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13/04/2017

La Palabra del Superior General

La experiencia de ser Misionero

La Palabra del Superior General

Nunca podré olvidar aquella experiencia que tuve con mi equipo de visiteo en una de las misiones que cada verano hacíamos unos cuantos sacerdotes con un montón de jóvenes en el olvidado interior de la Argentina, en la Provincia de Catamarca. Esa tarde, Karina, Pablo y yo fuimos a visitar a una “viejita” que no podía salir de casa por limitación de sus movimientos. Nos lo comunicó con pena y enseguida le respondimos: “No se preocupe, señora, Jesús es tan bueno, que como usted no puede ir a la iglesia, él, que la quiere tanto y que sabe lo que le pasa, ha decidido venir a verla a usted. Le hemos traído la comunión.” Nos respondió con una cara transfigurada: ¡Qué grandeza!

Esta ha sido una experiencia misionera que me ha impactado y que tiene todos los elementos de una actividad misionera adulta: éramos misioneros, enviados por el grupo misionero grande donde vivíamos la fe en Jesucristo; salimos del grupo y fuimos al encuentro de esta señora; entramos en diálogo con ella a partir de su limitación de no poder salir de casa; eso nos llevó a anunciar a Jesús, el Verbo encarnado que se acerca a todo ser humano y se produjo el encuentro entre esa señora y nosotros y entre ella y Jesús, en la comunión, que es lo más importante. Cumplimos el objetivo de la visita misionera: anunciar a Jesús como alguien que ama a la “viejita” y vive cerca de ella. La Señora se llenó de alegría y nosotros también porque conseguimos lograr para ella la misma felicidad que da el Jesús verdadero.

El estilo de vida de un consagrado puede ser motivo de rechazo por parte de alguna persona o grupo, pero también puede ser motivo de reflexión, cuando alguien que piense lo que piense, se siente respetado y comprometido a respetar al diferente y entrar en diálogo. Con el respeto y la apertura a las diferencias se dan las condiciones de la posibilidad de llegar al encuentro, entre personas y hasta con Cristo. Lo mismo puede ocurrir con los vecinos de una comunidad religiosa que vive con fidelidad, alegría y compromiso la vocación y se relacionan con alegría con ellos. La misión (de la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram) consiste en pro-longar el acto del Corazón de Jesús, el Verbo Encarnado, que se ofrece a su Padre para cumplir su voluntad de salvación: revelar a los hombres de nuestro tiempo la ternura y la misericordia, el rostro de amor de Dios-Padre (RdV.9)

Como misioneros somos discípulos que hemos conocido a Jesús, lo hemos amado y hemos decidido ser como él era. Al vivir así, somos enviados por Jesús que es el Hijo predilecto y enviado del Padre. Y la finalidad es la misma que la de Jesús misionero: revelar a los hombres de nuestro tiempo la ternura y la misericordia, el rostro de amor de Dios-Padre A veces son tantas las actividades que nos acaparan, que nos olvidamos o se nos pierde la finalidad de nuestra misión y poco a poco nos vamos poniendo nosotros en el lugar donde tiene que estar Jesús, al que nunca llegamos. Esto puede pasarnos hasta en las instituciones eclesiales más sagradas.

Para nosotros, religiosos de Betharram, miembros de un instituto de vida consagrada, la misión es un elemento fundamental de nuestra vida, que no puede ser separado de los otros: la espiritualidad, la consagración, la fraternidad evangélica. Para ser auténticos misioneros no podemos prescindir de nuestra espiritualidad, ni de nuestra consagración, ni de nuestra fraternidad evangélica.

Ni podemos ser auténticos religiosos si no le damos importancia a la misión.

La experiencia de misión es más importante que todas las actividades. Estas para ser misión tienen que permitir entrar en esa experiencia de encuentro con Cristo. La experiencia espiritual del encuentro con el Amor de Dios en la persona de Jesús que nos hizo discípulos, se prolonga en la experiencia de fraternidad que nos hace hermanos en la comunidad y en la experiencia de “lograr para los demás la misma felicidad” facilitándoles el encuentro con Jesús. Esta experiencia de ver felices a los demás es la que nos hace misioneros.

“Religiosos del Sagrado Corazón de Jesús, tenemos como programa el mismo programa del Corazón de Jesús, Sacerdote eterno y Servidor del Padre. Nuestra misión es, la prolongación del impulso del Verbo Encarnado que dice a su Padre: “Aquí estoy”, para la salvación de los hombres.“Siguiendo al Verbo Encarnado que “el Padre consagró y envió al mundo” (Jn 10, 36), también nosotros somos consagrados y enviados para ser, en el mundo, con toda nuestra vida de religiosos, signo y anuncio de Jesucristo. “La vida religiosa será tanto más apostólica cuanto más interior sea el don de sí al Señor Jesús, cuanto más fraterna sea la forma comunitaria de vida, cuanto más ardiente sea el compromiso en la misión específica del Instituto” (VC.72,d).(RdV.13).

Nuestra misión no abarca todas aquéllas actividades que son exigencia de nuestra responsabilidad pastoral.

Ni, muchas veces nuestra atención es acaparada por las actividades que son las más misioneras. Por eso es importante que nos examinemos para poder priorizar las actividades más misioneras que tienen que caracterizarse por la entrega total para acompañar a la gente: mansedumbre, acogida, para servirla como un servidor de Jesucristo, y para anunciarles el Evangelio, la persona de Jesús que es el Maestro que consuela. Uno puede organizarse bien para realizar la misión y para realizar también muy bien las actividades propias de las otras dimensiones de nuestra vida de consagrados; la meditación, la confesión, la reunión de la comunidad, el servicio a los pobres.

Por ejemplo, cuando estoy en Roma me gusta ir como voluntario, los lunes, a servir la cena con los pobres la Compañía de los amigos de Jesús José y María. Después de rezar vísperas voy a la Iglesia de santa Maria del Popolo, donde pobres y voluntarios participan de la misa. Cuando acaba la misa pasamos todos al comedor donde ya está todo preparado. Yo ayudo en lo que puedo hasta cinco minutos antes de la cena de la comunidad porque me parece importante participar en ella. Ayudo eficazmente en el servicio del primer turno. Un día que faltaban voluntarios me quedé hasta el final. Alguna vez, después de cenar he vuelto. Ni puedo decir que mi ayuda sea imprescindible, ni nadie se escandaliza porque después de ayudar lo que puedo, me voy a la cena con la comunidad.

Gaspar Fernández Pérez scj
Superior General

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