Los laicos y el carisma de Betharram

El grupo FVD de los jóvenes betharramitas paraguayos tuvieron la excelente idea de juntar la vuelta a las fuentes con la inmersión en la vitalidad del mundo cristiano. Su destino: Betharram y Cracovia, sin transición. Y, de hecho, ¿hacía falta, después del pequeño entrenamiento a la diversidad cultural y a la fraternidad sin fronteras ofrecido por los jóvenes de la sesión?

Sería difícil poder expresar en estas líneas lo que vivimos tanto en Betharram como en la Jornada Mundial de la Juventud, momentos cargados de emociones y sentimientos que marcaran un antes y un después en nuestro camino de crecimiento espiritual.

Comenzando por Betharram, la cuna de nuestro carisma, nos propusimos ir tras los pasos de nuestro padre San Miguel Garicoits. Todos teníamos alguna idea de cómo era tanto el santuario como el seminario, pero todo cambió al llegar, fue como si hubiésemos llegado cada uno a nuestra propia casa, ese lugar al cual nunca habíamos ido se había transformado en un hogar; nos volvimos unos niños al comenzar a recorrer, asombrados por cada detalle, mirando con ojos brillosos la pieza de nuestro santo, y como expresar lo que sentimos al entrar al santuario y contemplar a Nuestra Señora de Betharram, tan brillante tan hermosa, quería poder imaginar ese momento en el que San Miguel fijaba la mirada en esa imagen y descubría su misión. Puedo decir que nunca sentí tan fuerte la presencia de San Miguel que en esos días, su ejemplo y su legado lo pude sentir en los sacerdotes y seminaristas que allí se encontraban, de mas esta decir que a cada hora uno se encontraban con el Resucitado. Fue increíble poder compartir una misa con betharramitas de otros países, poder experimentar de cerca cómo el carisma llego tan lejos desde sus orígenes y como sigue cautivando el corazón de los hombres. Quisiera compartir también con ustedes la frase que marco esa visita, luego de haber realizado un rosario el Padre Gaspar comenzó a hablarnos y nos dice: “el futuro de la congregación esta en ustedes”, ¡qué gran misión y que gran responsabilidad! Como no encontrarse con el Dios viviente en Betharram, si todo el lugar respira su presencia, rodeado de tanta naturaleza, tanta paz y tanta alegría.

El grupo FVD recibido en Betharram por los jóvenes participantes de la sesión, en un día de intercambio

Luego de salir de Betharram con el corazón hinchado y encendido, partimos rumbo al encuentro de jóvenes con el Papa Francisco, tantos recuerdos se me vienen a la mente al pensar en esa semana, no tuvimos la oportunidad de dormir en Cracovia, nos asignaron a un pueblo como a dos horas en tren, lo más increíble de esto fue poder dormir en casa de familias polacas, esto sin dudas fue algo fantástico ya que pudimos aprender de cerca las costumbres de ellos. En la Jornada todo era alegría, sin mentirles por donde uno caminaba veía gente alegre, cantando, bailando, saltando, desconocidos que pasaban y te saludaban, hacer amigos en las filas para esperar la comida, viajar en el tren dos horas y solamente charlar con desconocidos de otros países, era como que la alegría podía más que el cansancio y las fatigas y afloraba a cada instante. Cada día que pasamos en Cracovia fueron increíbles, me impresionaba la cantidad de peregrinos de tantos países alrededor del mundo, y pensar que todos estábamos ahí compartiendo la misma fe y el mismo amor por Dios. Me faltaría un libro para poder contarles todo lo que vivimos en esos días, pero tratando de resumir les puedo decir que la Iglesia se haya más viva que nunca, que los jóvenes no tenemos miedo de salir al mundo y hablar de Dios, que estamos dispuestos a luchar por un mundo más justo, y por sobre todo que estamos dispuestos a llevar mucha más Misericordia a nuestros hermanos, la Jornada nos ha hecho un llamado al cual no podemos ser indiferentes, estamos llamados a vivir y compartir la Misericordia de Dios, a salir a buscar al otro, que todo aquello que sentimos en esos días sea llevado a nuestro día a día, a cada hogar, cada parroquia, a cada persona a nuestro alrededor, porque tanta alegría no puede quedar solo en el recuerdo. Con toda seguridad puedo decirles que Dios me ha abrazado de manera especial, y que he recibido tanto amor y cariño en esos días de su parte, que mi vida de fe ya no volverá a ser la misma después de este encuentro, y que estoy más que seguro de que el carisma betharramita es el camino que quiero seguir para conocerle a Cristo y seguirlo.

Alejandro Gross Brown Bobadilla