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Betharram
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24/11/2009

Noticias en familia - 14 de marzo de 2010

Sumario

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edición PDF 


 

La palabra del Padre general

Orvinio, 2006

No podemos callar lo que hemos visto y oído
(Hch 4, 20)

La situación de crisis que vivimos en la vida consagrada nos obliga a ir a lo esencial porque ya no podemos presumir de lo superfluo. Como todas las pruebas, esta crisis nos purifica y nos hace más auténticos. Y lo único verdaderamente esencial es la experiencia espiritual del carisma que nos dejó San Miguel Garicoïts. Se viene diciendo desde hace tiempo y nuestros formadores están trabajando en esa línea.
Y podemos decir que esta experiencia da alegría a nuestra vida y ardor a nuestra misión como les pasaba a los apóstoles: No podemos callar lo que hemos visto y oído (Hch 4, 20). Porque la experiencia del amor de Dios no es para ser guardada egoístamente en nuestra intimidad sino para ser testimoniada con nuestras acciones y narrada, contada, proclamada con nuestras palabras. Eso ayuda a los hermanos en su fidelidad, edifica la comunidad y la Iglesia y contribuye a que otros puedan conocer a Jesucristo y experimentar “la misma dicha”, dar una orientación nueva a su vida y entrar en el grupo de los testigos discípulos y misioneros del Señor.
Si leemos con atención la Biblia, vamos a encontrar testimonios donde se narran estas experiencias del encuentro transformador con el Señor: Los salmos que narran, cuentan y proclaman las hazañas del Señor, las narraciones de vocación, las confesiones de Jeremías, los relatos de apariciones del Resucitado, las predicaciones kerigmáticas de San Pedro, las confesiones donde Jesús cuenta su relación filial con el Padre y su carácter de enviado, en el Evangelio de Juan.
La relación con Jesús es lo que tenemos en común los religiosos de una comunidad. Es la persona de Jesús quien realiza la unidad de nuestras comunidades. Cada uno de nosotros vive unido a él por el bautismo y la profesión religiosa. Él es el lazo que nos une entre nosotros y con el Padre en una experiencia de comunión. Experiencia que celebramos en cada Eucaristía. Cada uno lo vivimos de manera diversa y esta diversidad puede enriquecer la manera original de vivir la fe, la consagración, la comunidad y la misión. Por eso es fundamental para la vitalidad de nuestras comunidades que seamos capaces de compartir entre nosotros cómo vive cada uno su relación con la persona de Jesús.
Sólo la comunicación de esta experiencia construye la comunión fraterna. Se trata de compartir cómo  vamos viviendo personalmente en los acontecimientos de la vida iluminados por la Palabra de Dios nuestra comunión con Jesús. Se trata también de compartir la actuación salvadora de Jesús en los acontecimientos que vivimos y en las personas que acompañamos en la misión. Por nuestra vocación y ministerio somos testigos privilegiados de esa fermentación incesante que el Espíritu va obrando en los corazones de las personas. Porque vivimos metidos de lleno en el misterio de la Encarnación.
