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P Andrea Antonini
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15/07/2015

Vida de la Congregación

Ecónomos al servicio de la misión

El P. Graziano Sala acompañando a los ecónomos del Vicariato de Francia-España en una reunión del mes de abril. En la foto, con el P. Jean-Baptiste Olçomendy scj.

En el dinamismo de crecimiento de un cuerpo, los miembros se desarrollan como un conjunto orgánico y armónico. 
Así pasa con la fisonomía de una Congregación como la nuestra: la finalidad, permaneciendo siempre la misma, se va modificando con el paso del tiempo y atendiendo a las urgencias de nuestro tiempo.
Y si los religiosos, por una parte, tienen el deber de prepararse para los nuevos desafíos, por otra, hasta la economía debe saber re-invertirse para administrar los nuevos campos de la misión…Parece una paradoja, pero en realidad no lo es… Sígannos en estas provocadoras reflexiones hechas por el Ecónomo general.

 

¿Qué significa ser ecónomo general ?

Tendría ganas de decir que lo descubro cada día. (…) Al comienzo de mi mandato, transpiré frío al ver la cantidad de obras que nuestra Congregación acompaña, porque no soy un experto en materia económica y tampoco nunca hice estudios en ese campo. (…) Felizmente me di cuenta de que contamos con la colaboración y el apoyo amistoso de un buen número de personas calificadas y competentes. Me dije, entonces, que me tenía que preocupar más de la finalidad de los bienes que de su utilización y gestión.

Antes de hablar de la administración de los bienes propiamente dicha, la Regla de Vida nos introduce en su significado profundo. Ella nos hace descubrir y contemplar al Verbo Encarnado, anonadado y despojado, que “siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9). Tenemos que conservar siempre en el espíritu ese estilo de “pobreza” que era la característica del mismo Jesús al cual debemos conformarnos. Para poder testimoniarlo, tenemos que educarnos en ese estilo de vida que, rechazando toda forma de miseria, prescribe que nos privemos de “todo lo que pudiera parecer lujo, ganancia excesiva y acumulación de bienes” (cfr RdV nº 51).

Mi papel específico de ‘ecónomo general’ se enmarca, creo yo, en esta ‘misión’. Es por eso que me considero más un animador, alguien que trata de recordar siempre y de recordar a sus hermanos la opción que hizo de la vida religiosa betharramita.

¿Es fácil articular la misión de la Congregación
y la administración de los bienes?

La misión de la Congregación es el fin al cual tienen que tender todos nuestros esfuerzos. Porque es en ella y a través de ella que se manifiesta esta manera propiamente betharramita de testimoniar, de anunciar y de ayudar a los demás a vivir esta experiencia particular que es el encuentro con el Señor resucitado.

Claro, la misión de la Congregación es un campo muy grande. (…) Nuestra misión privilegia las realidades que están más en contacto con la pobreza y la marginalidad. San Miguel repetía siempre que los betharramitas tienen que asumir las misiones “adonde los otros no quisieran ir”. Esta es nuestra razón de ser, nuestra misión. Es en esta dirección que tenemos que gastar nuestros recursos. Y los primeros recursos de la Congregación son los religiosos mismos, que fueron preparados y formados durante tantos años para responder a los llamados y a las urgencias de las que la Iglesia se hace eco.

Pero no se puede hacer eso sin invertir también recursos económicos. De ahí la necesidad de una buena administración de los bienes, sin lo cual corremos el riesgo de no poder sostener la misión que se nos confía.

Según el espíritu de la misión bethrramita, la Congregación no posee obras “particulares”. (…) Dicho esto, las obras, particularmente las que se refieren a la educación, tienen mucho valor porque fueron y siguen siendo una respuesta concreta a las necesidades y dificultades de ciertos medios y contextos culturales y sociales particulares. Sin embargo esas obras no tienen que “trabar” el impulso de nuestra vocación de ser un “camp volant”, es decir de estar “dispuesto a correr allá donde la obediencia nos llame”. Si las obras no reflejan ese ideal, corren el riesgo de ser un obstáculo a esa libertad que es necesaria para la obediencia y la disponibilidad.

¿Hay una manera betharramita de ser ecónomo?

¿Una manera propiamente betharramita de ser ecónomo? No sé. Pero en el fondo, la Regla de Vida nos traza un camino en esta dirección. Hay que leerla con pasión sin cansarse nunca y mirándola con una mirada siempre nueva, aceptando ser sorprendidos.

Creo que todo ecónomo betharramita, sea ecónomo de comunidad o de vicariato, ecónomo regional o general, tiene que tener constantemente presente la finalidad de nuestra Congregación y tiene que entregarse totalmente y con pasión para apoyarla. (…) La misión de nuestra Congregación, como la define la Regla de Vida, es el criterio de discernimiento para la inversión de nuestros recursos.

Un buen “ecónomo betharramita”, entonces, tiene que ser un animador más que un administrador. Tiene que mirar, al mismo tiempo la espiritualidad (el horizonte de los valores) y las “cuentas” (mirada a la realidad), como para evitar los abusos de bienes (incluso el abuso cometido con un fin ‘comunitario’ o ‘personal’). Esa es una manera de mirar objetiva y serenamente la realidad.

Aún vigilando para que a la comunidad no le falte nada, es capaz de corregir, de ayudar a modificar comportamientos errados en materia de gestión de bienes (no hablo sólo de grandes gastos para los cuales se exigen una serie de autorizaciones de los Superiores mayores, sino también de la gestión de las sumas que están a disposición de todos).

Para ayudar a las comunidades y a cada religioso a ser fieles al voto de pobreza, un ecónomo betharramita tiene dos medios a su disposición:

  • a nivel comunitario: ayudar a preparar un presupuesto previendo las entradas y los gastos. Establecer un presupuesto es una herramienta preciosa y un deber esencial, porque ayuda a la comunidad a marcar prioridades y a tomar decisiones.
  • a nivel personal: educar a todos los religiosos a que rindan cuenta personalmente del uso del dinero y de los bienes a su disposición. No se trata de un “control fiscal”, sino un medio concreto para ayudar a cada uno a ser fiel. A esta fidelidad en la rendición de cuentas tiene que corresponder la fidelidad del mismo ecónomo que tiene que rendir cuentas regularmente de la gestión de los bienes de la comunidad, del Vicariato, de la Región y de la Congregación a sus superiores legítimos y, en los niveles superiores, a los Consejos interesados.

Pero, el ecónomo betharramita tiene que recordar que él mismo es un servidor. Nada más que un servidor.

Graziano Sala scj
Ecónomo general

Gracias al P. Jean-Dominque Delgue scj por esta entrevista que le hizo al Eco2nomo general, entrevista destinada a la revista “En avant” y que nos autorizo a publicar en la NEF.

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