Un mensaje del obispo de Roma
Realidad y vida versus resignación y supervivencia
Extraído por el discurso del Santo Padre durante el encuentro con los sacerdotes y los consagrados a Milán, en la solemnidad de la Anunciación de Dios, el 25 de marzo 2017.
Hoy, la realidad - por muchos motivos que ahora no podemos detenernos a analizar - nos llama a iniciar procesos, más que a ocupar espacios, a luchar por la unidad, más que a apegarnos a conflictos pasados, a escuchar la realidad, a abrirnos a la “masa”, al Pueblo fiel de Dios, al todo eclesial. Abrirnos al todo eclesial. […]Paso a otra cosa. No me atrevería a decirles a cuáles periferias existenciales se tiene que orientar la misión, porque normalmente el Espíritu inspiró los carísimas para las periferias, para ir a los lugares, a los rincones que suelen ser abandonados. No creo que el Papa les pueda decir: ocupante de esto o de aquello. Lo que el Papa puede decirles es esto: son pocos, son pocos, son lo que son, vayan a las periferias, vayan a los confines para encontrarse con el Señor, para renovar la misión de los orígenes, a la Galilea del primer encuentro, volver a la Galilea del primer encuentro. Y eso nos hará bien a todos, nos hará crecer, nos hará multitudes. Se me ocurre pensar, ahora, en la confusión que debe haber sentido nuestro padre Abraham: le dijeron que mirara el cielo: “Cuenta las estrellas” - y no podía - “así será tu descendencia”. Y después: “Tu hijo único” - el único, el otro ya se había ido, pero éste tenía la promesa - “llévalo a la montaña y ofrecérmelo en sacrificio”. De esa multitud de estrellas a sacrificar a su propio hijo; la lógica de Dios no se entiende. Sólo se obedece. Y este es el camino que cada uno tiene que recorrer. Elijan las periferias, despierten los procesos, prendan la esperanza apagada y debilitada de una sociedad que se hizo insensible al dolor de los demás. A partir de nuestras fragilidades como congregaciones podemos estar más atentos a tantas fragilidades que nos rodean y transformarlas en espacios de bendición. Será el momento en que el Señor les dirá: “Espera, hay un cabrito, allí. No sacrifiques a tu único hijo”. Vayan y lleven la “unción” de Cristo, vayan. No los estoy echando. Sólo les digo: Vayan a llevar la misión de Cristo, su carisma. Y no olvidemos que “cuando ponemos a Jesús en medio de su pueblo, el pueblo encuentra felicidad”. Sí, sólo esto puede devolvernos la felicidad y la esperanza. sólo esto nos va a salvar de una actitud de supervivencia. Por favor, no. Esto es resignación. No sobrevivan; vivan. Sólo esto va a hacer fecundas sus vidas y mantendrá vivo nuestro corazón. Ponga a Jesús donde tiene que estar: en medio de su pueblo”.
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