La Regla vivida

Una simple dirección para el cartero de la pequeña ciudad de Saint-Palais, pero un lugar significativo por nosotros, Betharramitas: la casa del P. Augusto Etchecopar, según fundador de la Congregación, y sobre todo fiel discípulo de San Miguel Garicoïts.

P. Bertrand Salla scj nos cuenta como se vive como Betharramita en un lugar así... ¡predestinado!

Artículo 2: Por San Miguel Garicoïts, el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia un instituto religioso cuya vocación es la de reproducir y manifestar el impulso generoso del Corazón de Jesús, el Verbo Encarnado, que dice a su Padre: “Ecce venio” y se entrega a todos sus designios para la redención de los hombres.

“Este corazón abierto proclama de dónde salimos, a quién tenemos que atribuir todo, referir todo y sobre qué fundamento tenemos que afirmarnos sin cesar para elevarnos más”.
(Carta P. Etchecopar a P. Magendie, desde Belén, del 12 de diciembre de 1892).

“Reproducir y manifestar el impulso del Corazón de Jesús…” Esta es la vocación de los hijos espirituales de San Miguel Garicoits. Ése es el ideal, ¡pero qué difícil es llegar a realizarlo! Yo que soy sacerdote auxiliar en la diócesis de Bayona y, más precisamente, en el sector parroquial de Saint-Palais, trato, muy modestamente, de ponerlo en práctica. Soy consciente de que, sin la ayuda del Sagrado Corazón mismo, no puedo hacer nada bueno.

Entrando en el mundo, Jesús dijo: “Aquí estoy”. Estas dos palabras están tan llenas de amor, de obediencia y de generosidad. Tengo que decir que hay allí un camino totalmente claro que me invita a seguirlo. A pesar de mis limitaciones y fragilidades, estoy feliz de tratar de traducir en prácticas el “Aquí estoy” del Sagrado Corazón.

Antes que nada, tomo en serio la parte del trabajo que me fue confiado en el ministerio parroquial, especialmente en algunos puntos concretos.

1° La preparación de la homilía. El Papa Francisco insiste sobre eso, en “La alegría del Evangelio”. Le dedico tiempo a la lectura de la Palabra de Dios, a impregnarme de ella en la meditación y la oración. Retomo así las palabra de San Miguel que cito de memoria: “Espíritu Santo, instruye directamente aquellos a los cuales me voy a dirigir, ahora”.

2° La celebración eucarística. Conservo en mi memoria el fervor con que celebraban San Miguel y el P. Etchécopar. Eso me ayuda a entrar mejor en el espíritu de la celebración y a ser lo más fiel posible, a pesar de las distracciones, a lo que pide la Santa Iglesia.

3° En mi relación con las personas con las que me encuentro o los grupos que acompaño en su reflexión: una palabra, una reacción, una actitud que puede llevarles un poco de luz.

En todo eso, pongo mi confianza en el Señor. Tengo la firme esperanza de que Dios siempre se las arreglará para que yo dé frutos con mis palabras y mis actitudes torpes. Esta esperanza me hace decir: “Aquí estoy”.

Nuestra comunidad de Saint-Palais está a unos veinte kilómetros del lugar donde nació nuestro fundador. Frecuento mucho la peregrinación a Ibarre desde mi infancia. La peregrinación se hace una vez al año. Pero me siento llamado a vivir todos los días el espíritu de San Miguel en nuestra comunidad betharramita de Saint-Palais. Somos cinco religiosos, unidos por un mismo ideal. Con nuestras cualidades y nuestros defectos, tratamos de soportarnos, de amarnos, de poner nuestras cualidades al servicio del ideal de nuestro santo Fundador y del Evangelio.

En lo que a mí se refiere, yo soy callado. Prefiero empeñarme en ser lo más fiel posible en pequeños servicios cotidianos a la comunidad. Creo que es muy importante participar fielmente a la oración comunitaria del breviario, tres veces al día.

Cuando en alguna lectura descubro algo que puede interesar a mis hermanos, lo comparto durante la comida. Puede ser una manera de compartir que constituye una ayuda mutua. De hecho, necesitamos estimularnos mutuamente.

Nuestra comunidad reside en la casa del P. Etchécopar.  No son los muros de piedra que, por sí mismos, ejercen una influencia en mí. No tienen poderes mágicos. Sin embargo me recuerdan que alguien importante nació aquí, que fue el discípulo predilecto de San Miguel por la profundidad de su vida cristiana, religiosa y sacerdotal.

El hecho de pensar en el P. Etchécopar, hijo de esta casa, me mantiene vigilante, atento a mi vocación de religioso. Me ayuda a no dejarme llevar por una vida fácil, confortable y mediocre. Porque la naturaleza humana tiende fácilmente a arrastrarnos para abajo. Además, las solicitaciones mentirosas e hipócritas del demonio están siempre prontas. El recuerdo del P. Etchécopar es, para mí, una protección y una defensa.

Bertrand Salla scj