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14/01/2014

Narratio Fidei del Padre Biju Anthony Panthalukkaran scj

“Hagamos una comparación: nuestro cuerpo forma un todo, pero tiene diversos miembros; y todos los miembros, a pesar de su nombre, forman un solo cuerpo? Así es por lo que se refiere a Cristo. (1 Cor 12,12)

“Padre, Hijo y Espíritu Santo, ¡qué modelo de comunidad!… (…) Estas tres personas, perfectamente distintas entre ellas, no dejan de estar unidas y de actuar en la misma naturaleza, en el mismo pensamiento, en la misma voluntad y en la misma operación, formando así una sociedad adorable, perfecta. Me voy a comprometer, por lo tanto, a reproducir y a perfeccionar en mi mismo y en otros, especialmente en los que me son confiados, esta unidad de las tres personas divinas, en la unidad del mismo pensamiento y voluntad de Dios: idem sapere in eodem Spiritu. Saint Michael Garicoits (M 930)

“…¡Qué sean uno en nosotros! .... Así viviremos todos una misma vida y seremos un solo corazón y una sola alma, constantemente, sin que nada pueda separarnos. Todos uno en el Padre y en el Hijo: ¡qué perfección, qué felicidad! Es lo que nos sucederá en el más allá. Pero es lo que tenemos que comenzar aquí, en la sinceridad de nuestra concordia. ¡Anatema al espíritu de turbación y de división! ¡Espíritu de unión y de paz, baja y habita en nosotros!
Saint Michael Garicoits (M 723)

NARRATIO... Mientras reflexionaba sobre estos textos, volví a pensar en mi época de noviciado, cuando el Maestro, el P. Enrico Frigerio, encaraba estos temas. Todos somos miembros del Cuerpo de Cristo. Como el cuerpo humano da unidad a todas sus partes, así también Cristo, como principio unificador de su Iglesia, da unidad a todos los cristianos en su cuerpo. La comunidad religiosa es un modelo de esta unidad, porque sus miembros comparten la vida del Resucitado en el mismo Espíritu. Hoy vivo en comunidad y personalmente estoy convencido de que nadie puede vivir una buena vida cristiana sin estar codo a codo y trabajar junto con todos los miembros de la comunidad.

Si me lastimo una mano, todo mi cuerpo siente dolor, porque mi mano es una sola cosa con mi cuerpo. Si mi ojo ve que mi oreja está por recibir un golpe, no dice: “no soy el blanco del golpe, entonces no tengo porqué preocuparme”. Al contrario, el ojo trata de evitar que la oreja sea lastimada, porque los dos son parte de un mismo organismo.

De la misma manera, tendríamos que trabajar para el crecimiento de la comunidad con una sola mente y un mismo espíritu, teniendo como modelo la unidad de las tres personas divinas, unidas en el pensamiento y en la voluntad; entonces gustaríamos de las cosas en el mismo espíritu (M. 930). La vida comunitaria exige esta unidad, esta comprensión y esta aceptación. Cuando encontramos dificultades, fracasos, acusaciones, problemas, tratamos de evitarlos aislándonos de la comunidad o buscando nuestra independencia. Esto acontece porque utilizamos sólo la cabeza y no el corazón.

Durante los encuentros de noviciado, el P. Biju Alappat encaró estos temas para ayudarnos a crecer como personas equilibradas. Hubo un momento en que se pensaba en gobernar el mundo sólo con la cabeza. Para ser considerados personas exitosas había que tener un alto coeficiente intelectual (QI) y saberlo aprovechar de la mejor manera. Hoy en día, en todos los niveles - incluyendo el mundo de las multinacionales - se reconoce la importancia del corazón para la eficiencia de las personas y de las instituciones. Hoy en día se buscan personas con un alto coeficiente emocional (QE) y con capacidad de aprovecharlo en las relaciones y en la búsqueda de objetivos. La madurez afectiva, ya no es considerada una calidad facultativa sino absolutamente necesaria, para que el sacerdote o el religioso sea una persona eficiente, amable y santa. A esto hay que agregar la inteligencia espiritual (QS) gracias a la cual una persona equilibrada y madura psicológicamente se abre a la gracia transformadora del amor de Dios.

