El Cuaderno Fondeville (10)

En 1863, año fatal para Betharram, el 14 del mes de María, en el día aniversario de la Ascensión de Nuestro Señor, a las 3 de la mañana, el excelente Fundador de la Congregación entregó su alma a Dios. Era más o menos la hora en que normalmente se levantaba. Después de 1853, cuando tuvo un ataque de parálisis, estaba bastante enfermo, pero como lo sometían a sangrados, volvía a estar bien, de acuerdo con su edad temía un tumor interno lo que hizo dejar de lado los remedios habituales porque estaba engordando cuando Dios lo llamó y en la misma víspera había estado frente al Obispo que estaba en visita pastoral en Mirepeix, y la comunidad de Igon que dirigiera durante más de 30 años, había obtenido su primera y su última bendición.

Ante la noticia de su muerte repentina, la comunidad de Igon se levantó inmediatamente. El convento de Igon que lo había visto en la víspera, admiró los caminos de la Providencia y las dos casas se unieron en oración por el querido y venerado difunto.

Los restos mortales fueron expuestos en la sala común transformada en capilla ardiente. Varios sacerdotes se sucedieron durante el día para rezar, cosa que se hacía siempre por los sacerdotes difuntos. Durante la noche, dos hermanos velaban y rezaban reemplazándose cada hora. La tarde del 15, viernes, Monseñor había llegado a Betharram alrededor de las 7,30 hs de la tarde y después de haber rezado frente al venerado cuerpo, subió a sus apartamentos y después de haber dirigido a la comunidad palabras de consuelo, fijó la hora de la Confirmación y del funeral.

Hacia las 9,30 hs. del 16 de mayo la confirmación estaba concluida, Mons. Boutoey, vicario general, fue a buscar el cuerpo acompañado por un miembro del clero. Pau, Orthez, Sarrance, Oloron habían enviado sus representantes a la Congregación. Pero las parroquias de los alrededores rivalizaban en celo para unirse a sus pastores. Todos querían testimoniar a Dios y a María su pesar por haber perdido esta alma que les hiciera tanto bien. Todos querían rezar por ella y merecer, así su sufragio. Los PP. Chirou, Carrérot, Fondeville guiaban el duelo. El P. Gaye, arcipreste de Pau, cantaba la misa con diácono y subdiácono. Después del Evangelio, Monseñor, el Obispo, subió al púlpito y parafraseó el versículo del libro de la Sabiduría: El Señor guió al justo por caminos derechos y le mostró el reino de Dios; le comunicó la ciencia de los santos y sacrificó y ennobleció los trabajos que bendijó. La infancia, la juventud, la edad madura del difunto, su vocación sobrenatural, su fidelidad a su vocación, sus obras, su desinterés, su sacerdocio, su cooperación y la administración de las Hijas de la Cruz y su fundación de la Congregación de Betharram, todo fue detallado y entró muy naturalmente en las palabras del texto.

La acción de la Providencia sobre esta alma apareció a todas luces. Monseñor la descubrió cuando tomó al pobre niño de Ibarre, lo llevó de la casa paterna a una casa honesta, donde fue preparado a la Santa Comunión. En este acto, el santo párroco se dió cuenta de que era un chico fuera de lo normal. El obispado lo recibe como alumno, lo impulsa hacia el sacerdocio, lo envía a Larressore, a Betharram, donde la Virgen Santa lo iba a destinar a continuar la obra de Betharram.

El Obispo terminó su oración fúnebre pidiendo la ayuda de la numerosa asistencia, de sus sacerdotes para el venerado difunto, sin dudar para nada que se lo podría invocar con fruto.

Al final de la celebración, Su excelencia rezó el responso y Mons, Boutoey llevó los despojos mortales a lo alto del Calvario donde fue depositado en la capilla de la Resurrección.

Simon Fondeville scj
(1805-1872)
(Continuarà)