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14/09/2015

El obispo de Roma en la vida de la Congregación

Papa Francisco al Paraguay

El obispo de Roma en la vida de la Congregación

Respondiendo a la primera pregunta que le dirigió un periodista en el vuelo de vuelta de América Latina, el Papa Francisco describió la Iglesia del Paraguay como “una Iglesia viva, una Iglesia alegre, una Iglesia que lucha y que tiene una historia gloriosa”. ¡Y una Iglesia que tuvo que ser paciente durante 27 años antes de poder recibir de nuevo a su papa… ! Naturalmente la acogida estuvo a la altura de esta espera. Algunas semanas más tarde, el P. Tobia Sosio scj nos hizo probar de vuelta la alegría de ese acontecimiento de la Iglesia.

“Bienvenido Papa Francisco….juéguense la vida por grandes ideales” Así decía el cartel a la entrada del Colegio San José de Asunción. Todos hablaban del cariño especial que el Papa, en varias ocasiones, había manifestado hacia Paraguay; los jóvenes, en especial, tenían grabado en su memoria la hermosa experiencia vivida en Rio, en ocasión del encuentro mundial de jóvenes.

50.000 jóvenes se alistaron como ¨servidores del Papa¨ y más 30.000 estudiantes formaron el cordón de bienvenida, desde el aeropuerto hasta la Nunciatura: un pueblo muy religioso, muchos niños y jóvenes, todos agolpándose al borde de la ruta, viendo pasar a gran velocidad el Papamóvil. Pero han sido los encuentros y celebraciones con el Papa Francisco y su gran capacidad de conectarse espontáneamente con el gran público lo que quedará grabado por mucho tiempo en el corazón de la gente.

Nosotros, los religiosos de Betharram, tuvimos la suerte de recibirlo en nuestra casa, en el estadio León Coundou, para uno de los encuentros más esperado: ¿qué mensaje tiene reservado el Papa para los representantes de la sociedad civil? La Universidad Católica, quien ha organizado este evento, afirmó que 1600 grupos y asociaciones civiles han sido invitados para participar en este encuentro, aproximadamente 4000 personas. La gente recordaba aquel famoso encuentro con los “constructores de la sociedad” en ocasión de la memorable visita de San Juan Pablo II en el 1988, una actividad que había sido vetada por el dictador Stroessner y que se realizó por explícita voluntad del Papa. En su torpeza el dictador había prohibido a los ministros y autoridades del Partido Colorado participar del encuentro... al año siguiente Stroessner fue derrocado.

Había entonces mucha expectativa para esta segunda edición con las actuales organizaciones sociales, en una época ciertamente democrática, pero todavía con serios problemas de convivencia social. A los abucheos contra el actual Presidente Cartes siguieron los calurosos y espontáneos aplausos a la entrada de Papa Francisco, aplausos que acompañaron cada mensaje del Papa, en una especie de diálogo con el público que significaba una evidente aprobación y activa participación, por parte de todos los presentes. Quizás por eso el Papa finalizó con una simpática intervención:

“Un consejo, como despedida, antes de la bendición. Lo peor que les puede pasar a cada uno de ustedes cuando salgan de aquí es pensar: “Qué bien lo que le dijo el Papa a fulano, a zutano, a aquél otro”. Si alguno de ustedes acepta pensar así –porque el pensamiento suele venir, a mí también me viene a veces–, pero hay que rechazarlo: “¿El Papa a quién le dijo eso?” –“A mí”. Cada uno, quien sea: “A mí”.

Más que un discurso, el Papa se limitó a contestar las preguntas formuladas por cinco representantes de la sociedad civil: un joven, un indígena, una campesina, una empresaria, un representante del Gobierno.

En su respuesta, algunas expresiones nos pueden indicar el mensaje social que caracteriza su Pontificado, en una clara insistencia a conectar la fe con el compromiso para el Bien Común y una atención privilegiada a los más pobres. Voy a transcribir textualmente alguna de ellas.

