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Francia 1
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11/07/2016

El Calvario de Betharram (7)

La resurrección del Calvario

Cuarta Estación: Jesús abofeteado por los soldados

Desde el 7 de noviembre de 1825, Miguel Garicoïts está en Betharram, destinado por su Obispo para asistir al abbé Lassalle en la dirección del seminario mayor. Pero, en 1833, Mons. d’Arbou llama a los seminaristas a Bayona. “Entre los cuatro muros de este vasto edificio”, se abre camino la idea de fundar una Congregación. Mientras tanto, la vida continúa en Betharram y san Miguel que pasará allí más de 38 años, o sea, más de la mitad de su vida, se ocupa, “como un buen padre de familia” de los bienes que le son confiados...

Hay que adaptar el viejo monasterio para que pueda vivir allí la comunidad que está naciendo, renovar el santuario de peregrinaciones, pero ¿qué hacer con el Calvario? El P. Joseph –recordémoslo- había intentado restaurarlo con “más celo que gusto artistico”. La Condesa de Grandville escribe que hubiera deseado “un poco más de arte y dignidad”… El abbé Combalot, “misionero apostólico”, animaba peregrinaciones, pero su corazón se apretaba al contemplar las escenas que, supuestamente, representaban la Pasión del Señor. Sin embargo, sensible a la fascinación que el lugar ha conquistado por la devoción de los peregrinos, indicó al P. Garicoits el nombre de un artista de París “que además es un artista cristiano” para la erección de un calvario artístico. Fue así que, en la primavera de 1840, llegó a Betharram Alejandro Renoir que puso en seguida mano a la obra. En el mes de noviembre de 1841, el primer retablo, Jesús, en el jardín de los olivos apareció al público.

Fue una exclamación de admiración unánime. Siguieron otras siete escenas. En la prensa, los críticos no ahorraban elogios, de manera que, para 1843, el talento del artista había transformado el Calvario de Betharram en una de las curiosidades de la región, una de las cosas que, en el camino de los Pirineos, había que visitar.

El 21 de marzo de 1843, el P. Garicoits escribe al redactor del «Mémorial des Pyrénées »:

« El Calvario de Betharram va a buen ritmo; la 4a capilla está hecha. Es la Flagelación. Es de esperar que sea bien recibida. Los profundos estudios del artista sobre los antiguos no le habrán sido inútiles esta vez. Pero no es todo; se trataba sobre todo de dar a N.S. una actitud conveniente, bajo la mano del verdugo, de animarlo con los sentimientos que tenía, de hacer desaparecer la carne y dejar ver sólo el espíritu. [...] ¿Se puede esperar encontrar el triunfo de la carne en donde encontró la muerte? ¿Y quién puede soportar, a lo largo del Calvario, una larga fila de temas profanos? Por lo tanto, el carácter propio de estos trabajos debe pertenecer sólo al espíritu. [...] Ahora el Calvario empieza a presentar otro aspecto. [...] Todo lo que había de más miserable ha desaparecido.» (c. 21bis)

Y, más tarde, el 3 de junio de 1843:

« ... La 5a estación, la Coronación de espinas, está colocada desde hace varios días en San Luis, la capilla real de Betharram. [...] No necesitamos resaltar los méritos de los nuevos bajorrelieves de Renoir. Es siempre la misma perfección, la misma poesía. Si hubiera, por otra parte, alguna observación que hacer, es que esta estación, por la postura, la severidad de los personajes, es, sin discusión, la más destacada de las que han salido de manos del artista. » (c. 21ter)

Pero en 1845, surge una nueva urgencia:

« Señor Redactor,
Varias veces ha informado a sus lectoresde la restauración del Calvario de Betharram. Esta obra grandiosa, iniciada y continuada por el Sr. Renoircon tanto talento y entrega, ha llegado ya muy lejos. [...] Pero, de repente, un incidente interrumpe estos importantes trabajos. Al sondear los muros de la capilla que corona el Calvario, nos ha parecido que amenazan derrumbarse. Gente del oficio consultada confirman nuestros temores y estamos tristemente convencidos de que la capilla debe reconstruirse desde los cimientos para que podamos, sin peligro, confiarle los bajorrelieves que debe recibir. Una suma considerable es necesaria para esta construcción; junto con la que exigirá por otra parte la finalización completa de las estaciones; no menos de 15.000 francos; y estamos lejos de poder juntarlos. Después de imponernos durante cuatro años toda suerte de sacrificios para acometer gastos tan grandes, múltiples y continuos, acabamos de agotar nuestros últimos recursos, y más allá, para pagar al Sr. Renoir una gratificación de 3.000 francos, inferior, sin duda, a su mérito y a nuestra gratitud, pero suficientemente importante como para ponernos en la imposibilidad absoluta de continuar, por el momento, una obra que queremos tanto y por la cual todo el país se interesa.
Sin embargo, la acabaremos, lo esperamos confiadamente. Con la ayuda de la subvención que el Consejo Generalha querido acordarnos y con la ayuda de almas generosas que nos han como garantizado de que una nueva capilla se levantará en el lugar de la que existe; podremos colocar sin riesgos las estaciones en ella; y el país estará dotado de un monumento único en su género.» (c. 28)

De manera que, por falta de dinero y por la salud debilitada del artista, se pararon los trabajos. Alexandre Renoir dejó Betharram en el mes de julio de 1845, pero antes instaló, encima del altar mayor del santuario de las peregrinaciones, en un marco dorado, la estatua de la Virgen del Bello Ramo.

(Fuente: Raymond Descomps, Notre-Dame de Bétharram y
Correspondencia de S. M. Garicoïts, tomos I y III)

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