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14/06/2013

Espiritualidad

Última cita de un ciclo de conferencias dado por el P. Laurent Bacho, scj a los laicos de Costa de Marfil en Adiapodoumé en 2012.

La Encarnación es, para nosotros, un modelo de impulso y de generosidad generado por un amor gratuito hacia los hombres

Esta virtud viene a corregir las reservas que podría contener la obediencia. La obediencia, lejos de excluir la generosidad y la entrega, las supone. Podemos apreciar, en nuestro fundador, su audacia para lanzarse a la reconstrucción de la Iglesia, maltrecha después de la Revolución Francesa. Se comprometió totalmente, en especial en la educación de la juventud (escuelas, Colegios) y en el despertar religioso de la Fe católica por medio de las misiones propuestas en las parroquias que eran una especie de retiro espiritual de 2 o 3 semanas. Aquí también, su modelo era el corazón de Jesús en su gran impulso de amor. “Aquí estoy sin demora, sin reservas, sin vuelta atrás. Generosidad inmensa, pero regulada. Generosidad inmensa, que encuentra un campo digno de ella, tan amplio, donde ella puede desplegarse, glorificar a Dios tanto en el seno de María, en el pesebre, en la pobre casa de Nazaret, como en el resplandor del Cielo, a la derecha del Padre eterno”. (DS 42).”Adelante siempre”, “Campamento volante”, son recomendaciones hechas muchas veces para indicar esta entrega que se tiene que poner en práctica. Otra fórmula de San Miguel que apreciamos: “Hay que ejercer la inmensidad de la caridad en el círculo limitado de la propia responsabilidad” (DS 3132). El fundador no es hombre de medias tintas; opta por un compromiso total. Poco le importa la tarea que se realiza, la posición que se ocupa; lo esencial es la disposición interior, el corazón que se pone en la tarea: “Hay que trabajar en la obra de Dios con alegría, con fuerza, día a día, sin preocupoarse por el éxito o por el mañana” (DS 234). Fue el hombre del Sí, sin dudar, sin condiciones, sin peros. Pero, al mismo tiempo, fue el hombre del justo medio, del equilibrio “un Sí que tiene todas las generosidades, pero también todas las delicadezas y el sentido agudo de los límites providenciales”. “Sin demora y si precipitación, sin reserva y sin prodigalidad, sin vuelta atrás y sin empecinamiento” (Corr. I, carta 39).

Hoy también se tiene que promover esta virtud, en un mundo donde el compromiso es a veces, tímido, donde todo se paga y tiene valor monetario, sin lugar para el voluntariado. A veces nos sorprende la importancia exagerada dada a la remuneración que deja poco lugar a lo gratuito. Los cursos de recuperación cuestan caro, los servicios que da la función pública, son tarifados… ¿adónde va este mundo, si todo tiene que ser pagado? ¿Qué modelo transmitimos a los jóvenes?
Otras veces, esta entrega es organizada a fuerza de publicidad; los dones generosos son mediáticos y las ONGs florecen para darse a conocer. Así, también la entrega puede quedar manchada de orgullo y de necesidad de reconocimiento. El consejo de Jesús es siempre actual: “Que tu mano izquierda ignore lo que da la derecha” (Mt 6,3). Cuando la entrega es deformada por esta necesidad, se hace peligrosa. “Algunos tienen una necesidad instintiva de ayudar a los demás, a veces en nombre de Dios y de la justicia. Actúan cada vez más generosamente, obteniendo, de esta manera, pruebas de afecto de parte de los que ayudaron. Su cualidad se hace su enemiga, Su generosidad, por el hecho de originarse en su necesidad de sentirse indispensables y de ser amados, y no del deseo de ayudar a los demás a que encuentren su libertad, provoca su caída” (Jean Vanier). El peligro que acecha la generosidad se evita cuando se le asocia la discreción; también en eso nuestro fundador saca de la Encarnación esa cualidad que a menudo le falta a nuestro mundo: “Permanece 9 meses en el seno de su madre, treinta años en Nazaret, antes de predicar su Evangelio y de morir para nuestra salvación. Siempre esperando para hacer lo que le agrada a su Padre.” (DS 284).

1) ¿Cómo vivimos “la inmensidad de la caridad” en nuestros diferentes compromisos? ¿No es un riesgo que nosotros pensemos que podemos hacer las cosas mejor o que otros lo piensen ?

2) Permitir que otros tomen sus responsabilidades nos exige estar atentos a no salir de “los límites de nuestra posición”; ¿qué experiencias tenemos de esto?

3) En un mundo donde la propaganda tiene tanta importancia, la discreción ya no parece un valor. ¿Qué hacemos entonces para vivir la discreción como un valor evangélico?


Las virtudes del Sagrado Corazón - Conclusión: La pedagogía de Dios es la de rechazar la fuerza y el poder adoptando el amorque no se impone, sino que propone para ser adoptado por el hombre positivamente: “Así es como Dios nos ha amado”. El deseo de Dios es el de atraer en toda libertad, asociándonos a él. Si Dios en un “Dios fundido en caridad” que vive completamente y desde toda la eternidad en un amor trinitario, así es como él proyecta toda relación interpersonal; no podemos quedarnos en el estadio de la contemplación; estamos invitados a la imitación. Más todavía, la Encarnación es, para nosotros, un modelo de impulso y de generosidad generado por un amor gratuito hacia los hombres. Él nos llama a desplegar así todo nuestro ser; no perdemos nada, dándonos a los demás; al contrario, es cuando nos realizamos plenamente y damos a los demás la chance de desplegarse. Del corazón de Jesús al corazón del mundo, ese es nuestro camino hacia la felicidad.

Laurent Bacho, scj

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