Cuando la comunidad es capaz de llegar hasta aquí en la comunión, la vida de sus miembros se transfigura; la oración se hace viva; en las celebraciones comunitarias se proclaman las maravillas del Señor y se intercede juntos por las necesidades que cada uno expone en la oración comunitaria; la consagración es un testimonio de madurez, de equilibrio y de alegría; estar juntos es un gozo que se desea con toda el alma; la misión resulta apasionante; la predicación se hace vital. Y no importa tener que pasar largos períodos fuera de la casa de la comunidad a causa de la misión, porque he sido enviado por mis hermanos. Aún en la ausencia, cuando rezo, me siento unido a mis hermanos, que rezan también por mí. ¡Y cuando vuelvo a la comunidad tengo tantos signos de la actuación misericordiosa de Señor para compartir con ellos!
Cuando falta esto, la vida de comunidad se reduce a venir a comer y a dormir a la residencia; el rol del superior a hacer la oración antes de las comidas, la oración a la recitación monótona del oficio o de nuestras devociones. Y si un hermano está ausente, nadie se preocupa por saber dónde está. Da vergüenza hablar de temas de espiritualidad, la vida espiritual es tratada de manera racional o jocosa. El consagrado no se implica en las predicaciones, se limita a exponer la doctrina. Y la actividad pastoral es un recurso para poder tener un ingreso de dinero, si no fuera por esto no tendría motivo para hacerla.
La narración de la fe implica, contagia y fascina. Cuando le damos al otro derecho a expresarse, lo cambia y me cambia. Es exigente, porque implica a todos, todos tienen algo que decir, que dar. Lo contado y escuchado son los lazos que nos unen. Sin comunicación espiritual no hay comunidad consistente. Pero se entiende que nos resistamos a desvelar nuestra relación con Aquél por quien vivimos con silencios, argumentos intelectuales o bromas: nos compromete y ya no podemos seguir haciendo la nuestra.
Esta comunicación de la experiencia de fe ha sido siempre fundamental en la vida de la Iglesia. Pensemos en la predicación del kerigma en los inicios de la predicación, en la práctica de la collatio en la vida monástica, en las autobiografías de los santos, Las Confesiones de San Agustín, La vida de Santa Teresa, los diálogos espirituales de S. Benito y su hermana Santa Escolástica, de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, los relatos de conversiones de personas de nuestro tiempo, la importancia de los testimonios en los encuentros de oración de los movimientos y de las nuevas comunidades ¡Cuánto bien nos hacen a nuestra vida espiritual! La fe nos llega por el oído.
Al comenzar el año pasado el proceso de regionalización nos pareció que no podía ser un asunto simplemente administrativo. Tenía que ir acompañado de todo un proceso de interioridad en cada religioso y en cada comunidad que nos ayudara a ser más fieles a nuestra vocación y a nuestra misión. Pensamos en la Narratio fidei. Nos hicimos ayudar en el Consejo de Congregación por dos sacerdotes de Padua, en cuya diócesis este recurso había transformado la vida del presbiterio. Después, en el Encuentro de Superiores de Belén en el mes de abril trabajamos a partir de esa experiencia. La Narratio fidei llegó a los retiros de algunos vicariatos. Y es un ejercicio habitual en las reuniones de algunas comunidades y de los Consejos de Congragación, regionales y de Vicariato. Eso nos ayuda a ser más fieles.

