La Regla vivida

A veces la Regla de Vida se lee en la vida de nuestros hermanos incluso antes que en el librito que se nos entrega al hacer los primeros votos. Nuestra Regla no es sólo un reglamento al que nos referimos todos con un espíritu de cohesión y unidad; es mucho más: traduce en palabras nuestros principios comunes de vida.

Cuando comencé a gustar del moto-turismo descubrí la pasión de viajar en dos ruedas a lo largo de las pistas del desierto del Sahara. En cuanto hice esta experiencia, ya no pude tener otra meta.

El desierto me cautivó especialmente como desafío: en efecto, no hay que dejarse dominar por el romanticismo, porque esta clase de viajes se tienen que preparar en los mínimos detalles porque el menor inconveniente mecánico o de otra clase que puede ser un inconveniente en una autopista, en el desierto puede ser un problema grave. Me acuerdo que comenzando por la moto, la ropa y la alimentación, todo tenía que ser preparado en los menores detalles. Para recorrer una pista del Sahara, hay dos cosas esenciales que tener en cuenta: los kilómetros de la pista y, por lo tanto, el consumo de combustible, y la provisión diaria de agua. El cansancio de los preparativos se veía recompensado por la visión del paisaje y, sobre todo, por el hecho de “flotar” sobre la arena con el medio mecánico; eso se puede comparar con la navegación en el mar: el desierto, efectivamente, es un gran mar de arena donde te sentís rodeado de silencio y de infinito.

Esta aventura terminó con mi primer viaje a la República de África Central donde me di cuenta de que hay también otro tipo de “desierto”. Gracias a una nueva experiencia de voluntariado, rápidamente nació mi vocación religiosa, y en este camino que estoy siguiendo descubrí que existe también un desierto espiritual. De hecho, si el desierto geográfico tuvo la capacidad de hablar a mi corazón, el desierto espiritual es el lugar central de la lucha contra todo lo que es obstáculo en la relación con Dios, consigo mismo y con los demás. Allí donde vivo mi misión, en efecto, no puedo negar que todos los días encuentro adversidades, exigencias y preocupaciones que son obstáculos a mi búsqueda de intimidad con Dios. El desierto, en este sentido, está despojado de todo significado romántico y aventurero y se lo ve como un ícono del espacio interior, que cada hombre encuentra en si mismo cuando viaja al interior de su corazón, descubriendo profundidades nunca sospechadas, desconocidas, lugar de una nueva consciencia de sí y de sus relaciones vitales. Pero creo que, en primer lugar es necesario precisar qué es la experiencia real de lo espiritual para poder entender lo que es el desierto espiritual.

Para explicarlo, voy a citar un escrito del teólogo Karl Rahner que, de manera muy concreta, toma ejemplos de nuestra vida cotidiana “¿Nunca decidiste permanecer sereno, cuando, por ejemplo, fuiste tratado injustamente? ¿Nunca le perdonaste a alguien sin esperar que nadie te agradezca un perdón ya otorgado? ¿Alguna vez obedeciste, no porque de lo contrario las cosas se hubieran complicado, sino simplemente a causa de ese misterioso, silencioso, incomprensible ser que nosotros llamamos Dios o porque era su voluntad? ¿Intentaste amar a Dios, incluso cuando no te sentías llevado por el entusiasmo y él parecía estar ausente y lejano, como si hablaras con alguien obstinadamente sordo? ¿Nunca te pusiste a realizar un trabajo que para ser ejecutado exigía el coraje de olvidarse de sí mismo y de ignorarse? ¿Nunca fuiste bueno y cordial con alguien que, a cambio no nos mostró ni nos va a mostrar el menor signo de gratitud o de comprensión?”“Todos los días busco dentro de mí estas experiencias; cuando las encuentro puedo decir que hice una experiencia espiritual, que acogí la acción del Espíritu de Dios que actúa en mí, puedo decir que hice la experiencia de Dios. Pero, si no encuentro nada de eso, viví en el desierto espiritual. Esta es una lucha que no acaba en un instante, ni la gracia llega de una vez y se queda habitando en el alma, sino que hay un momento para la consolación y un momento para la tentación, es una lucha que dura toda la vida”.

Angelo Sala scj

Artículo 86 - El silencio, respeto del misterio de Dios en nosotros y en los demás, favorece la atención a Dios, el trabajo y la seriedad del intercambio entre nosotros. Estará al servicio de la caridad.