“Qué importante es que ustedes los jóvenes vayan intuyendo que la verdadera felicidad pasa por la lucha de un país fraterno”…” A jugársela por algo, a jugársela por alguien. Esa es la vocación de la juventud y no tengan miedo de dejar todo en la cancha. Jueguen limpio, jueguen con todo. No tengan miedo de entregar lo mejor de sí. No busquen el arreglo previo para evitar el cansancio, la lucha. No coimeen al réferi”…. “Yo les confieso que a veces a mí me da un poquito de alergia, o para no decirlo así en términos tan finos, un poquito de “moquillo”, el escuchar discursos grandilocuentes con todas estas palabras y, cuando uno conoce la persona que habla, dice: “Qué mentiroso que sos”. Por eso, palabras solas no sirven. Si vos decís una palabra comprometéte con esa palabra, amasá día a día, día a día. ¡Sacrificáte por eso! ¡Comprometéte!”….” Para que haya diálogo es necesaria esa base fundamental. ¿Y cuál es la identidad en un país? –estamos hablando del diálogo social acá–. El amor a la patria. La patria primero, después mi negocio. ¡La patria primero! Esa es la identidad. Entonces, yo, desde esa identidad, voy a dialogar. Si yo voy a dialogar sin esa identidad el diálogo no sirve”... “No tenemos que ignorar el conflicto. Por el contrario, somos invitados a asumir el conflicto. Si no asumimos el conflicto – “No, es un dolor de cabeza, que vaya con su idea a su casa, yo me quedo con la mía”- no podemos dialogar nunca. Esto significa: «Aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en un eslabón de un nuevo proceso» (Evangelii gaudium 227). Vamos a dialogar, hay conflicto, lo asumo, lo resuelvo y es un eslabón de un nuevo proceso”….” Los pobres son la carne de Cristo. A mí me gusta preguntarle a alguien, cuando confieso gente – ahora no tengo tantas oportunidades para confesar como tenía en mi diócesis anterior-, pero me gusta preguntarle: “¿Y usted ayuda a la gente?” –“Sí, sí, doy limosna”. –“Ah, y dígame, cuando da limosna, ¿le toca la mano al que da limosna o tira la moneda y hace así?”. Son actitudes. “Cuando usted da esa limosna, ¿lo mira a los ojos o mira para otro lado?”. Eso es despreciar al pobre”... “Las personas cuya vocación es ayudar al desarrollo económico tienen la tarea de velar para que éste siempre tenga rostro humano. El desarrollo económico tiene que tener rostro humano. ¡No, a la economía sin rostro! Y en sus manos está la posibilidad de ofrecer un trabajo a muchas personas y dar así una esperanza a tantas familias”…

Haber recibido al Papa en nuestra casa ha sido ciertamente un privilegio, pero es sobre todo un compromiso y un desafío. ¿Cómo despertar en el niño y joven un sincero compromiso para el Bien Común? ¿Cómo testimoniar un auténtico amor a los pobres que llegue hasta dejarnos evangelizar por ellos? ¿Cómo luchar contra aquella plaga social tan difundida y peligrosa que el Papa Francisco definió “la gangrena de un pueblo”, es decir la corrupción? Y ¿Cómo superar el evidente divorcio entre fe y vida, tentación constante de todo cristiano? El Papa lo pintó con claros colores en una expresión que quedó famosa, en su visita a uno de los barrios marginales de Asunción:

“Una fe que no se hace solidaridad es una fe muerta, o una fe mentirosa. “No, yo soy muy católico, yo soy muy católica, voy a misa todos los domingos”. Pero dígame, señor, señora, “¿qué pasa allá en los Bañados? “Ah, no sé, sí…, no…, no sé, sí…, sé que hay gente ahí, pero no sé…”. Por más misa de los domingos, si no tienes un corazón solidario, si no sabes lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil o es enferma o está muerta. Es una fe sin Cristo. La fe sin solidaridad es una fe sin Cristo, es una fe sin Dios, es una fe sin hermanos”.

Tobia Sosio, scj 
Consejo General

 

El Padre Léon Coundou (1921-1967), nació en Tarbes; había hecho sus estudios secundarios en la Escuela Apostólica de Betharram, sus estudios eclesiásticos en Nazaret y en Belén. Fue ordenado sacerdote en Belén en 1946, a los 25 años y fue destinado al Colegio San José de Asunción donde llegó al comienzo del año siguiente para quedarse hasta su muerte.
Se consagró completamente a su tarea de docente, pero no fue solamente como el maestro que enseña ; fue también como sacerdote y un sacerdote capaz de hacer de un campamento scout e incluso, de un partido de futbol, un medio para llegar a Dios. Capellán nacional de los Scouts del Paraguay, era capaz de mezclarse con los chicos de campamento para descubrir sus problemas y colocarse a su disposición para lo que necesitaran. El Club de futbol de Asunción, Cerro Porteño tuvo el honor de tenerlo como capellán. Fue el Deportivo San José que gozaba de sus preferencias deportivas. Allí fue donde dio, se puede decir así, lo mejor de sí mismo. No pudo ver terminados los trabajos del salón de deportes ni disfrutarlo completamente. Hoy ese salón tiene el honor de llevar su nombre.
El día de sus funerales, fueron muchos los que acudieron para rendirle homenaje. El embajador de Paraguay en Colombia, ex alumno, escribía a sus hermanos de comunidad? “El P. Coundou, cruzado de la educación, de la amistad, de la alegría de vivir y de las alegrías deportivas, es un ejemplo viviente para las jóvenes generaciones que lo conocieron tanto en el colegio como fuera de él. Su nombre, su vida seguirán siendo siempre para nosotros que fuimos sus amigos, una luz. Mucho más para los que fueron sus alumnos y que recibieron en abundancia la alegría y el entusiasmo de vivir que comunicaba cada segundo con su manera tan cristiana de darse a los demás por amor a Nuestro Señor Jesucristo”.

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