Escuchando a San Miguel...
Cuaderno Cachica, 26
Platón veía en cada cosa creada el reflejo de una luz eterna, una imagen imperfecta de aquel que es por excelencia. Comparaba eso con las sombras que un hombre ve en la profundidad de una caverna desde la cual no puede observar la realidad de las cosas que pasan en la entrada, detrás de él. Platón que, por su sabiduría fue apodado “el divino”, no lograba ver de frente el sol de toda verdad; un niño, después de la llegada del Salvador, lo contempla fácilmente, le habla, escucha hablar de él.
Si el divino Platón volviera a este mundo besaría los pies de un pequeño mendigo cristiano, quedaría en éxtasis delante de él, lo escucharía como un oráculo.
Cuaderno Cachica, 26
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