La Regla vivida

A lo largo de 58 años de vida religiosa y un jubileo de oro sacerdotal (celebrado este verano), el P. Urbani Arialdo scj actuó en cuatro continentes: partiendo de Europa transcurrió 12 años en Chiang Mai, 2 años en Belo Horizonte, 6 años en Katiola, antes de que le fuera confiada la nueva realidad betharramita de África Central en 1985.

En la sabana, los artículos de la Regla de Vida presentan en seguida algunos problemas: el art 118 está bien, por supuesto, pero ¿como practicarlo? No hay problema. El P. Arialdo se pone sobre todo a la escucha del jefe de poblado, de las necesidades, después se arremanga y… de pronto el art 118 de nuestra Regla “se encarna”: en África Central a través de las escuelas de poblado.

Articolo 118 | Desde el origen, la misión educativa es parte de la Misión de nuestra Congregación. Se trata de una misión querida y alentada siempre por la Iglesia. Hoy es una necesidad, una urgencia. Se realiza en establecimientos escolares; se realiza también en otros ámbitos de educación o de promoción social. Se lleva a cabo también mediante una pastoral renovada.
Tenemos que compartir nuestra visión del hombre, que se ha hecho más consistente por nuestra fe en el Hijo de Dios hecho hombre. Para que la misión educativa llegue de verdad a los niños y a los jóvenes, nuestra animación pastoral debe tener en cuenta también a todos los que trabajan en la educación: primero, a los padres, pero también a los docentes, a los educadores y a todos los que se ocupan de ellos.

La misión en el mundo de la educación es un punto importante en la Regla de Vida. El primer impulso en ese sentido fue dado por el proprio Fundador, San Miguel.

Ni bien llegado, hace casi treinta años, a en esta misión, me sentí cuestionado por este problema: ¿cómo evangelizar a un pueblo analfabeto y sin instrucción? De ahí nació el proyecto de la escuela.

No tenía ninguna intención de realizar grandes estructuras sino sólo de poner las bases para que este pueblo pudiera tener un mínimo de instrucción. Me ayudó, en eso, la existencia de un sistema muy rudimentario de “escuela de poblado”. Los jefes de los poblados que querían dar una instrucción a sus niños buscaban en el lugar a una persona instruida que, pagado con un poco de dinero o con alimentos, estuviera a disposición de sus niños. Construían una pequeña escuela, a veces un simple galpón de paja y bambú, para reunir a los alumnos.

Cuando llegué, había dos de estos galpones que funcionaban más o menos bien: conseguían funcionar tres o cuatro meses por año pero después, al comenzar los trabajos de los campos, en febrero o marzo, las clases se acababan. Me di cuenta, entonces, que hacía falta algo más organizado y duradero. Fue así que comencé a reunir a los jefes de poblado para organizar de manera diferente la escuela.

En este momento, la misión sustenta quince escuelas, con más de 2500 alumnos. Busqué a jóvenes que habían frecuentado la escuela hasta un nivel más satisfactorio, como el nivel pre-universitario o, por lo menos, con unos años de escuela superior. Al ofrecerles, después, cursos de formación, pudimos tener personas competentes y así hacer funcionar las escuelas con resultados que fueron apreciados incluso por la inspección escolar del ministro de educación nacional. Los docentes, actualmente son 55 y reciben un salario aceptable, al nivel de los docentes nacionales. Los salarios son garantizados por una pequeña contribución de los padres de alumnos y completados con la adopción escolar de muchos bienhechores que contribuyen con € 60 por año por alumno. También ponemos a disposición material escolar, como pizarras, cuadernos y biromes por un precio al alcance de los alumnos.

Las escuelas son del poblado, no de la Diócesis ni de la Congregación y espero que en el futuro se puedan transformar en escuelas fundamentales nacionales, asumidas por el ministerio de educación nacional.

Estoy contento por haber logrado dar, en estos veinticinco años, una instrucción a millares de alumnos, algunos de los cuales, más merecedores, fueron acompañados hasta la universidad e incluso al extranjero. Los resultados son buenos. En este momento tenemos a docentes preparados en telecomunicación, jurisprudencia, economía y comercio, idiomas y en el campo de la enfermería.

Tal vez sea sólo una gota, pero es mucha la satisfacción por tener personas preparadas y capacitadas, para, esperemos, ayudar el País a creer en un futuro mejor.

Pienso que lo que leemos en el art. 18 de la Regla de Vida tuvo una realización pequeña pero importante, en estar parroquias perdidas en las campañas de África Central, donde la escuela estatal es descuidada e insuficiente.

Agradecemos a los que, con mucha generosidad contribuyen al sustento de este proyecto.

Arialdo Urbani, scj