Gaspar Fernández Pérez,SCJ


nef-etchecopar.jpgEl Padre Augusto Etchecopar escribe...
a los Escolásticos de San José, 18 de marzo de 1886

Sigan y progresen con la ayuda del Señor. No se dejen desanimar nunca a causa de sus miserias; aprovechen para ser más sagaces, más prudentes, más dedicados a la oración, a la regla, a una obediencia filial… La oración santifica nuestras acciones, la regla, la obediencia: la oración descubre, desbarata las trampas de Satanás; sin oración, la vida es sólo humana; sin regla, somos víctimas de las pasiones. Pero santificado por la oración, regulado por la obediencia, el trabajo de ustedes será un fecundo apostolado. Apóstoles del Divino Corazón, debemos ser la luz del mundo por la ciencia y la sal de la tierra por la piedad. Que S. José los haga tales; que Nuestra Señora los bendiga.


Cuaresma betharramita

Vallons de l'Arriucourt | Lestelle-Bétharram

¿Podemos hablar de Cuaresma betharramita, con un acento específico, con una visión original, marcada por nuestra espiritualidad, de ese período central y tradicional de la vida de la Iglesia?
Creo que sí, si nos inspiramos en nuestras raíces, si bebemos en las fuentes de nuestro carisma manifestando sus líneas portadoras, esenciales. Me inspiro en las líneas originales del Manifiesto de nuestro fundador, que es como el pórtico que se abre al contenido y al espíritu de nuestra Regla de Vida, y, al mismo tiempo, como una síntesis de la teología pastoral, desigual e inigualable para nosotros.
“Exinanivit semetipsum, factus obediens usque ad mortem, mortem autem crucis”. Conocemos todos el texto sacado del himno de san Pablo a los filipenses (2, 11): precisa el fin, el punto de llegada del camino de Cristo, la Cruz, que se eleva al fin de la Cuaresma y que Cristo acepta libremente, por amor por nosotros.
Pero, en el Manifiesto, san Miguel subraya el principio del camino: la encarnación, la ofrenda que el Verbo hace al Padre de toda su existencia terrestre. Nuestro fundador une y conjuga el principio y el fin de la misión de Cristo; es un camino (en términos bíblicos y evocadores, un éxodo) que lleva del amor de la ofrenda inicial al amor de la oblación final, total. Y a lo largo de todo ese camino, está el amor de cada persona, en particular los pobres, los marginados, los pecadores. San Miguel deduce – luego – de ese amor de Dios revelado en Jesucristo, la necesidad de nuestra respuesta de amor a Dios, que nos amó hasta ese momento (así nos amó Dios).
Consecuentemente, me parece que la Cuaresma betharramita puede concebirse y definirse como un éxodo bidireccional: el amor de Dios hecho visible en la Encarnación y la Cruz de Cristo, y el amor del hombre delante, y en respuesta a ese espectáculo prodigiosos del Verbo de Dios venido al mundo y anonadado por nosotros.

La primera dirección: la ofrenda del Verbo al Padre y su vida son un misterio de amor que se expresa y se manifiesta (pero no se agota) en el testimonio supremo de su amor por los hombres: la Cruz. San Miguel contempla en varias ocasiones, maravillado, ese misterio que parte de la Encarnación (considerada a su vez con estupor por la “condescendencia” de Dios) y lleva a la locura de la Cruz.
En el exinanivit, ve la profundidad, e incluso la absurdidad (si la vemos con los ojos y el corazón fríos, es decir sin la luz y el calor del amor), con una actitud que anonada, precisamente, el ser de una persona para asumir otra, una actitud de plena y total relación con otra identidad: la apertura total a nuestra humanidad. Tal es la actitud de Dios en favor del hombre, a la vez indecible (de ahí la revelación divina) e increíble a la vida humana. Al mismo tiempo, es certeza exaltadora de la salvación, que la Cruz testimonia sin equívoco posible.

La segunda dirección: el espectáculo prodigioso debe llevar al betharramita (y a toda persona) a imitar a Jesús anonadado, despojado, obediente, para consagrarse para testimoniar y procurar a los demás la alegría de ser amados y salvados por el Amor del Verbo encarnado y crucificado. El amor – nos dice san Miguel – especialmente ese amor total, exige una respuesta de amor, que sea en la misma longitud de onda aunque, forzosamente, de menor intensidad. Creer en el amor y acogerlo, es ser renovado; es reconocer ante todo que necesitamos ese amor; es captar la inmensidad para vivir su complejidad y su totalidad. Ese espectáculo exige (como lo dice el himno paulino al cual nuestro fundador se refiere en la cita) de nosotros tener los sentimientos mismos de Cristo, es decir, comprometernos nosotros también en ese camino del don de sí a Dios y a los hermanos, amados y salvados por Cristo, dejándose captar por su amor y su ejemplo. Para comunicar la liberación y la salvación. Para proseguir su encarnación en la Historia. El betharramita es el hombre de la encarnación, que en su vida y en su tiempo perpetúa, testimonia, comunica el “Aquí estoy, vengo” del Verbo y lo hace teniendo en cuenta, como lo hizo Cristo, del hombre inmerso en su tiempo, sus exigencias y preguntas.
Así es. Creo que la Cuaresma betharramita puede identificarse y resumirse en ese éxodo bidireccional que hay que recorrer siempre en la óptica y en la lógica del amor del Verbo encarnado. Y la Iglesia misma subraya hoy con insistencia que la vida religiosa es un camino, a imitación de la vida de Cristo (Vita consecrata 40): es un continuo éxodo personal y comunitario, que toma constantemente por modelo al Verbo encarnado en sus disposiciones: don de sí para la salvación de los hombres, perfecta obediencia al Padre, olvido de sí, amor a toda persona en la necesidad.

