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Gustavo India
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14/05/2015

La Palabra del Superior General

Garicoits y Cestac

Los hijos de Garicoits estamos contentos de compartir, con las Siervas María, la alegría de la Beatificación de su “bon Père”, Luis Eduardo Cestac. Nos unimos a estas hermanas para alabar al Señor por el don precioso del P. Cestac para la Iglesia particular de Bayona y para la Iglesia universal, en especial en Francia, España, Argentina, Uruguay, Costa de Marfil e India.

Garicoits y Cestac eran muy amigos. Esta amistad nació en el colegio San León de Bayona. Cestac, que era más joven, estaba en un curso superior al de Garicoits, que tenía que trabajar como criado para pagarse sus estudios. La amistad creció porque fueron alumnos al mismo tiempo en el seminario de Aire-sur-Adour, donde Garicoits era becado y sobre todo durante los tres años que fueron profesores en el Seminario menor de Larresore.

Los dos son sacerdotes de la diócesis de Bayona. Los dos soportaron el espíritu de independencia y de insubordinación que generó la Revolución francesa en la Sociedad y en la Iglesia de su tiempo. Los dos buscaron soluciones concretas para poner remedio a los problemas de su tiempo fundando sendos institutos. Pero creo que lo que más distingue a los dos es su compromiso por vivir de verdad el Evangelio en el mundo que les tocó, siendo auténticos discípulos misioneros de Jesús, anonadado y obediente, Hijo de Dios y de la Virgen María. Los dos, después de encontrarse con Cristo, asumieron la realidad de su tiempo sin condenarla y se entregaron con coraje a evangelizarla.

Garicoits y Cestac se tienen un gran afecto y confianza. Cuando Cestac, fundador, tiene que escribir las Constituciones de las Siervas de María va a Betharram, atraído por la presencia de María, y donde su amigo Garicoits lo recibe contento. Cuando Cestac necesita capellanes para atender espiritualmente a sus religiosas dirá Garicoits: “En cuanto al asunto del que me habla, estoy dispuesto a hacer todo: 1° para obedecer al Obispo. 2° Además por la estima y el interés que me inspiran las obras del Señor Cestac. Pero como ya tuve la ocasión de decirle al Sr. Cestac, tengo dificultades para ocuparme de la Parroquia… Lo mejor sería que se pueda encontrar la manera de arreglar todo para que no tengamos que encargarnos de la parroquia. Preferiría ser en esa situación auxiliar del Sr. Cestac y del párroco, ni más ni menos… Dígale (al Sr. Cestac) que puede contar con todo lo que yo pueda hacer.” (Corr. T.II, carta 244, pags. 85-86).

Así sucedió, como Garicoits le dijo al “abbé” Sauveterre, párroco de Anglet, nuestra Congregación nunca se ocupó pastoralmente de la parroquia; en cambio, en 1860, el P. Casau fué el primer capellán betharramita de las comunidades de Siervas de Marìa que vivían y trabajaban en el centro social de N.S. del Refugio de Anglet. El segundo capellán, también betharramita, fué el P. Salvat Etchegaray, que dio consistencia a todos los proyectos de N.S. del Refugio, una vez muerto el P. Cestac. El P. Etchegaray, con la colaboración del P. Etchecopar, llevó a Roma la Regla de vida de las Siervas de María, que fue aprobada por la Santa Sede con el decreto del 15 de abril de 1878. El P. Etchegaray había muerto ocho meses antes.

El P. Cestac era un pastor con “olor a oveja”, como Jesús; se conmovía ante las necesidades materiales y espirituales de los pobres, las niñas, las mujeres que vendían su cuerpo para poder sobrevivir… Esa compasión manifestada en obras de misericordia: gastaba su sueldo en dar limosna a los mendigos, abrió un orfelinato para los niñas de la calle, un hogar para prostitutas, un colegio para formar a estas chicas. Así va surgiendo el centro social de Nuestra Señora del Refugio en Anglet. !Qué frutos de conversión! Algunas de esas niñas y de esas mujeres aspiran a “más” (el magis ignaciano): !serán religiosas y hasta “bernardinas”! Cestac sólo tiene que confiar y dejarse guiar por lo que el Espíritu le va diciendo a través de esas mujeres. Es así como va naciendo la congregación de las Siervas de María.

Además de la amistad, San Miguel Garicoits tenía una gran admiración por la persona y las obras del “abbé” Cestac. “Hombres tan modestos y humildes ante Dios, son capaces de cualquier bien. Cuanto más débiles, tanto más fuertes. Ejemplo el P. Cestac y su comunidad de quinientas personas. Vivían en la más completa miseria temporal y espiritual. Se confesaban a veces después de un mes con diferentes confesores, sin una dirección espiritual seguida. Sin embargo, la obra era un verdadero ejemplo, era como una Tebaida”. (D.S. 295)

“¿A quién bendice Dios? Al P. Cestac. Una vez iniciada la obra de Dios, la prosigue, a pesar de cualquier tipo de obstáculos. Y así, la arena se transforma en tierra fértil... Y son muchas las pecadoras en la senda del bien y en la más alta virtud. Imitemos esos ejemplos: no demos la espalda a nuestra vocación: es demasiado santa y hermosa…” (D.S. 297). El P. Cestac con la colaboración de todas las mujeres que acogía en N. S. del refugio de Anglet, consiguió transformar las dunas que había formado el mar, en un vergel, que todavía se puede admirar.

La amistad y la colaboración entre Garicoits y Cestac ha perdurado desde 1860 hasta hoy entre los betharramitas, hijos de Miguel Garicoits y las Siervas de María, hijas de Luis E. Cestac a lo largo de este tiempo. Una comunidad de tres Betharramitas sigue asegurando el servicio de la capellanía en N.S. del Refugio. Recuerdo que en otros tiempos comunidades de hermanas prestaron servicios en Betharram, Casablanca y Mendelu. Nunca olvidaré a Sor Jacoba, su sonrisa, su trabajo intenso del amanecer al anochecer en el apostolicado de Mendelu. !Qué ejemplo de fidelidad y entrega en el cumplimiento del deber para servir a los hombres y en ellos a Dios, al que le había consagrado la vida! En el proceso de beatificación junto a Sor Louisette, han colaborado dos betharramitas: el P. Jacky con sus conocimientos de postulador y el P. Frigerio con un servicio discreto de mediación.

Por intercesión del “bon Père Cestac”, y de San Miguel Garicoits, pedimos a Jesús que nos dé entrañas de misericordia para poder ser verdaderos discípulos misioneros suyos, sensibles a las necesidades de los hermanos, acogiéndolos con ternura. Así lo expresaba “le bon Père” Cestac confiando en María, a la que tanto quería: “quiero recomendaros una cosa, y es que le pidáis a la Virgen que dilate nuestros corazones para los pobres y los desdichados. Veo con gran alegría que nuestra Señora sigue este camino. Dar y dar siempre a todos los desdichados, sin cálculo ni previsión humana…”.

Gaspar Fernández Pérez, scj
Superior General

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