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13/06/2014

Los once vicariatos de la congregación (6)

El Vicariato de Italia

Primera comunidad betharramita en Italia: Traona

Sus raíces

La presencia betharramita en Italia nace en el contexto de la expulsión de los religiosos de Francia, en 1903 y fue fruto de la obra de la Divina Providencia, como dirá el P. Marque, uno de los fundadores de la comunidad en Valtellina. La Congregación se movió en dos direcciones: ya antes de la expulsión se había hablado de la necesidad de tener una residencia en Roma, que fuera residencia de la Procuración General para los asuntos relacionados con la Santa Sede; coincidentemente, en el momento de la expulsión, se propuso la fundación de una comunidad en la diócesis de Como, en el extremo norte de la Península. Fue así que fueron fundadas las dos comunidades principales de la obra betharramita italiana: la residencia de los Santos Ángeles Custodios, en el centro de la Ciudad Eterna; y la comunidad misionera de Traona, en Valtellina, que fue destinada a recibir para su primera formación a los jóvenes italianos destinados a la vida religiosa en la Congregación de Betharram.

Estas dos comunidades, Roma (inaugurada en enero de 1905) y Traona (abierta en agosto de 1904), hoy ya no existen, pero fueron el origen del vicariato de Italia que se desarrollará alrededor de estos dos polos, el norte y el centro de Italia. La comunidad de Traona fue clausurada en 1911, pero las relaciones profundas estrechadas con los párrocos de la región permitió seguir enviando al colegio de Betharram otros jóvenes que se iniciarán a la vida religiosa betharramita; algunos de ellos fueron enviados de vuelta a Italia en 1928 para la fundación de la que fue la comunidad-madre del vicariato, el apostolicado de Colico, que se transformará, después, en colegio. La residencia de los Ángeles Custodios fue clausurada en 1914, pero la presencia betharramita siguió en la iglesia de Nuestra Señora de los Milagros en “Piazza del Popolo”; En los años veinte, el P. Jules Saubat, procurador general, adquirió la residencia de Monte Porzio Catone, cerca de Frascati, que será, más tarde una de las principales comunidades del vicariato.

La subdivisión de la Congregación en Provincias, decidida por el Capítulo General de 1947, dio origen a la Vice-Provincia Italiana y el P. Alessandro del Grande fue su primer superior. Desde este momento, florecieron las vocaciones y abundaron las fundaciones que llevará a los Superiores Mayores a decidir la erección de la Provincia en 1958. Nacieron las casas de Formación de Albiate, para los escolásticos, de Albavilla, para el apostolicado, de Monte Porzio, para los novicios; la residencia parroquial de Lissone (1953), fundada por el P. Giuseppe Airoldi; el colegio de Gravedona que funcionó desde 1957 a 1966; el santuario de Nuestra Señora de la Caravina, cerca del lago de Lugano (1960-2003); la comunidad parroquial de Santa Rosa, en un barrio periférico de Roma (1962-2006); las comunidades de Montemurlo y de Ponte a Elsa, en Toscana hacia el final de los años setenta; la residencia piamontesa de Premosello y la Emiliana de Sala Baganza; y muchas otras comunidades…

A partir de los años ochenta, la Provincia italiana se abrió a la misión ad gentes con la fundación de la parroquia de Niem, en el noroeste de la República de África Central; y coincidentemente, de hicieron más estrechas las relaciones con los misioneros italianos presentes en Tailandia. Además, la Provincia hizo la valiente opción por compartir la vida como los pobres y los últimos, opción que se concretizó en 1992 con la apertura de la casa-familia para los enfermos de SIDA en Monte Porzio Catone.

La crisis vocacional que afectó la Provincia, especialmente a partir de los años noventa y el natural envejecimiento de los religiosos hizo necesario, en los últimos años, redimensionar las obras, pero no la vitalidad de la Provincia, gracias sobre todo, al compartir del carisma de San Miguel con los laicos que hoy colaboran activamente con el Vicariato de Italia, en la misión común para la Iglesia.

