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11/07/2016

La Palabra del Superior General

Sólo te falta una cosa

Jesús y el joven rico (Heinrich Hofmann)

A los personajes del Evangelio que buscan cómo llenar su vacío interior, Jesús les propone un “magis”, que consiste en salir de la autorreferencialidad de vivir para sí mismos para arriesgarse a vivir para el Padre y para los demás. La propuesta de Jesús exige una respuesta personal. Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Mateo, María Magdalena, Zaqueo, Bar Timeo, al encontrase con Jesús, dieron esa respuesta y decidieron seguirlo, hacerse discípulos. El joven rico, a quien Jesús miró con mucho afecto, fue incapaz de superar esa autorreferencialidad, porque tenía muchos bienes, y no siguió a Jesús. La propuesta que le hace Jesús tiene la dimensión del vacío que el joven tiene en su corazón: “Sólo te falta una cosa…”.

El aprendizaje del estilo de vida evangélico para los discípulos de Jesús fue muy lento y muy difícil. Desde aquél “Apártate de mí que soy un pecador” hasta el “Tenemos que obedecer a Dios antes que a los hombres”, Pedro pasó por muchas contradicciones: “Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá” (Mt. 16, 22) (quiere evitar la pasión, lo que le merece el epíteto de Satanás, de parte de Jesús); “Señor, ¿A quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna”… (Jn. 6, 68). “Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizare” (Mt. 26, 33). “Yo no conozco a ese hombre” (Mt. 26, 72); “Señor, tú sabes todo, sabes que te quiero” (Jn. 21, 17)Hacerse discípulo implica una verdadera experiencia de conversión, una opción de vida que consiste en renunciar a organizar la vida desde uno mismo y decidir que sea Jesús quien nos la organice: no hago más lo que yo quiero, sino lo que quiere Jesús. No amo más a quien yo quiero sino a quien quiere Jesús; no trabajo para ganar, trabajo para servir; no organizo mi vida pensando en vivir bien yo, la organizo con la comunidad para ayudarnos a servir mejor a los demás; no actúo buscando mis intereses, sino buscando el interés de Jesús y su misión… En esto consiste vivir el Evangelio.En esto tiene que consistir el proceso formativo, en renunciar a vivir para sí mismo para decidirse a ser un hombre para los demás, para el Padre y para los hermanos, es la respuesta a la propuesta de Jesús. El formador tiene que verificar que el joven en formación vaya progresando en este proceso de interiorización y exteriorización del Evangelio, asimilando las virtudes de Jesús, el Verbo encarnado: confianza en Dios, humildad, mansedumbre, obediencia, sencillez, pobreza, entrega, perdón, respeto del diferente, responsabilidad… Y todo vivido con alegría, porque ese estilo de vida me llena, me plenifica, me da sentido y me entusiasma. Para llegar ahí es necesario pasar por muchas tribulaciones, por humillaciones, oprobios que nos hagan semejantes a Jesús. Hay que llegar a poner al joven en formación en situaciones de vivir esos valores para que poco a poco pueda incorporar, apropiarse, hacer suya la convicción de Jesús: “Porque, el que quiera salvar su vida perderá; y el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la encontrará” (Mc. 8, 35). El formador tiene que asegurarse de que el formando está dispuesto a llegar hasta ahí en la fidelidad al Evangelio, para poder presentarlo a los votos perpetuos o a las órdenes. Si no, nunca sabremos con qué podemos encontrarnos después de los votos perpetuos.

Pero no es sólo un problema de la formación inicial. Muchos de nosotros nos hemos olvidado que un día profesamos vivir para los demás, pero hemos terminado viviendo poco a poco para nosotros mismos. Nos hemos mundanizado. La misión que era un servicio a los demás se ha convertido en un trabajo, con cuyos estipendios agrandamos nuestras cuentas personales. La misión que comenzó siendo aquello que me pidieron los superiores, me la he ido apropiando y en vez de vivir para la misión, uso la misión para estar tranquilo y seguro. La comunidad que, en el fervor de mi primer amor era una necesidad de compartir con los hermanos la vida, la fe, los bienes y la misión, ha sido sustituida por un individualismo que tiene como punto exclusivo de referencia mis ideas, mis criterios, mis gustos, mi bienestar, mis intereses.

A veces da la impresión de que vivimos sin confiar en Dios, de que somos tan bravos que tenemos la solución para todo. Como en la cultura del bienestar no nos falta nada, hemos dejado de confiar en la Providencia al elaborar nuevos proyectos. Nos falta humildad para reconocer que necesitamos la ayuda de Dios para tantas situaciones sin respuesta. Hacer la voluntad de Dios como Jesús, ya no es posible, va contra la autonomía de la persona. También nos acomplejamos de ser pobres, castos y obedientes porque la mentalidad de nuestro entorno nos dice que esas disposiciones limitan nuestra libertad. No aceptamos la sabiduría de la Cruz, porque nuestra opción por los derechos humanos, nos impide aceptar las humillaciones, que siempre están, no hace falta provocarlas, para parecernos más a nuestro Maestro.  Sin una formación permanente, seria e integral que provoque una conversión auténtica al Evangelio y sin un examen diario de conciencia, un acompañamiento espiritual, y una vida caracterizada por una ascesis adulta que nos mantenga atentos a las situaciones concretas de la vida, es imposible ser fiel al Evangelio. Esa atención nos permite seguir optando por los valores evangélicos que nos consuelan y enriquecen. Esa atención nos hace también capaces de renunciar a lo que nos aleja del Evangelio: el hedonismo, el individualismo, el relativismo, el consumismo. Miren con que humildad expresa esto el Cardenal Loris Francesco Capovilla: “Cada día me pregunto: pero tú, pequeño capovilla, que te llamas incluso obispo de la iglesia, eres cristiano? Porque no basta con ser obispo o cardenal. Para ser cristiano hay que ser fiel y constante discípulo de Jesús, y esto es muy difícil para todos nosotros?“.

Gaspar Fernández Pérez scj
Superior General

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