La Regla vivida

En la vida consagrada, la obediencia no es una medalla para reconocer una buena acción sino una disposición del espíritu y del corazón que no pone condiciones. En el fondo, la etimología nos pone en el buen camino: obedecer, del latín “ob-audire”, “poner el oido a alguien”.

Hablar de la obediencia non es nada facil. ¡Imagínense cuando se trata de redactar los artículos de la Regla de Vida sobre el tema para los betharramitas de hoy y de mañana! Como el P. Beñat Oyhénart scj trabajó en esa misión con los otros miembros de la comisión encargada de dicha Regla, nos habla de la obediencia yendo a la fuente misma de su inspiración.

“¡Por suerte que está el Buen Dios!”

¡Tenía que pasar! ¡Tenía que pasarme! Hablar de la obediencia, cuando observé que los que más hablan de ella o mejor, son los que demasiado a menudo hacen lo que les parece…

¡Ah! La obediencia. Hablemos de eso.

¿El primer voto de un betharramita? Al otro día de una Revolución francesa que desestructuró la Iglesia y la sociedad, Miguel Garicoits vio a obispos llorar por la desobediencia de numerosos sacerdotes; eso fue una de las causas que lo llevó a intuir la necesidad de crear una Congregación. El P. Augusto Etchécopar, en los Pensamientos, después el P. Pierre Duvignau en La Doctrina espiritual, le dedican a la obediencia uno de los capítulos más largos.

Nuestra Regla de Vida equilibra la presentación de los tres votos: 16 números para la “Castidad consagrada”, 12 para la “Pobreza evangélica” y 14 para la “Obediencia betharramita”; la elección de los adjetivos no es casual. Castidad, Pobreza y Obediencia: el Vaticano II expone los votos en ese orden; Betharram también. Y está muy bien. El amor, sólo el amor, el amor que significa el voto de castidad, puede justificar la pobreza y al obediencia. Inclusive, en el nº 64 se dice: “Vivimos la obediencia religiosa en la perspectiva del misterio de la Encarnación. [Estamos] unidos a Cristo el la ofrenda de todo nuestro ser, por amor…”.

No lo olvidemos nunca? En Miguel Garicoits todo parte de la contemplación del Amor de Dios manifestado en la Encarnación del Hijo. Éste dice: “Aquí estoy”, aniquilándose por amor, hasta la muerte, la muerte más vergonzosa, la de la Cruz. “Delante de este espectáculo prodigioso” nos sentimos “empujados a entregarnos”, a consagrarnos por los votos. “Obedecer” no pasó de moda. Hablar de anonadamiento es pertinente, hoy en día . No se puede suprimir, ni siquiera callar, las Palabras de Dios…

En el texto fundante, Miguel Garicoits nos lleva al himno de la carta a los Filipenses: “Cristo Jesús se anonadó…, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó… Por eso, queridos míos, ustedes que siempre han obedecido, trabajen por su salvación con temor y temblor. Porque Dios es el que produce en ustedes el querer y el hacer, conforme a su designio de amor” (Fil 2,7… 13).

Sin duda la obediencia no es sin sufrimiento. Inclusive para Jesús: “Padre, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.” (Mt 26, 42). Pero ¡qué soberana libertad la de Jesús en la Pasión según el evangelio de Juan! Ese extraordinario versículo: “Antes de la fiesta de Páscua, sabiendo que su hora había llegado de pasar de este mundo al Padre, Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn 13,1).

Ala Hna María Rafaelina, hija de la Cruz, superiora de la comunidad, Miguel Garicoits recomendaba: “El Señor las destina (a sus hermanas) a trabajar a su servicio, no como esclavas, sino voluntariamente, por amor. Comience entonces, por ganar sus corazones y su voluntad. Haga de manera que sepan bien que usted las ama. Ámelas sin límites, porque Dios las ama y porque ellas son capaces de amarla, y actúe siempre con suavidad”. A la misma, poco después, insiste subrayando: “POR AMOR”.

Cada uno tiene el derecho de ser amado; cada uno tiene el deber de amar. Con Miguel Garicoits miremos también “cómo hay que mirar las cosas: hay que ejercer, dentro de los límites del propio empleo, la inmensidad de la caridad”. Si cada uno se toma el tiempo de escuchar al otro –no una ráfaga de viento, no una vez, de paso- entonces, la vida juntos (en comunidad, en vicariato, etc.) ¿no es más fácil? La “confianza” ¿no sería, entonces, otro nombre de la “obediencia”?

Sí; “Por suerte está el buen Dios” y nos ama.

Beñat Oyhénart, scj

Artículo 64 - Vivimos la obediencia religiosa en la perspectiva del misterio de la Encarnación. Unidos a Cristo por el ofrecimiento de todo nuestro ser en el amor, nos hacemos libres renunciando a nuestras aspiraciones más legítimas por fidelidad a la misión de la comunidad. Así nos hacemos realmente discípulos de Jesús “que caminan con el corazón lleno de santa alegría, que corren y vuelan al servicio de Dios”.