In memoriam...

Hermano Giuseppe Pozzi, scj

Castello Valsolda, 14 de Febrero de 1938 - Solbiate, 29 de Diciembre de 2013
(Italia)

Homilía en los funerales

Estamos reunidos delante del Señor para celebrar las exequias del Hno. Giuseppe, un hermano no sacerdote, pero consagrado con los votos religiosos, como San Francisco de Asís.

Es reconfortante recordarlo porque muchas personas que lo conocieron, especialmente en estos 25 años en Albavilla, apreciaron su bondad y generosidad, tal vez sin comprender totalmente su rol y su identidad de consagrado, incluso a causa de su proverbial discreción.

Y es importante recordarlo también, para cada uno de nosotros, sus hermanos, que tuvimos el privilegio de conocerlo bien, y que estamos llamados a recoger el testimonio de su vida.

Entonces… un consagrado como San Francisco, llamado a vivir de la forma más originaria, más esencial, más límpida, la donación total de la vida al Señor, siguiendo el estilo propio de una familia religiosa, la de los Padres del Sagrado Corazón de Betharram y viviendo una espiritualidad propia.

Un consagrado llamado a ser en la Iglesia, a pesar de sus limites, “signo” de entrega total a la causa del Evangelio, “signo” de amor fraterno y “signo” de servicio en la caridad.

Es el arduo papel que está llamada a vivir la vida consagrada en la Iglesia y en el mundo.

Las lecturas que escuchamos nos recuerdan justamente esta tarea e indican los ejes fundamentales de la espiritualidad específica de los Padres de Betharram.

Isaías dice: “Escuché la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?”

“Aquí estoy”, como María frente al anuncio del Angel y como Jesús al Padre en el momento de entrar en el mundo: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”.

Es la consagración de la vida al Señor, que el Hno. Giuseppe realizó, después de sus treinta años, después de años de trabajo como pintor de casas. Años esos que lo entrenaron al esfuerzo, que lo prepararon a estar siempre disponible a los pedidos de todos, a las necesidades de la comunidad; a los pedidos de los amigos para cualquier tipo de servicio: sea en los duros trabajos en los viñedos de Monteporzio; sea en el trabajo de recepción en la casa San José, aquí en Albavilla o en Teggiate, durante el verano; sea en respuesta a los pedidos de las Hermanas del viejo Roscio, donde iba a arreglar cualquier cosa con la habilidad de un experto en manualidades y con un corazón grande, como quien aprendió a conjugar su “Aquí estoy” en todas las acciones de la jornada.

Sostenido por una relación muy personal e intensa con el Señor, alimentada por la oración, que comenzaba temprano por la mañana y cultivaba hasta la noche después de una jornada de trabajo, con el rezo de decenas y decenas del rosario. Todos, en comunidad, nos acordamos de las horas pasadas por el Hno. Giuseppe, en estos últimos años, escuchando con atención y a todo volumen, todas las emisoras televisivas o radiofónicas que transmitieran celebraciones eucarísticas o el rezo del rosario. Nos acordamos de su puntualidad en llevar una flor fresca a la Virgen del comedor, todas las mañanas.

Fue y creo que va a seguir siendo para todos nosotros un llamado de atención de un hermano que vivió su consagración de manera sencilla y fuerte, ponendo atención en lo esencial de la vida ofrecida al Señor.

Pablo, en la segunda lectura, nos invita a “revestirnos, como amados por Dios, de sentimientos de misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia”.
Nuestra Regla de Vida nos pide que asumamos el desafío de la vida fraterna en comunidad, como signos de la presencia de Cristo entre los hombres. “En esto reconocerán que son mis discípulos”.

El Hno. Giuseppe, libre de compromisos de ministerio pastoral directo y atento a todas las necesidades de los hermanos en comunidad, dispuesto a partir para cualquier lado, con su inseparable furgoneta, para conseguir las cosas más extrañas y útiles, o bien, arriba de “su” tractorcito para arreglar el prado de las Hermanas… creo que fue y seguirá siendo un llamado viviente más concreto a este otro valor irrenunciable de la vida consagrada: ser un “signum fraternitatis”, signo de que se puede vivir como hermanos en Cristo.

En el Evangelio, Jesús bendice al Padre por haber revelado las verdades más profundas a los pequeños, a los humildes y después convida a los cansados, a los oprimidos a que se dirijan a él con confianza. Y es lo que también la vida consagrada, imitando a Cristo, esta convidada a hacer: ofrecer el “servicio de la caridad” a los que más lo necesitan.

Cuántas veces el Hno. Giuseppe salía de la despensa con bolsas de alimentos para los que golpeaban a la puerta. Una vez mas, también en este caso, la traducción práctica, muy concreta, de un rasgo importante de la espiritualidad de un consagrado.

Además, el Hno. Giuseppe nos ha enseñado también la atención cordial, muy afectuosa a los ancianos, los enfermos, las personas más humildes y menos capaces de hacerse notar.

En conclusión … me entra la duda de haber hecho un discurso demasiado elogioso: el Hno. Giuseppe no me lo perdonaría nunca.

Creo, por el contrario, que lo que dije no es más que el reconocimiento debido a un hermano que vivió en el silencio y en la sencillez una vida consagrada totalmente al Señor, que nos ofreció un testimonio precioso, que no podemos olvidar.

Su vida, creo que fue un don de Dios para cada uno de nosotros.

Muchas gracias, Bepi, por habernos enseñado a creer de manera simple y confiada en el Señor; Muchas gracias por tus “Aquí estoy para hacer tu voluntad” de todos los días; Muchas gracias por tu fraternidad, hecha de pocas palabras y de muchos gestos concretos; Muchas gracias por la ternura que demostraste para los necesitados; Muchas gracias en nombre de todos. Y damos gracias a Dios por habernos hecho el don de tu vida y de tu testimonio.

Piero Trameri, scj