Un mensaje del obispo de Roma

Todos se iban a levantar, creyendo que la intervención de su hermano jesuita había terminado, pero, después de responder a las preguntas que le hicieron, Francisco quería tocar un último tema. Saben lo que pasa, cuando hay algo que les importa mucho… Los 28 jesuitas polacos volvieron a sentarse y escucharon a su Papa. Fue en este verano en Cracovia.

Quiero agregar, ahora, una cosa. Les pido que trabajen con los seminaristas. Sobre todo denles lo que nosotros recibimos de los Ejercicios: la sabiduría del discernimiento. La Iglesia hoy necesita crecer en la capacidad de discernimiento espiritual. Algunos proyectos de formación corren el riesgo de educar a la luz de ideas demasiado claras y distintas, y por lo tanto, de actuar con los límites y criterios definidos rígidamente de antemano y que no tienen en cuenta las situaciones concretas: “Se tiene que hacer esto, no se tiene que hacer esto…”. De ahí que los seminaristas, una vez sacerdotes, encuentran dificultades en el acompañamiento de tantos jóvenes y adultos. Porque muchos preguntan: “¿Esto se puede o no se puede hacer?”. Y ya está. Y muchos salen del confesionario decepcionados. No porque sea malo el sacerdote, sino porque el sacerdote no tiene la capacidad de discernir las situaciones, de acompañar en un discernimiento auténtico. No tuvo la formación necesaria. Hoy la Iglesia necesita crecer en el discernimiento, en la capacidad de discernir. Sobre todo los sacerdotes lo necesitan de verdad para su ministerio. Por eso es necesario enseñar a los seminaristas y a los sacerdotes en formación; a ellos normalmente abren su consciencia los fieles. La dirección espiritual no es un carisma exclusivamente sacerdotal, sino también laical, es verdad. Pero, repito, hay que enseñar esto sobre todo a los sacerdotes, ayudarlos a la luz de los Ejercicios en la dinámica del discernimiento pastoral que respeta el derecho, pero sabe ir más allá. Esta es una tarea importante, para la Compañía. Me tocó mucho un pensamiento del P. Hugo Rahner. Él pensaba con claridad y escribía con claridad. Hugo decía que el jesuita tendría que ser un hombre con el olfato de lo sobrenatural, es decir, tendría que poseer un sentido de lo divino y de lo diabólico en relación a los acontecimientos de la vida humana y de la historia. Por eso el jesuita tendría que saber discernir sea en el campo de Dios sea en el campo del diablo. Por eso, en los ejercicios san Ignacio pide ser introducido sea en las intenciones del Señor de la vida, sea en las del enemigo de la naturaleza humana y de sus trampas. Es audaz, es verdaderamente audaz lo que escribió, pero es exactamente eso el discernimiento. Hay que formar a los futuros sacerdotes no con ideas generales y abstractas que son claras y distintas, sino a este sutil discernimiento de los espíritus para que puedan de verdad ayudar a las personas en su vida concreta. Hay que entender de verdad esto: en la vida no todo es negro sobre blanco o blanco sobre negro. ¡No! En la vida prevalecen los matices del gris. Es necesario, entonces, enseñar a discernir dentro de este gris.