo es también solicitado para acompañar a losnovicios de la Región Etchecopar y a los jóvenes que se preparan a la profesón perpetua enlas sesiones internacionales. Cuidado, no se lo imaginen de ninguna manera caminando delante ellos como un explorador, sino caminando con ellos coco con codo, ayudando a cada uno a poner su pies sobre las huellas de Jesús.
Para esta primera “Narratio Fidei”, en este 14 de mayo de 2013, le agradecemos que se haya prestado a compartir con nosotros con autenticidad, intimidad y fraternidad.


 

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5. LAS CONSTITUCIONES DE 1869 Y DE 1870

 

1869
No se podía quedar  así. El P. Etchecopar, al llevarle el resultado negativo, acertó a proponerle y consiguió que le agradara un nuevo medio para salir del impase: el Obispo dejará a la Congregación que ella misma elaborara su regla, debiendo sometérsela para que la aprobara antes de presentarla a Roma.
Se apuraron para aprovechar esta buena moción del prelado y - un poco a las prisas, es cierto - redactaron una constitución que parecía convenir a la comunidad. Por miedo a un rechazo episcopal, sin embargo, se atuvieron lo más posible a los estatutos anteriormente rechazados por su insuficiencia.
Quedaron hasta demasiado cerca. Porque si el Obispo aprobó el texto que se le presentó sin modificaciones, aceptando además someterlo él mismo a Roma, cuando fuera al Concilio, que estaba a punto de comenzar, la Santa Sede se mostró más difícil y exigió las dos condiciones siguientes para dar su aprobación: que el Instituto “tenga su vida propia bajo la autoridad de un Superior nombrado por  él  y tomado de entre sus miembros; que los miembros al hacer el voto de pobreza, no se reserven más que la simple propiedad de sus bienes y que renuncien a la administración, al uso y al usufructo de los bienes.”
Esta decisión fue transmitida a Betharram por el Secretario general del obispado,  el P. Inchauspe. Había que volver a poner manos a la obra. Se pusieron a ello.

1870
El Capítulo General fue convocado y se reunió el 17 de Agosto de 1870 para elaborar el nuevo Código; pero la cosa se presentó en seguida muy trabajosa, como puede apreciarse por las actas de esa asamblea. Los mayores, profundamente marcados por el santo Fundador, querían reglas totalmente conformes con su manera de pensar. Los que habían venido después y no habían conocido los orígenes pedían más libertad y tenían temor sobre todo del voto de pobreza. Unos proponían tomar simplemente los estatutos de los antiguos Capellanes de Betharram, otros adoptar la Regla de los Lazaristas. Las discusiones fueron intensas. El Espíritu Santo intervino sólo al final como sucede en los Concilios, y se redactó un texto que refleja bastante bien el pensamiento de San Miguel aunque las fórmulas no recuerdan ni de lejos las suyas. Había sobre todo un capitulo destacable sobre el espíritu del  Instituto.
Esta Constitución fue llevada enseguida a Bayona, pero Mgr. Lacroix no tuvo prisa por firmarla. ¿Deploraba la condescendencia que había tenido el año anterior ? Lo cierto es  que guardó la Regla en su armario todo un año, y solo se obtuvo su aprobación (el 18 de Oct. de 1871), a fuerza de insistir y además con la restricción de que este texto no sería presentado a Roma.
El Instituto vivió cuatro años con esta regla. Ella permitió, en 1872, proceder a elecciones regulares, que mantuvieron como superior al P. Chirou, mientras que el P. Etchecopar era elegido vicesuperior y visitador general.
Se conoce la intervención milagrosa de Sor Maria de Jesús Crucificado que hizo que Mgr. Lacroix se decidiera a enviar estas reglas a Roma, en el mes de Mayo de 1875. Es cuando el Obispo escribió o por lo menos selló el siguiente texto:
“Santísimo Padre, tengo la suerte de poseer en mi diócesis una Congregación de sacerdotes regulares, establecidos bajo el nombre de Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús que observan una regla común bajo la dirección de un superior general. Fundada en 1832 por un sacerdote impulsado por el Espíritu de Dios, a la sombra del antiguo y venerado santuario de Nuestra Señora de Betharram, ha crecido y prosperado con una rapidez maravillosa.”
Seguía una apreciación muy elogiosa de estos religiosos, y el prelado acababa no sin meritos, con estas líneas:
“Creo que esta piadosa asociación es digna de apoyo, y yo uno mis súplicas a las de los piadosos sacerdotes que la componen para que Su Santidad se digne conceder a sus constituciones la aprobación apostólica.”
Con este documento y el viaje a Roma del P. Estrate y del canónigo Bordachar, Betharram daba el paso decisivo para realizar uno de los deseos más queridos del corazón del P. Garicoits.

Pierre Duvignau, SCJ

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