A lo largo del curso de formadores mi director espiritual me abrió una nueva perspectiva durante una sesión centrada sobre mi crecimiento vocacional (VGS): si tienes condiciones de aceptar tus sentimientos heridos, puedes transformarlos en perlas preciosas. Decía: “Había una vez una ostra, que sufría mucho porque un granito de arena había entrado en su caparazón. ¿Acaso comenzó a quejarse por el destino que le causaba tanto dolor? ¿o a maldecir al gobierno, a pedir nuevas elecciones, a exigir que el mar la protegiera? No, sino que dijo para si misma: ‘Como no puedo eliminar este granito de arena, voy a tratar de mejorarlo’. Pasaron muchos años y en este momento ha alcanzado su destino final: el granito de arena que le había causado tanto dolor se transformó en una hermosa perla reluciente”.

La ostra transcurrió su vida en compañía de un granito de arena para transformarlo en una maravillosa perla.

Cuando estaba en Francia, en el período de preparación a la Profesión Perpetua, estuve muy contento al descubrir que mi nombre, Biju, pronunciado a la francesa, bijou, quería decir “joya” o “pequeña perla”. Me daba cuenta de que no era fácil alcanzar este nivel. Ese año de preparación me ayudó a crecer en comunidad, sabiendo integrar otras culturas y adaptarme a diferentes situaciones.

A lo largo de nuestra formación encontramos períodos fáciles pero también situaciones problemáticas. En este recorrido nos apegamos al poder, al prestigio, a las relaciones que la bondad de Dios nos pone en el cammino. Nos damos cuenta de que la ira, los celos, la indiferencia, el odio, la falta de perdón no nos hacen bien. Además somos conscientes de que el desapego de todas estas realidades que mortifican el valor de nuestra vida es un largo proceso. Pero sabemos que la gracia de Dios, la ayuda y la guía de nuestros hermanos, junto con nuestra buena voluntad, nos hacen capaces de “desapegarnos” y descubrir grandes tesoros, es decir esas perlas preciosas hechas de amor, ternura, paciencia, tolerancia, humildad y otras cosas más.

Hay en nosotros un gran deseo de producir estas perlas y guardarlas. El P. Austin Hughes, nuestro Superior Regional, nos ayuda mucho, tanto en mi vida personal como en la vida comunitaria de Maria Kripa. Me gusta mucho la oración que rezaba en muchas ocasiones: “Señor, dame serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar las que pueden ser cambiadas; sabiduría para distinguir unas de otras”. La vida comunitaria nos hace preciosos porque es el Señor que nos ha convocados para estar juntos y ser así imagen de su gloria. En cada acontecimiento de nuestra vida, si colaboramos con su gracia, podemos producir perlas de grande valor.

En el cuerpo humano, si la lengua saborea algo dulce, todo el cuerpo se alegra. Cuando pienso en el valor de la disponibilidad, mi pensamiento va a un artículo de Fulton J. Sheen, En la plenitud de los tiempos: “si un grano de polvo entra en el ojo, la mano se apura a intervenir. Si una persona que camina por la calle tropieza y se tuerce un pie, inmediatamente el otro pie hace doble trabajo para llegar a su casa. Si una persona se quema el rostro, los doctores sacan piel de otro lado del cuerpo y los transplantan en la parte quemada. Si alguien es anémico, los doctores hacen una transfusión de sangre sacada de otro miembro de la sociedad para curar la anemia de ese miembro más débil”. “Si un miembro sufre, todos los miembros sufren juntos; si un miembro es honrado, todos se alegran con él”. (1 Cor 12,26). Tendríamos que estar disponibles a cada situación en la comunidad, porque Dios trabaja con nuestras manos y nuestro corazón.

Hacen falta muchos años de formación para llegar a este punto. Fui ordenado sacerdote, después de doce años de formación. La gente se extraña, a menudo y me pregunta para qué tantos años de formación para ser ordenados. Se me ocurre lo que le acontece a la planta de bambú china.

