La Palabra del Superior General

La esperanza de la que hablamos no se basa en los números o en las obras, sino en aquél en quien hemos puesto nuestra confianza (cf. 2 Tm 1,12) y para quien «nada es imposible» (Lc 1,37). Esta es la esperanza que no defrauda y que permitirá a la vida consagrada seguir escribiendo una gran historia en el futuro, al que debemos seguir mirando, conscientes de que hacia él es donde nos conduce el Espíritu Santo para continuar haciendo cosas grandes con nosotros. (PP. Francisco: Carta a los Consagrados, I, 3).

El futuro de Betharram será profético, o no será. El Papá Francisco lo ha dicho a los superiores generales muy claramente refiriéndose a toda la vida Consagrada: «la radicalidad evangélica no es sólo de los religiosos: se exige a todos. Pero los religiosos siguen al Señor de manera especial, de modo profético. Esta es la prioridad que ahora se nos pide: Ser profetas como Jesús ha vivido en esta tierra... Un religioso nunca debe renunciar a la profecía». Lo repite en la Carta a los Consagrados (II, 2) y lo ha dicho otras veces.

El profeta es simplemente un hombre de Dios, que se encontró con él, Jesús resucitado, vive para El, testimonia su presencia y la explica con sus palabras. El profeta es aquél que ha experimentado que “conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (Aparecida, 29). Y esto de verdad. Para seguir siendo profeta esa experiencia hay que cultivarla en la meditación diaria de la Palabra de Dios, en la celebración de la reconciliación y de la Eucaristía y en la práctica de las obras de misericordia.

El profeta betharramita es aquel que ya no vive para sí mismo, sino para Jesús y para los demás, viviendo la antropología del Evangelio: Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna (Jn. 12, 24-25) La opción por esa antropología es lo que justifica su estilo de vida obediente, pobre y casto. Y esto también de verdad: escuchando y valorando el rol de los superiores, en vez de ser autónomo; compartiendo los bienes en vez consumir según sus deseos; sirviendo a los demás en vez de dominarlos llevando una vida hedonista.

El profeta betharramita será fraterno o no será, al estilo de Jesús con sus discípulos que antes y después de anunciar el reino, expulsar demonios y curar a los enfermos, encontraban tiempo para estar con Jesús en un lugar apartado. Como ellos compartirán su experiencia misionera, su vida, su oración, la acción de Dios en ellos y en los demás y los bienes que recibe cada uno. Y todo con sencillez, respeto, servicio, responsabilidad y perdón, valores de la misma antropología evangélica. Viviendo de esta manera, unido a Jesús y a los hermanos, tendrá una sensibilidad para las cosas de Dios y en diálogo fraterno se ejercitará en el discernimiento de la voluntad de Dios en la vida cotidiana y en los signos de los tiempos.

La vida del profeta betharramita y de las comunidades que vivan así, por el lenguaje de los gestos que realizan, irradiarán ganas de vivir, entusiasmo, alegría, esperanza… y provocarán curiosidad entre la gente que los vea vivir que se sentirá atraída por ese estilo de vida. Y el profeta betharramita tendrá que dar razón de su esperanza con humildad y mansedumbre, anunciando: soy así por Jesús, que desde que lo encontré y descubrí su amor, me cambió la vida y me enamoré de las bienaventuranzas y de Mt. 25.

Betharram abraza el futuro con esperanza porque no es una obra querida por los hombres sino por el Sagrado Corazón de Jesús, que “la concibió y la formó” y la sigue queriendo porque gracias al espíritu misionero que siempre ha tenido, en los10 últimos años nos ha regalando 55 ordenaciones sacerdotales y cinco religiosos-hermanos y en este momento nos llama a ofrecer el carisma a jóvenes en Vietnam.

Betharram abraza el futuro con esperanza porque, con esta mentalidad profética, entre los 246 religiosos de votos perpetuos y los 26 de votos temporales, somos muchos los que todos los días meditamos la Palabra de Dios, practicamos con seriedad los votos, nos esforzamos por vivir la fraternidad evangélica y realizamos la misión con una espiritualidad profética y con alegría.

Betharram abraza el futuro con esperanza porque somos también muchos los que estamos enamorados de la belleza del Carisma que nos dejó nuestro Padre San Miguel Garicoits y decididos a proponerlo con nuestro testimonio y con la palabra a otras personas que estén en búsqueda.

Betharram abraza el futuro con esperanza porque hay muchos laicos que, impactados por nuestro estilo de vida, se contagian y quieren compartir con nosotros la espiritualidad y la misión del Carisma de San Miguel.

Betharram abraza el futuro con esperanza porque hay muchas personas: obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, hombres, mujeres, ancianos, adultos, jóvenes y niños que nos conocen, confían en nosotros, conocieron a Jesús por medio nuestro y rezan siempre para que seamos fieles a nuestra vocación.

Betharram abraza el futuro con esperanza porque una nueve de testigos, empezando por nuestro Padre San Miguel Gariocits, Santa María de Jesús Crucificado, el Padre Augusto Etchecopar, nos precede y acompaña con su intercesión para que viviendo el Evangelio en la tierra nos encaminemos hacia el encuentro con Dios y con ellos en el cielo.

Gaspar Fernandez Perez scj
Superior General