Más allá de la Cruz: pero el texto de san Pablo citado por san Miguel prosigue: el camino de la Cuaresma no termina en la Cruz, sigue en la exaltación del Cristo resucitado. La exaltación es el fruto y la consecuencia de su obediencia al Padre: por eso… di ce san Pablo. El Padre exaltó al Verbo por su obediencia, su total adhesión a su voluntad y a su amor oblativo por los hombres.
El camino, el éxodo del Verbo encarnado se termina con la vida que entrega a los que aceptan la salvación: es la resurrección de todo pecado y de toda debilidad, y es la certeza que Dios vivo no nos abandona en la tristeza de su muerte, la manifestación alegre que Cristo se encarnó para ser revelación de un amor eterno e indefectible para con toda persona.
En esta perspectiva típicamente betharramita (recordada especialmente por la Iglesia con motivo del Gran Jubileo, como camino y estímulo pastoral para el Tercer Milenio, la Encarnación no designa sólo la Cruz, sino a través de la Cruz indica la Resurrección y la Vida. Aquí surge la alegría de la vida ofrecida por Dios, esa dicha a procurar a los demás, como lo dice siempre san Miguel, siempre en el Manifiesto. Y así es cómo la alegría de Pascua se convierte en motor y dinamismo de la Misión.
De esta manera, el éxodo de la Cuaresma lleva a Pascua y, de Pascua, a la Historia. La nuestra y la de la humanidad. Para el betharramita, la misión se prosigue en el testimonio y en la transmisión de la Vida recibida del Verbo encarnado.

Ennio Bianchi, SCJ


 

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Oración por el Capítulo generalBelén, 14-31 de mayo de 2011

Espíritu Santo, ven a nosotros, vuélvenos hacia el Señor.

Nacido en Belén, ahí nos espera.
Nos llama, a encarnar, en el mundo y en la Iglesia, su entrega y mansedumbre.
Quiere manifestar, dentro de nuestros límites, la inmensidad de su ternura.

Maestro interior, haz la verdad de lo que somos y hacemos.
Danos la sabiduría para discernir el bien, y la fuerza para cumplirlo.
Haznos dóciles a su gracia, siempre la misma y siempre nueva.

Enséñanos a vivir bajo la doble ley que grabas en nuestros corazones:
el amor para unirnos a ti sirviendo a nuestros hermanos;
la obediencia para no ser más que uno y hacer la voluntad del Padre.

Que la Regla sea nuestro octavo sacramento,
nuestro camino de fidelidad, de felicidad a compartir.

Que incluso nuestras miserias nos hagan más humildes, más generosos, más fuertes,
en Jesucristo y por Jesucristo,
y que no tengamos más que un movimiento y una oración,
en pos de la Virgen María, san Miguel y la Beata Miriam:
hacer de toda nuestra vida un “Aquí estoy”.

Amén.


5 minutos con... los Padre PHAIROTE y ARUN

Phairote Nochatchawan, SCJ

El 16 de mayo de 2008, una bella aventura comenzaba para el P. Phairote Nochatchawan y  el P. Arun Kano.
Estos dos jóvenes sacerdotes dejaban a Chiang Mai para construir una nueva comunidad betharramita a Maetawar, en la diócesis de Nakhon Sawan (Tailandia). Descubramos gracias a ellos este nuevo terreno de misión.

Nef: En mayo va a hacer ya dos años que están en Maetawar. ¿Pueden presentarnos su campo de acción desde el punto de vista social y humano?
- Sí, pronto van a hacer dos años que el P. Arun y yo trabajamos en la diócesis de Nakon Sawan. Los distritos de Maetawar y de Maetan comprenden 72 pueblos dispersos en la montaña y repartidos en los cuatro distritos de la provincia de Tak. De entre esos pueblos, 17 tienen una iglesia: en otras partes, las familias católicas viven aisladas. Hay dos centros escolares: una escuela secundaria mixta, el Centro S. Francisco de Asís (Maetawar) que tiene 31 alumnos, y un Centro de formación agrícola (Pa Noy Pu), con 30 alumnos (chicos y chicas). Tenemos también tres escuelas de pueblo: la Fresh Flower School (dok mai sot) que se encuentra en un lugar alejado, una escuela primaria en Maewey y una escuela preparatoria para las clases superiores en Mae Sa Pau. Somos tres sacerdotes para esta misión, entre los cuales el P. Arun y yo mismo con el P. Alain de las M.E.P., y colaboramos con dos Hermanas, quince catequistas, cinco docentes y dos voluntarios.

