El Cuaderno Fondeville (9)

El año de 1857 fue, para Betharram, un año de pruebas. Dos años antes, cuando el cólera asolaba nuestra región, Nay, Bruges, Asson, Saint-Pé y Lourdes, Betharram, Lestelle y Montaut sólo registraron algunos casos; en 1857, en el mes de enero, la fiebre tifoidea se desató de una manera alarmante, se apoderó de casi todos los hermanos: la mitad de los alumnos obligó a que se despidiera la otra mitad; 70 o 80 enfermos necesitaron la creación de 8 enfermeros que tenían que administrarles más de 300 cataplasmas por día. La muerte se llevó casi inmediatamente al joven alumno Saubat, de Pau; Mons. Gaye, director del colegio; el Hno. Jean y Pierre Lacaze de Pau. Entre los alumnos enfermos que hubo que devolver a sus padres, dos o tres sucumbieron. Sin embargo a fines de febrero la enfermedad había parado y los alunos pudieron volver en la primera quincena de marzo y celebrar la fiesta de Pascua en Betharram.

En 1857, el P. Pagadoy, sacerdote de Biscay, antiguo profesor de Saint-Palais, Bourdila, párroco de Bruges y Nabaraa, párroco de Bordères, ingresaron a la congregación. Los dos últimos ejercieron el santo ministerio en el santuario. El P. Nararra fue encargado principalmente de recibir las misas y de distribuirlas. El P. Bourdila que volvía a Betharram después de una ausencia de 18 años, dedicados al ministerio parroquial, fue encargado de las clases de filosofía para los novicios, algunas veces fue enviado a las parroquias para retiros o misiones. […]

En el año 1858, 5 sacerdotes vinieron a consolar a Betharram por sus pérdidas y darle un nuevo aliento. Se habían preparados para ser miembros útiles de la Congregación: los PP. Augé, Paradis de Pontacq, Souverbielle de Coarraze, los dos hermanos Cazedepatz de Etsaut; e hizo bien la Virgen Santa porque a fin de ese año y al comienzo del otro la muerte visitó la casa. De hecho hubo que lamentar la muerte del excelente y sabio Rossigneux: a pesar de sus sufrimientos dirigía las clases de retórica en el colegio de Santa María de Oloron.

En el mes de enero de 1859 una gran esperanza le fue quitada a Betharram con el fallecimiento del diácono Paul Carrère, nativo de Abos, y un mes después un ataque de tos convulsa sacaba del mundo al subdiácono Pierre Cachica, de Orthez. Sin embargo el P. Mouthes de Pontacq dejaba la parroquia de Boeih (Coarraze) para entrar en Betharram. Así, después de las pruebas y las pérdidas, volvía el ánimo y el reemplazo y está fuera de duda que esas muertes preciosas de las que fuimos testigos y que edificaron tanto la Casa Madre de la Congregación fueron el germen fecundo de nuevas vocaciones. […]

El mes de setiembre de 1859, tres días después de la fiesta de la Natividad de María, un domingo por la tarde, después de las vísperas, cuando nos disponíamos a refugiarnos en el fresco castañar, el grito de ¡Viva el Emperador! hizo acudir a la capilla a los Padres, a los Hermanos con el resto de peregrinos que todavía no habían emprendido el camino de vuelta a sus parroquias. En efecto, el Emperador y la Emperatriz entraban en el santuario. La linda voz del P. Perguilhem no falló y el Salvum fac se oyó durante diez minutos bajo la bóveda del santuario. Al darse cuenta de que se iba perdiendo la voz, de tanto que se había repetido con fuerza la oración, el P. Fondeville se acercó al Emperador y preguntó si a Su Majestad la Emperatriz no le hubiera agradado la bendición con el Santísimo, y, a la señal afirmativa, dio la orden. Su majestad el Emperador estaba sentado y el P. Fondeville le dijo: Majestad, lamentamos mucho no poder acompañar nuestros cantos con el sonido del órgano. ¿Está estropeado? preguntó el Emperador. Desde 1790 no tenemos órgano, le respondieron. El Emperador replicó: Ustedes van a tener uno. Después de la bendición Sus Majestades visitaron la sacristía; hablaron de los ornamentos de la condesa de Chambord y, después de conversar un poco en la sala de recreación, el Emperador dijo a la Emperatriz: haz tu regalo, yo ya hice el mío. Y allí, ella entregó al Padre ecónomo un billete de 1000 francos. Poco después, sus Majestades retomaron el camino de Tarbes por el que habían llegado.

Simon Fondeville scj
(1805-1872)
(continuará)