Vida de la Congregación

Entre sus muchas actividades sea en la parroquia multiétnica de Birmingham, sea en su escritorio, escribiendo libros o traduciendo, el p. Dominic Innamorati, con sus alegres e inminentes 82 años, siempre tiene la valija pronta para salir a descubrir en lo concreto, la vida cotidiana de sus hermanos de religión y de humanidad, en otras partes del mundo. Así, por ejemplo, fue a Tailandia en el mes de mayo pasado, de donde trajo, como siempre, una lección de vida.

Estamos acostumbrados, nosotros, los europeos a vivir en ciudades y a menudo damos por descontado acciones y servicios como hacer las compras, tener energía eléctrica, agua corriente en casa. Los padres y las hermanas en nuestras misiones, en muchos casos no tienen ninguna de estas comodidades.

Este año, durante mi visita, compartí un poco su vida. No podemos no admirar a esos primeros religiosos que prácticamente no tenían nada cuando comenzaron la misión.

Mi visita en Mephon fue durante el período de la semana del arroz, en la estación de los monzones. Estaba muy interesado y acompañé a los que estaban ocupados en este trabajo. Para mi sorpresa, percibí que todos estaban ocupados en eso. Los padres, los estudiantes, las religiosas, los niños y sus padres que hacían este trabajo como compensación por la comida y la educación recibida por sus hijos. Todos estaban vestidos adecuadamente para los trabajos en el agua mohosa de los arrozales: descalzos y con pantalones cortos. Los más expertos recogían fajos de plantitas que flotaban y las plantaban ordenadamente en filas, pasando de un arrozal a otro: un trabajo muy pesado. Éste normalmente, era el trabajo de los papás, de las religiosas, de los Padres, de los estudiantes y de los muchachos más grandes. Los otros niños caminaban a lo largo de los terraplenes que dividen los arrozales para distribuir los fajos de plantitas y llevar comida y bebida de casa a los trabajadores. Otros niños iban buscando alimentos en el bosque: brotes de bambú, verdura salvaje, ranas o cualquier otro animal que encontraran y peces de los riachos o de las lagunas.

Cada centro misionero tenía que ser autosuficiente produciendo o encontrando alimento para su sustento: para los Padres, las religiosas, los hermanos (normalmente dos en cada misión) y los chicos cuyo número variaba entre 20 y 200. Por eso, al lado del trabajo pastoral, los Padres tenían que trabajar para su sustento.

Otro acontecimiento del que pude participar fue la cosecha de frutos en una grande chacra llamada la fundación, no lejos de Chiang Mai, la principal ciudad del norte de Tailandia, centro de nuestra misión. Me junté con un grupo grande de personas de nuestras misiones: sacerdotes, hermanos y pre-postulantes – que acababan de participar de un curso de catequesis- y laicos de nuestros centros de misión. Recogían un fruto que nunca había visto en Inglaterra.

Me dicen que se llama “longan”. Grupos de personas desplegaban lonas de plástico debajo de los árboles mientras que los trepadores se movían peligrosamente de rama en rama y cortaban con machetes los gajos más chicos cargados de frutos. Muchas otras personas separaban los frutos de los gajos caídos y los recogían en sacos para venderlo inmediatamente a los comerciantes.

En Tailandia no tienes que ir lejos para encontrar lagunas. Las hay en todos nuestros centros misioneros y son una fuente vital de alimento bajo forma de pescados. En el seminario de Sampran, a veces, encuentras al P. Jirapat, el superior, y el cocinero con una caña para sacar los peces de una lagunita; es la comida de toda la comunidad. Las otras comunidades tienen sus lagunitas o sus tanques.

Pero no de sólo pan vive el hombre y las misiones proveen también el alimento espiritual trabajando pastoralmente en más de 200 poblados que le son confiados además de los pensionados y escuelas en Mephon, un Centro para Karianos de la montaña, y Bang Pong, en Centro Sagrada Familia, para niños y niñas de la tribu de los Aka. El primero fue fundado por los PP. Seguinotte y Oxibar en los años cincuenta, y el segundo, en los años ochenta, pòr el P. Pensa que todavía lo dirige.

En Tailandia, Betharram tiene muchas vocaciones. Hoy los Padres están cosechando el fruto de la siembra de nuestros primeros misioneros que vinieron de Francia, de Italia y de España. Hace algunas semanas que tres jóvenes hicieron profesión perpetua en la Catedral de Chiang Mai llena de fieles, un signo de grande solidaridad: Tailandeses de la ciudad, Karianos de la montaña y un lindo coro de muchachos Aka, del norte. Tendrá lugar, después, la ordenación diaconal de cinco jóvenes. La mies es mucha y el llamado de las tierras cercanas de Vietnam, de Birmania y de China es cada vez más apremiante.

Dominic Innamorati, scj