¿Y quiénes son esos cristianos y cuántos son?
- Los cristianos de los que nos ocupamos son todos karen (Skaw Karen y Po Karen). Las personas bautizadas son 1843 y 693 son catecúmenos. En total son 2.536.

¿Es diferente de lo que han conocido hasta ahora?
- Las diferencias entre la diócesis de Chiang Mai y el distrito de Maetasar-Maetan de la diócesis de Nakon Sawan se refieren principalmente a tres dominios:
Religioso: En esta región, la gente se interesa por el catolicismo. Las conversiones son en número creciente sobre todo entre los animistas. Por otro lado, la fe y la práctica religiosa no están tan enraizadas en los fieles como haría falta.
Lingüístico: los Karens de esta región hablan una lengua ligeramente diferente de la de Chiang Mai. Para la trascripción utilizan caracteres de la lengua birmana, a pesar de que estábamos acostumbrados al alfabeto romano.
Litúrgico: en las ceremonias nupciales, por ejemplo, la novia entra a la iglesia, con su vestido largo blanco. Después del compromiso solemne, se viste con el vestido de casada.

¿Cuáles son sus principales actividades?
- Principalmente trabajamos en la pastoral, la evangelización de los pueblos dispersos en la montaña y en el acompañamiento pastoral de los jóvenes en las escuelas. (P. Phairote)
“Levánte y anda”, es nuestra palabra clave. Por eso, fuera de la actividad pastoral, tratamos de caminar con la gente y mostrarles que pueden avanzar por ellos mismos. El año pasado, por ejemplo, planté arroz en un trozo de tierra que el P. Alain, M.E.P., había comprado hace unos años y que había dejado de barbecho desde entonces, pues, estando solo, no podía encargarse de ese trabajo suplementario. Fruto de la iniciativa: los jóvenes de los centros pusieron en práctica lo que estudiaban en la escuela y así adquirieron experiencia; los padres de los estudiantes fueron invitados a participar ellos también, ofreciendo algunas jornadas de trabajo, para provecho de la educación de sus hijos; los alumnos de los centros escolares comen el arroz que ellos mismos han cultivado, lo cual, de muchos puntos de vista, es muy positivo. (P. Arun)
¿La educación de los niños y de los jóvenes es, pues, una parte importante de su ministerio? Sin ninguna duda, pues el nivel escolar dispensado por el ministerio de educación en las escuelas de esos pueblos aislados es muy bajo. Es indispensable que haya centros de formación de calidad para esos jóvenes: más tarde, éstos podrán a su vez elevar el nivel de la educación en sus propios pueblos.

Después de su llegada, ¿las condiciones de la misión han cambiado?
- Los antiguos misioneros nos habían dado este consejo: “Cuando llegan a un nuevo lugar, empiecen por callarse, abran bien los ojos y observen con atención para acordarse con claridad de todo; abran de par en par los oídos y escuchen para recibir las informaciones y las ideas de las personas que tienen experiencia; abran bien el corazón y traten de comprender el trabajo que ustedes están llamados a realizar”. Agradecemos a Dios habernos dado de este modo un ejemplo a seguir, es decir, a los misioneros y a todos los que han formado a los obreros para la cosecha. Realizamos la misión con las capacidades y la energía que son las nuestras. A lo largo de todos estos años, el número de cristianos aumentó.

¿Cuáles son los desafíos mayores a los que ustedes están enfrentados desde el punto de vista de la evangelización?
- Las rutas y las pistas en las montañas son difíciles de recorrer. Las personas que tratamos cultivan creencias pobladas de espíritus. Pero los desafíos reales a los que debemos hacer frente son de naturaleza distinta. En nuestra actividad pastoral y en el dominio de la evangelización, los verdaderos desafíos están en el deber que descansa en nuestras espaldas y en nuestros corazones. “¿Cómo llevar con precaución esta gran barca lanzada al centro de un río muy caudaloso y entre ráfagas de un viento tempestuoso que no se apacigua nunca, para hacerla llegar al puerto de paz?” Ahí está el mayor desafío y la cruz más pesada que llevar.