Roberto Cornara

 

Su Presente y su Futuro con el P. Aldo Nespoli sci, vicario regional

 

Las comunidades del Vicariato Italiano son 10, con una presencia de 46 religiosos. Estas son las comunidades:

Comunidad de Monteporzio: con sus 6 religiosos, la comunidad está fuertemente comprometida en la atención a los enfermos de SIDA (una decena de huéspedes). Además ayuda en la parroquia de Monteporzio y anima dos parroquias de la diócesis de Tívoli.

Comunidad de Roma - “Miracoli”: la presencia de tres religiosos se dedica a animar el Santuario, los grupos juveniles y la Asociación “FSC (Famiglie Separate Cristiane)” colaborando de cerca con los padres de la casa general.

Comunidad de Albiate: es la sede del Vicariato. Está integrada por 7 religiosos que ejercen su ministerio de diversas maneras: ayudando en parroquias y como capellanes de institutos religiosos femeninos; además, dos religiosos desenvuelven su ministerio como integrantes del equipo de acompañamiento a los enfermos en dos “hospice”.

Comunidad de Albavilla: es la sede de la animación misionera. En la comunidad residen 7 religiosos que cumplen diversas actividades pastorales: ayudas en las parroquias, ministerio en casas para ancianos e inválidos y capellanías en institutos religiosos.

Comunidad de Colico-Bormio: integrada por cuatro religiosos que desenvuelven su ministerio en diversos ámbitos: en la casa para ancianos, en un hospital, en una pequeña parroquia y colaboran como vicarios parroquiales.

Muchas son las Comunidades parroquiales: Ponte a Elsa, Montemurlo, Parma, Milano-Castellazzo y Lissone. La mayor parte de los religiosos del Vicariato, el 50% está trabajando en pastoral parroquial. Estas comunidades tienen en común todos los aspectos que se refieren a la vida pastoral normal y se integran en las líneas pastorales de las Diócesis a las que pertenecen.
También en Italia sentimos el cansancio provocado por la falta de vocaciones y la edad de los religiosos que va avanzando. Esto nos hace reflexionar sobre nuestro futuro.

Los laicos colaboran activamente con los religiosos

 

De los encuentros entre los religiosos del Vicariato, surgieron tres preguntas:

Dimensión personal: ¿Cómo te sientes hoy, en tu vida, en tu comunidad, en tu ministerio?
La mayor parte de los religiosos se siente bien, allí donde está, a pesar de experimentar la inevitable dificultad de conjugar la vida pastoral con la vida religiosa.

Significado de nuestra presencia: ¿Piensas que nuestra presencia tiene un sentido para la Iglesia Local?

A esta pregunta las respuestas fueron diferentes, según las tareas de los religiosos. Para algunos, somos considerados “tapa agujeros”, otros creen que no estamos preparados para responder a los desafíos de las Iglesias Locales. Algunos Obispos nos consideran útiles más por lo que hacemos que por lo que somos.

Un número considerable de religiosos afirman que somos significativos no por el prestigio o por el poder, sino por nuestra manera sencilla de ubicarnos en la vida pastoral y por nuestra capacidad de relacionarnos con la gente. También el testimonio de vida comunitaria tiene mucha influencia a la hora de indicar por qué somos significativos: porque presentamos una imagen de Iglesia diferente, muy lejano de la Iglesia-Institución.

Nos aprecian cuando servimos a una Iglesia pobre de clero y allí donde otros no quieren estar (campo volante).

Un criterio para hablar de significado es el de ser capaces de responder a las exigencias del hombre de hoy. En otras palabras: una comunidad es significativa cuando está en condiciones de responder a las necesidades de nuestro tiempo, pero conservando la especificidad de nuestro ser religiosos.

¿Qué se podría hacer?

Muchos insisten en la necesidad de dar más valor a lo que nos caracteriza, dar más importancia a nuestros momentos de encuentro y a una vida espiritual fuerte que sea luz para las personas.

Es necesario, además, ser lo que somos, compartir nuestro espíritu Betharramita no solo como un nombre, sino en los hechos.

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