Vida de la Congregación (3) Consejo de Congregación

El encuentro del Consejo de Congregación con los vicarios regionales, celebrado en Roma entre los días 19 y 25 de enero de 2014, ha sido una hermosa experiencia de fraternidad, comunión y participación.

Hemos revisado las conclusiones del último Capítulo general de Belén en 2011. Constatamos, con alegría, que el camino de regionalización está en marcha, que los Superiores regionales y sus vicarios van encontrando el estilo complementario de realizar su servicio de autoridad. La celebración de los 150 años de la muerte de San Miguel Garicoits está dando un nuevo dinamismo a algunos vicariatos y ha sido la ocasión para que la Congregación sea más conocida.

Los Consejos regionales van encontrando un estilo de trabajo colegial, algunos consejos de vicariato tienen dificultad para limitarse a su rol de reflexión y discernimiento para preparar las decisiones al Consejo regional. Son muchas las resistencias para aceptar las propuestas de formación permanente. La pastoral vocacional es muy activa en algunas realidades, en otras, este tipo de actividades es casi nula y nos preocupa.

Aunque todavía no hemos llegado a conocer el estado económico financiero de todas las realidades de la Congregación, nos alegran dos gestos de una economía de comunión: en primer lugar la constitución de la Caja de la formación con la colaboración de todos. Después, la solidaridad que se ha expresado en la construcción de una casa de retiro para el Vicariato de Costa de Marfil: participan con el Consejo general en este proyecto, seis vicariatos y la Congregación para la Evangelización de los pueblos. Participando muchos, resulta menos pesado que si todo el esfuerzo tienen que hacerlo sólo dos vicariatos.
Para seguir desarrollando las orientaciones del Capítulo general en los próximos tres años, queremos servir a nuestros hermanos con las siguientes propuestas:

1. Apoyar la conversión pastoral que pide el Papa Francisco para dar un nuevo impulso misionero a nuestras comunidades. Esta conversión pastoral nos pide pasar de una postura cómoda y estática caracterizada por los defectos sutiles de la mundanidad, a un dinamismo misionero que se toma en serio los valores evangélicos de la humildad, la alegría, la acogida cordial, el encuentro, la ternura, la misericordia y la comunión.

2. Tenemos que tener un oído en el pueblo (EG. 154 y 155) y otro en el Evangelio como dice el Papa Francisco. Esto exige de nosotros la práctica del discernimiento permanente, como parte de nuestro estilo de vida (RdV. 19). Lo único que no se puede cambiar es la persona de Jesús, el Evangelio. Todo lo demás, ministerios, obras, propiedades, formas de vivir, pueden seguir siendo como son o pueden ser de otra manera a la luz del Evangelio.

3. Lo importante es tomar decisiones y hacer proyectos que expresen nuestra conversión: nuestra identidad y pertenencia, nuestra fidelidad al Evangelio desde el carisma y la coherencia de nuestra vida, para que ésta sea significativa. Decisiones y proyectos que nos irán sacando de nuestra autorreferencialidad, nos abrirán a las necesidades de los demás y nos mantendrán siempre en disponibilidad misionera.

4. Sin caer en un culto de la letra, tenemos que valorar la RdV. renovada, en la oración personal y comunitaria, en la reflexión comunitaria, vicarial y regional, en el discernimiento referido anteriormente, de manera que sea un punto de revisión y de referencia de nuestro estilo de vida. La RdV. expresa con mucha claridad nuestro carisma: espiritualidad y misión; no podemos utilizarla sólo para resolver conflictos canónicos,

5. Una tarea fundamental de nuestro servicio de autoridad es el acompañamiento de los religiosos, de las comunidades, de la espiritualidad expresada en la RdV., del modo de realizar la misión y de la internacionalidad para que genere vida.

6. Superiores y vicarios tenemos que seguir insistiendo como servidores de nuestros hermanos en el valor de la comunidad, como pedía el último Capítulo general. Sentimos que hay mucho que hacer en este sentido. Muchos de nuestros hermanos no dan a la vida fraterna en comunidad el mismo valor que dan a la tarea pastoral. Habría que provocar una reflexión sobre las causas de esta situación ya que la fraternidad evangélica es esencial a nuestro estilo de vida.

7. Sabemos que una comunidad es una institución muy débil como lo es una familia. Por eso tenemos que acompañar las comunidades para que sean fieles a su proyecto comunitario y apostólico. Hay que acompañar también a las comunidades para que sean siempre “casas de comunión” y lugar de discernimiento para que la misión se renueve y para evitar que algún religioso se apropie de ella.

8. Queremos acompañar a las comunidades para que sean abiertas para acoger a los laicos, compartir el carisma y colaborar con ellos en la misión. También para que acojan a los jóvenes que están en búsqueda vocacional, teniendo coraje para proponerles con el ejemplo y la palabra nuestro carisma. Una Congregación, como el cristianismo, no crece por proselitismo sino por attracción. Esto exige a los religiosos y a las comunidades vivir en una actitud de formación permanente para no desviarse de su vocación.

Todo esto sólo será posible si todos los religiosos del Sagrado Corazón de Jesús somos dóciles a la acción del Espíritu Santo, el Maestro interior, que tiene la costumbre de grabar en nuestros corazones las leyes del amor y de la obediencia, según la experiencia de nuestro Padre San Miguel Garicoits (DS. 45-46).

Gaspar Fernández Pérez, scj