Como religiosos-sacerdotes, ¿cuál es su mayor satisfacción que viven hoy?
- Es la Eucaristía, celebrada cada día con devoción y determinación, lo que me da la fuerza de vivir mi vida religiosa. “Si la oración es constante, la corriente de fuerza es regular; si la oración se debilita, también se debilita la fuerza; si la oración está ausente, la fuerza termina faltando”.

¿Qué futuro ven para Betharram en la diócesis en donde ustedes trabajan y, más ampliamente, en Tailandia?
- ¿El futuro de Tailandia? Esto es lo que creo: si tuviéramos que recibir invitaciones de otras diócesis, tendríamos que “remar mar adentro” (Lucas 5, 4) guiados por el Espíritu de la Congregación, pues el Espíritu Santo siempre ha actuado en los Superiores que fueron nombrados hasta ahora; claro, hará falta que la Congregación encuentre ayudas financieras para sostener nuevas actividades. (P. Arun)
Confiando en la Providencia divina y entregándonos a ella sin condición, la Congregación nunca dejará de ser colmada de gracias en esta nueva región.(P. Phairote)

Arun Kano, SCJ


Nuestra experiencia en Ashram

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Todos buscan. Buscamos el sentido de nuestra existencia, un fin a nuestra vida, para unirnos al Verbo hecho carne. En esta búsqueda, todos somos peregrinos. Y nosotros, los novicios betharramitas, nos hemos puesto en marcha para profundizar el aspecto indio de nuestra espiritualidad.

Como previsto en el programa, los nueve novicios han estado, del 11 al 21 de diciembre de 2009, en Ashram Anjali, situado a los pies de los Montes Chamundiswari, a la entrada de Mysore (Karnataka). Ashram es un lugara de serenidad en donde reina la alegría interior. La experiencia holística del alma (Atma Purna Anubhava) era el tema de los 10 días de iniciación a la plena conciencia de sí que lleva a la plena conciencia de Dios.

Las enseñanzas y los puntos de meditación (upadesas) del Maestro espiritual (Acjary-Guru) nos p0ermitieron orientar nuestra búsqueda a través de todo un proceso para centrar y recentrar nuestra vida. Nosotros, los buscadores (sadhake), hemos sido puestos ante el desafía de tomar en serio el objetivo, creer en la posibilidad (sadhya) de alcanzarlo, y por consiguiento hacer esos ejercicios espirituales (sadhana) lo mejor posible, con regularidad seria y con determinación.

Desde el primer día, el maestro (gurú) recordó la necesidad del silencio, interior y exterior. “No traten de captar con los sentidos, o a comprender con la cabeza, nos dice, conténtense con observar. Dejar hacer, observen y contemplen el Espíritu con los ojos de la fe.” Fuimos iniciados en la espiritualidad india integral – el ejercicio universal del Yoga para una vida armoniosa, y guiados por ejercicios específicos (sadhana), en particular la meditación (dhyana).

Las palabras clave de los tres primeros días eran: conciencia y libertad, silencio y tranquilidad, ser tranquilo, ser simplemente. Nos han estimulado al dominio de nosotros, cuerpo, lengua, espíritu (todos los sentidos), a concentrarnos en una sola intención (ekagrata), a hacer la experiencia de una pasividad y de una inmovilidad totales (Samadhi) dentro de una conciencia de sí siempre creciente (cit). Al final del tercer día, éramos capaces de hacer la unidad en nosotros mismos y con Dios ¿Brahman?, de vivir una comunión con todos ¿comunidad de “buscadores”?, un compromiso social, una armonía con la naturaleza, de manera que nuestra principal actividad personal sea entrar en su santuario interior, el santuario del Espíritu, en un estado de conciencia y de felicidad.