Después que la semilla fue enterrada, por cuatro años todo lo que se ve es sólo un pequeño brote que sale de un bulbo. Durante cuatro años el crecimiento es bajo tierra y produce una fuerte estructura fibrosa que se expande en profundidad y a lo largo del terreno. En el quinto año, esa planta de bambú alcanza una altura de más de veinte metros.

Esto es lo que acontece con un pequeño árbol. ¿Qué decir del ser humano que pasa por un proceso de profunda transformación? Si alguien pone cara larga y quiere apartarse de las actividades comunitarias, provoca un verdadero dolor a los otros miembros. Como un alfarero, Jesús modeló a sus discípulos y nos puede modelar a nosotros también.

Recuerdo con mucha alegría y un enorme agradecimiento la gracia que me fue concedida de ser miembro de la familia betharramita, de trabajar en la formación, en el Vicariato de la India, bajo la guía del P. Biju Alappat (Vicario Regional). La prioridad absoluta es el acompañamiento personalizado de los jóvenes en formación para que entiendan sus sentimientos y puedan llegar a decisiones maduras.

Al elegir ser religioso y sacerdote estaba animado por un fuerte deseo y una voluntad decidida de profundizar mi relación personal con Dios. Creía que había dejado el terreno libre para Dios para que fuera él el señor de mi vida, con la profesión perpetua y la ordenación sacerdotal. Al comienzo de mi vida sacerdotal frecuenté el curso para formadores que duraba tres años, y diferentes sesiones para mi crecimiento vocacional. Me di cuenta de los limites que me impedían alcanzar la unión plena con Dios. Descubrí mis necesidades disonantes : la dependencia de la opinión de los demás, mi pretensiones y otras cosas. Más me conocía, más me sentía indigno. Este curso me ayudó a comprender lo que era y lo que estaba llamado a ser. Mi vocación de religioso y de sacerdote me lleva a vivir una vida de santidad sólo si hay transparencia y apertura en mi relación con Dios, con los demás y conmigo mismo.

Comunidad de Mangalore

 

Agradezco a mis padres, mi familia y mis tías religiosas de Madre Teresa de Calcuta: todos me ayudaron, desde mi infancia a madurar en mi vocación. Recuerdo también el gran cariño que el P. Saverio Ponthokkan me tenía; en este momento, desde el cielo, nos protege. Descubrí mi vocación a ser más amable, más compasivo, más atento a considerar las dificultades como bendiciones, a tener más coraje y amor en mi trabajo, etc. Muchas gracias también al P. Enakius, mi colaborador y a todos los miembros de la comunidad Maria Kripa por su aliento y sus correcciones puntuales.

Hace trece años, durante una lección de catecismo, un niño me preguntó como es que la luciérnaga emite luz. Cuando le respondí que no sabría darle una explicación científica, el niño me contestó que sólo podemos dar a los demás lo que tenemos. Entonces, si tengo en mí, alegría, paz, serenidad, estaré en condiciones de dar todo eso a los demás. Lo mismo vale por la negatividad que llevo en mí: la transmito a los demás. Desde ese día, la Epifanía tiene un nuevo significado para mi vida. Como Betharramitas, esta consciencia nos va a llenar de luz y va a disipar las tinieblas por medio del sacramento de la confesión, reconciliándonos con Dios y con los hombres.

Quisiera concluir con la oración de Teilhard de Chardin: el lento trabajo de Dios.

“Antes que nada, tener confianza en el trabajo lento de Dios. Normalmente somos impacientes en querer alcanzar todo sin llegar tarde. Quisiéramos saltearnos las etapas intermedias. Somos impacientes para estar en el camino de algo todavía desconocido, de algo nuevo, mientras que la ley del progreso consiste en pasar por etapas de inestabilidad - y eso puede demorar bastante tiempo. Es lo que usted constata. Sus ideas van madurando progresivamente; deje que se desarrollen, que tomen forma, sin apurarse inútilmente. No trate de forzarlas, como si usted pudiera ser hoy lo que … el mañana hará de usted. Sólo Dios podría decir en qué va a dar ese nuevo espíritu que se desarrolla en usted. Conceda a Dios el beneficio de creer que su mano lo conduce y acepte esa ansiedad de sentirse sin equilibrio e incompetente…” Teilhard de Chardin

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