Vida de la Congregación (Continuación)

Dos jóvenes religiosos betharramitas del vicariato de Costa de Marfil comparten en esta intervención su alegría de haber sido ordenados sacerdotes. Agradeciendo a Dios que los llamó, sus formadores que los han guiado y sus hermanos mayores que los enriquecieron con su testimonio, Manifiestan la alegría de poner sus vidas al servicio de sus hermanos en la Iglesia, enviados por la Congregación.

Padre Vincent de Paul WOROU Dimon, SCJ

“El Hijo del Hombre vino no para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por la multitud“ (Mc 10,45)

El 18 de julio de 2015, en la iglesia parroquial de Santa Teresa de Godomey, en Cotonou (Bénin), para el anuncio del Evangelio y el servicio de la Iglesia, recibí de las manos de su Excelencia, en Nuncio Apostólico del Bénin, Mons. Brian Udaigwe, el encargo del ministerio presbiteral que me hace sacerdote de Jesucristo para siempre. Hago mías las palabras de nuestro Fundador, San Miguel Garicoits: “Dios, Padre nuestro, tú nos llamaste; tú nos llamas con todo lo que eres. Por fidelidad a ti, Dios mío, para toda mi vida, digo: Aquí estoy sin demora, sin reserva, sin vuelta atrás, por amor”. Que el Señor haga de mí, un sacerdote según su Sagrado Corazón. Sí, un largo camino en presencia del Señor, por una estrada marcada por experiencia y testimonios de fe, de prueba, pero también de alegría, de felicidad y de agradecimiento. Y frente a ese gran misterio, no me canso de afirmar mi indignidad y la insondable misericordia de Dios en mi proceso de vida. Mi vocación a la vida religiosa y en mi familia betharramita me parece como un misterio, una realidad que aprendo día a día. De hecho, cada día descubro el deseo constante de consagrarme al servicio de la promoción humana, al servicio del hombre y de todos los hombres. Siempre deseé ser instrumento de Dios para devolver esperanza a los desesperanzados de la vida para levantar al Hombre. Mi objetivo es el de abrirme a la gracia de Dios, a la acción del Espíritu Santo y a mis superiores, sin demora, sin reserva y sin vuelta atrás. ¡Adelante siempre!

Padre Vincent de Paul WOROU Dimon, SCJ
Nací el 27 de setiembre de 1977 en Savè, en el Benin. Comencé mi camino vocacional con la comunidad en noviembre de 2004. Dos años más tarde, entré en comunidad para los dos años de filosofía en el seminario mayor de Abidjan Kouté. Dos años de noviciado de los cuales el año canónico fue en Belén y el 2º en nuestra comunidad de Dabakala, en preparación a la primera profesión religiosa el 28 de julio de 2010. El 27 de julio de 2014 pronuncié los votos perpetuos en la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram.

Padre Jean-Paul KISSI Ayo, SCJ

Nací el 30 de julio de 1979 en Dabou, ciudad ubicada a 49 km al oeste de Abidjan (Costa de Marfil), conocí la Congregación por medio de un compañero de clase en la secundaria. Era aspirante en la comunidad de Betharram en Adiapodoumé. En una conversación le compartí mi deseo de ser religioso sacerdote y él me propuso, entonces, que me presentara a la Congregación de Bethrram. Compartí después ese deseo con los Padres de mi parroquia. Uno de ellos que había estado en la Congregación, es decir el P. Duvernet, me puso en contacto con los responsables de la comunidad de Betharram en Adiapodoumé. Fiu allí y encontré personas alegres. Fue así que comencé mi recorrido con los religiosos de Betharram para hacer yo también esa experiencia de alegría y de felicidad que animaba a esos jóvenes religiosos llenos de vida.
Fue así que comencé mis primeros pasos en la Congregación de BEtharram en 2006, como postulante. El aspirantado me permitió descubrir un poco la espiritualidad de San Miguel. Me marcó sobre todo el “Aquí estoy” del Hijo al Padre como subraya San Miguel en sus enseñanzas y en sus escritos. Descubrí que, para él, el discípulo de Cristo tiene que ser él mismo una ofrenda a sus hermanos y sus hermanas. Tiene que entregarse sin medida y especialmente por amor a ellos. De ahí el lema que siempre me impresionó “Aquí estoy sin demora, sin reserva, sin vuelta atrás, por amor…”. Vi a Padres y Religiosos que se entregaron, que dieron su vida, que estaban al lado de hombres y de mujeres, de los más pequeños, para hacerles descubrir el rostro de Jesús que se encarna en medio de ellos.
Me marcaron también mis años de noviciado en Tierra Santa. Allá descubrí otro tesoro de Betharram, un tesoro dejado por Padres y Hermanos que consagraron sus vidas y que permanecieron fieles. No quiero dejar de mencionar la sesión en ocasión los Votos Perpetuos, en Betharram. A lo largo de esta sesión toque con mano el gran tesoro de Betharram. Tuvimos la gracia de encontrarnos con nuestros Padres ancianos que nos enseñaron y nos animaron con su profunda experiencia de vida religiosa. Eso hico crecer en mí el deseo de ofrecerme siempre a Cristo en fidelidad y sobre todo por amor hacia los otros. También me marcaron para siempre los dos años pasados en Jordania, durante los cuales fui ordenado diácono. Eso me permitió descubrir otra cultura, otro pueblo, otra lengua y la necesidad de la misión de Betharram.
A lo largo de mi formación aprendí mucho, con la ayuda de los Padres y Hermanos que me acompañaron; permítanme mencionar aquí a los PP. Théophile y Sylvain en el Postulantado, al P. Hervé en el noviciado y al lP. Laurent a lo largo de mis años de escolasticado y, evidentemente, a todos los que me acompañaron y me ayudaron con su presencia y sus consejos. Doy gracias con ellos, por todo este camino de amor y de entrega en el seguimiento de San Miguel Garicoits, nuestro Padre. Con ellos, cultivé el abandono y la ofrenda de mi persona a Cristo, según la invitación de San Miguel para decir siempre a Dios “Aquí estoy, Señor”; Aquí estoy para estar contigo, aquí estoy para reproducir, contigo, el impulso del Verbo Encarnado. En otras palabras, aquí estoy para ser testigo viviente de Dios que se hace pobre, humilde y presente por nuestro intermedio nosotros, para todos los hombres sin distinción de raza ni de lengua ni de cultura.

“No son ustedes que me eligieron a mí, sino que yo los elegí a ustedes” (Jn 15,16)

Para mí, ser Betharramita es aceptar entregarse a Cristo en un “aquí estoy” continuo, con todo lo que somos para hacerlo presente en todas partes donde él nos quiera, allí donde quiera que seamos testigos de su Evangelio. Es ser testigos de su amor en el corazón del mundo poniendo nuestras raíces en su Sagrado Corazón. Es procurar para los demás la felicidad que él mismo nos dio.

Mi sueño de joven sacerdote es hacer conocer más la espiritualidad de San Miguel Garicoits. Y trabajar para que surjan vocaciones religiosas betharramitas en Tierra Santa.