El Cuaderno Fondeville (4)

Betharram recibió la visita del nuevo obispo, Mons Lacroix, durante las vacaciones de 1838. Éste se dignó aprobar el modo de vida que se había adoptado, confirmó los poderes antiguos y los amplió […]. Ese año de 1838 vio abrirse en Betharram la escuela primaria…

El P. Garicoits había reunido en Betharram a algunos chicos de Lestelle, desde el año de 1835. Se les enseñaba a leer, a escribir; se les pedía ayudar a misa. Pero, alertado el celo universitario, hubo que adaptarse a la legalidad. El Sr. Eliçabide, que había renunciado al estado eclesiástico y logrado su diploma de maestro, había abierto en Burdeos una escuela privada. El P. Garicoits lo había tenido como alumno de filosofía en 1829; se alegró de llamarlo. La región, contenta de la nueva escuela primaria de Betharram, no dejó de enviarle a sus hijos. Llegaron a 120, durante los años 38 y 39. […]

Fue en esa época, 1838, que Betharram abrió sus puertas al diácono Didace Barbé. […] En 1838 recibió el sacerdocio y pidió entrar en la comunidad de Betharram. Se vio claro, entonces que Nuestra Señora quería cosechar mucho bien en Betharram, continuar, extender y hacer florecer su Ramo Hermoso llamando a un elemento tan piadoso, tan instruido y con tanto celo como el P. Didace Barbé.

Entretanto, el P. Cassou, de Igon, alumno del Seminario mayor de Bayona, se había entregado también a la comunidad. Acababa de ser promovido al sacerdocio en el verano de 1838. Alma enérgica, más inteligente que lo normal, juicio seguro, celo ardiente y piedad sólida, el P. Cassou prometía mucho. […]

El P. Garicoits tenía a su lado desde 1832, al joven Barbé de Lestelle que él cuidaba para los cursos inferiores; lo envió al Seminario menor de Saint-Pé para cursar humanidades; más tarde será para la sociedad un miembro muy útil.

El año de 1839 no presenta nada importante en los trabajos de la casa; la escuela y las misiones iban de maravilla. Un punto negro, sin embargo, surgía al horizonte: el sr. Eliçabide se dejaba arrastrar por una falsa compasión hacia sus padres […], haciendo gastos y desembolsos considerables, lo cual forzó al P. Garicoits a regañarlo muchas veces; Pero su conducta empeoraba y el P. Superior le anunció que no podría emplearlo más y que preveía que un día sería un asesino y acabaría en el patíbulo.

Ese punto negro que apenaba al P. Garicoits y a aquellos en quienes se confiaba, fue horriblemente iluminado por un incendio, el 9 de abril de 1839, cerca de la medianoche. El fuego había invadido el desván […]. Al toque de la campana, todos se levantaron. Se hizo una cadena y, con la ayuda de la población de Lestelle y de Montaut, despertados por el sonido de sus campanas, se pudo dominar el fuego […]. No se supieron, durante algunos días, las causas de ese siniestro pero, al reparar los estragos, fueron encontrados en varios puntos de la carpintería de la bóveda de la capilla grandes paquetes y dos sábanas con mucha viruta, escondidos entre el armazón de la cúpula; este descubrimiento liberó de culpa la imprudencia y toda influencia de los fuegos del cielo, para indicar que la culpa era de la maldad.

El sr. Eliçabide aceptó el despido de la escuela. Pero el P. Superior tomó sus medidas como para que nada cambiara… […] El sr. Eliçabide dejó Betharram al comienzo de las vacaciones. Ya el P. Garicoits había enviado al P. Didace Barbé a Dax para prepararse para el diploma de maestro. […]

La Congregación de los Misioneros iba a crecer poco a poco. Las antiguas obras de Betharram, las misiones, las peregrinaciones , se desarrollan lenta pero constantemente, la devoción a la Virgen de Betharram retomaba su antigua vitalidad. La Virgen renovaba los títulos con los cuales se había revelado en Betharram (Ramo Hermoso), Stella matutina, Estrella de la mañana para nuestro país […]; desde 1837 iluminaba especialmente la juventud del pueblo y de los cultivadores y envió, desde 1834 al Superior de su casa a animar y dirigir a las Hijas de la Cruz de Igon, de la región para la educación de las hijas del pueblo. Salus infirmorum: desde la gran revolución, la tradición de las familias enviaba a Betharram a los enfermos y durante más de 39 años curaciones extraordinarias hicieron exultar a muchas localidades […].

Pero el gran título de María refugium peccatorum se extendió enormemente desde la llegada de los misioneros. La residencia del P. Garicoits en Betharram, fuera de los días de trabajo en Igon, el P. Fondeville instalado en el confesionario durante toda su vida […], la presencia de los misioneros durante el verano, convocaron a Betharram una gran afluencia de pueblo no solamente durante los meses de setiembre, según la tradición, sino durante el año.

Durante la Cuaresma de 1838, 39, 41 y 42 las poblaciones [locales] presentaron numerosos penitentes. En esa época comenzaron a organizarse peregrinaciones privadas de localidades lejanas […]; personas de buena voluntad muy piadosas iban a Betharram para fortalecerse y purificarse cada vez más del pasado […]; otras iban para recuperar la paz de la conciencia, cortar con los escándalos de larga duración, lanzar los fundamentos de una vida edificante. Muchos, subiendo al Calvario, se sintieron vencidos por la gracia y no pudieron volver sin aliviar su consciencia con una buena confesión.

Simon Fondeville scj
(1805-1872)
(sigue)