Fotos

Los novicios de la Región Beata Mariam


IN MEMORIAM FRANCIA

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Hasparren, 6 de enero de 1922 - Betharram, 22 de febrero de 2010

Nacido en Hasparren (Francia) el 6 de enero de 1922, alumno de la escuela apostólica de Betharram, el P. Sauveur entró en el noviciado en Balarin y emitió sus primeros votos el 15 de agosto de 1940. Sus estudios de filosofía y teología fueron interrumpidos por dos años de servicio militar obligatorio en Alemania, durante la guerra. Fue ordenado sacerdote en Jerusalén, el 15 de agosto de 1947. Después de un año pasado en la iglesia de los Milagros de Roma, fue como misionero a China con el P. Séguinotte, y llegó a Tali el 30 de marzo de 1949. Al año siguiente fue destinado a Hia-kouan, en donde encuentra la comunidad de las Hijas de la Cruz. Expulsado del Yunnan, llegó a Chiang Mai en el mes de mayo de 1952; durante más de 20 años su actividad misionera se desarrolló en este nuevo país, particularmente en Chiang Mai. Regresado a Francia a mediados de los años setenta, fue destinado en primer lugar a la residencia de Pau, y luego, desde 1970, a Betharram, en donde pasará el resto de sus días.

Les voy a confesar algo. Es la primera vez que me piden hacer la homilía para un religioso de Betharram. Al aceptar comentar esta Palabra de Dios, me han venido al espíritu dos hechos que me unen al Padre Sauveur. Nació en Hasparren. Yo nací en Hasparren. Sobre todo, cada vez que nos encontrábamos, evocaba a un sacerdote, antiguo vicario de Hasparren que apreciaba, un cierto Arnaud Delgue, tío segundo mío y padrino de mi padre. Cuando empecé la formación en el seminario de Toulouse, me ofreció un breviario que había pertenecido a mi tío segundo y que guardo como una joya.
Esta tarde, el Padre Londaïtzbéhère nos reúne en esta capilla de Nuestra Señor de Betharram  Acaba de vivir su paso. Y su muerte nos afecta a todos y a cada uno, pues lo queremos por lo que es. ¿Cómo no recordar su estatura, su voz, su vida misionera en China y en Tailandia, vida misionera marcada por una expulsión de China que lo afectó para toda su vida? Y todos los kilómetros recorridos en este Sudoeste de Francia con su mobilette azul y su sotana al viento. Sauveur, o Xalbat (en vasco), quería a Cristo a quien entregó toda su vida.
Los textos de la Palabra de Dios que acabamos de escuchar nos interrogan. ¿Cuál es la fecundidad de una vida religiosa, de una vida sacerdotal, en este año sacerdotal y en este lugar elegido por la diócesis como lugar de peregrinación? ¿Podemos medir los frutos de una vida entregada a Cristo? ¿Para qué sirve un religioso, un sacerdote? ¿Es en términos de utilidad que tenemos que evaluar la vida de un religioso-sacerdote? Ahí está la Palabra de Dios para ponernos en el corazón mismo de lo que significa nuestro ser profundo de religioso: el misterio del don total.
“Si el grano de trigo caído en tierra no muere, permanece solo; pero si muere, da mucho fruto”.El grano tiene que morir para dar fruto. ¡Ahí está su fecundidad! Morir a sí mismo para entregarse a Cristo. Lo esencial es dejarse transformar por la Palabra de Cristo, esta Palabra de Dios que no se puede encadenar, que no detiene su carrera, que sigue siendo proclamada por todos los misioneros, por todos los discípulos de Cristo a tiempo y a contra tiempo, a través de las pruebas que todo discípulo puede encontrar a través de los límites humanos de los mensajeros del Evangelio.
Sauveur experimentó hasta en su carne y en su corazón el sufrimiento de los mensajeros de la Palabra de Dios. Los mensajeros que son rechazados, silenciados, expulsados… Sauveur guardó siempre su fe en Cristo, siguió a Cristo hasta el fin. (...)
La fecundidad de una vida religiosa pasa por esta configuración a Cristo. ¿Cristo fue profeta en su país? ¿Cristo fue comprendido por sus compatriotas? ¿Cristo fue amado por los suyos? Cristo entregó su vida por la salvación de los hombres. Cristo dijo siempre: “Aquí estoy, Padre”. (...)
La fecundidad de una vida religiosa se despliega en la medida en que la intimidad con Cristo es vivida cada día en la oración, el silencio y en la vida sacramental. (...) Sauveur nos dejó un testimonio de una gran fidelidad a la oración para estar con Cristo, para servir a Cristo. (...)
¿Cómo no tener esperanza? Estamos llamados a vivir con Cristo: “Si con Él morimos, viviremos con Él”. Ésa es la cima de la fecundidad. Sí, el grano caído en tierra lleva fruto. Por eso, ¿cómo no agradecer por toda la vida de Sauveur? Lo que sembró lleva fruto. Lo que sembró en China, en Tailandia o aquí en Betharram, lleva y llevará fruto. En Tailandia, donde el relevo de los misioneros ya se hizo...

Homilía del P. Jean-Dominique Delgue, SCJ
Betharram, 24 de febrero de 2010


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3. PRIMERAS PRUEBAS  (SIGUE)

por
Joseph Séguinotte,SCJ

L’Écho de Bétharram
septiembre-octubre de 1944

Yang-Pi fue saqueado y los dos padres que servían el lugar tuvieron que huir a la montaña. Sólo tres meses más tarde, el P. Palou pudo regresar. Lo esperaba un espectáculo desolador: “En la capilla, se robó todo; sólo quedaron colgados de las paredes, encima del altar, el cuadro del Sagrado Corazón, el de la Virgen y el de san José. El crucifijo desapareció, el altar fue completamente expoliado, la puerta del tabernáculo rota; en el piso, trozos de tela, que quedaron de los ornamentes maltratados y rotos. De la escuela, no quedó nada. La residencia fue saqueada.” Dos años más tarde, el jefe de los bandidos, convertido en coronel del ejército regular , se llevó al P. Pirmez al que guardó prisionero durante unos doce días.
En 1927, un violento movimiento de xenofobia se desató en toda China; dos jesuitas fueron asesinados en Nankin. Ante esas amenazas, los cónsules extranjeros aconsejaron a los compatriotas a ponerse a recaudo. Los pastores protestantes obedecieron enseguida, pero los misioneros católicos prefirieron quedarse en el peligro. Por otra parte, esa actitud no hizo sino aumentar la simpatía que los indígenas les demostraban.
Esa mención de los protestantes, nos hace pensar que los Padres no eran los únicos a trabajar en ese campo de apostolado. En 1935, escribía un misionero: “Tenemos rivales muy numerosos, mucho más numerosos que nosotros y que disponen de recursos infinitamente superiores: son los protestantes”. Y añadía: “No somos 20 para 33 prefecturas, ellos son varios por subprefectura” y citaba una que contaba hasta con 4 pastores casados y cinco señoritas misioneras.
A principios de 1931, el P. Etchart hizo el viaje a Birmania para hablar con el Vicario apostólico de Mandalya sobre la evangelización entre la frontera de Birmania y China: los Shans o Tais. Desde el año siguiente, los Padres ´Trezzi, Lacoste y Darnaudéry partieron para aprender la lengua de esa tribu. Pero mientras, un duelo cruel había golpeado a la joven Misión: a su vuelta de Birmania, en abril de 1931, al P. Etchart se lo había llevado, en 36 horas, un mal fulgurante. Este apóstol que, antes de dejar Francia por primera vez, había dicho:”Somos la primera ola de asalto” sucumbió el primero en la brecha, con 48 años, y su última palabra: “¿Se acabó?...” recuerda, para no olvidar, “non recuso laborem” del apóstol de las Galias con, además, un matiz de aceptación generosa, de resignación a la voluntad de Dios.
En noviembre, Mons. Salotti anunciaba el nombramiento del M.R.P. Magenties como Superior de la Misión: el electo sólo tenía en su haber tres años de estadía en China. Bajo su impulso, el progreso continuó: se fundaron una escuela para catequistas, un probatorio para futuros sacerdotes. El P. Darnaudéry emprendió la evangelización de una nueva tribu: los Katchins. El P. Oxidar, en el sur, abrió un nuevo distrito que, tres años más tarde, debía dar magníficos resultados.

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