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14/05/2014

Editorial

“Pasión por la voluntad de Dios, compasión para servir a todos los hombres”

Dios teje sobre nosotros un bordado maravilloso. Al levantar los ojos, ustedes no ven sino el revés de la trama, y sólo captan la confusa composición de los hilos. Pero cuando les sea dado admirar el trabajo, desde un punto de vista superior, ustedes lo verán como efectivamente es, y quedarán extasiados delante de lo que hoy se atreven a censurar. (da “Père, Me Voici”)

Querido San Miguel,

cuando escribías esta reflexión, estabas todavía “más acá de la eternidad”, mirabas, tú también, como nosotros ahora, desde “el lado de abajo” ese dibujo que te parecía confuso, a veces, incluso sin sentido. Con la imagen de la trama maravillosa y de la confusa composición de hilos manifestabas las grandes dificultades que tenías que enfrentar para realizar el proyecto que tenías en el corazón, pero, al mismo tiempo, comunicabas la certeza de que no se trataba sólo de un proyecto tuyo, sino de la obra de Dios; y que en el proyecto de Dios, todos esos hilos aparentemente fuera de lugar, tenían que integrarse armónicamente para formar un dibujo. Con esto querías también animar a los que tenías cerca y que compartían tu proyecto, para que imaginaran, más allá de las dificultades, el dibujo acabado, maravilloso. Más aún, tu fe te llevaba a ver justamente en esas dificultades el proyecto de Dios que gradualmente se iba realizando para Betharram.
En este año jubilar en el que celebramos los 150 años de tu nacimiento al cielo, nos sentimos nosotros también animados por tu visión y tratamos de volver a recorrer las etapas de tu vida, releer, profundizar y difundir tu mensaje, para poder, de alguna manera, hacer nuestra esa visión que te acompañó a lo largo de toda la vida. En las numerosas iniciativas programadas y realizadas en todos los Vicariatos, se involucraron religiosos y laicos, escuelas, colegios, parroquias y capellanías… todos se juntaron en el deseo de mantener vivo tu mensaje que se reveló una vez más, más actual que nunca para nuestros días.
Al culminar este año jubilar, quesera recordar y compartir con los religiosos y los laicos betharramitas, algunas expresiones que volví a descubrir, a lo largo de este año, leyendo de nuevo tus cartas. Estas expresiones son como hilos que constituyen esa trama maravillosa que Dios ha tejido a través de nuestra humanidad y que me ayudan a descubrir y a realizar tu proyecto en mi vida cotidiana.
Una expresión es: Corde magno et animo volenti, con espíritu generoso y un ánimo dispuesto (2 Mac 1,3): es una cita que vuelve por lo menos 15 veces en tus cartas. Por ejemplo, a una religiosa llamada a una nueva tarea, escribes:
Le recomiendo que no olvide nunca de decir a Dios y a sus superiores, por medio de su actitud: “¡Aquí estoy! sin llegar tarde y sin precipitación, sin condiciones y sin prodigalidad, sin volverse atrás y sin obstinación ; corde magno et animo volenti, en la paz y con buen humor. (Carta 39)
Utilizas la misma expresión también en contexto de tensión en una comunidad, cuando escribes al superior de Buenos Aires:
Cuando se tienen ideas fijas, es difícil deshacerlas; además, se cree que se está perdiendo el tiempo si las cosas no marchan según lo que nuestra imaginación ha inventado; specialmente no se sabe entender, gustar y abrazar, corde magno et animo volenti et constanti, la oscuridad, la esterilidad, los fracasos a los que nos vemos reducidos por obediencia. Para muchos, lamentablemente, este maná sigue escondido. (Carta 163)
Utilizas, además, la misma expresión rezando por la fidelidad de un religioso (carta 343) o para animar a un misionero en América Latina (carta 418). Al volver a menudo a esta citación, me haces recordar que la fidelidad nace en el corazón para después transmitirse a la voluntad; me haces recordar que la generosidad y la disponibilidad pronta del que responde a las llamadas del Señor, purifica los ojos del corazón y permite ver ese “maná” que se esconde entre los dobleces de la dificultad o los fracasos que encuentro cada día; me hace recordar -para emplear las palabras del Papa Francisco- que “los religiosos que tienen el corazón ácido como el vinagre no están hechos para el pueblo… no tenemos que formar administradores, gerentes, sino padres, hermanos, compañeros de camino”. Una generosidad y una disponibilidad que tienen que curar también esa “acidez del corazón” y traer “paz y buen humor”. Estoy seguro que tú, S. Miguel, hubieras aprobado con entusiasmo estas palabras del Papa Francisco.
Suaviter in modo, fortiter in re”, “con modales agradables, y enérgico en la substancia”: otra expresión que me llamó varias veces la atención. Son palabras sacadas del libro de la Sabiduría (Sab 8,1), y en tus cartas se repiten por lo menos seis veces. Te sirves de esta expresión para dar indicaciones sobre cómo intervenir en situaciones particularmente delicadas. Por ejemplo: un joven tiene dificultad para entrar al seminario porque su madre se opone. Escribes al P. Etchécopar para que diga a este joven:
Que siguiendo su vocación hará la voluntad de Dios y gozará de todas las ventajas que vienen de esta vocación. Una madre ¿no debería procurar, antes que otra cosa, la felicidad de sus hijos?
[…] El modo mejor para contribuir a la felicidad de los padres es el de seguir la propia vocación. Claro que esto no siempre es evidente; pero ¿cómo negar esta verdad?
Ir hasta el final suaviter in modo, sed fortiter in re.
(carta 146)
Esta última expresión dice toda tu determinación en el seguimiento de la voluntad de Dios y, al mismo tiempo, toda tu delicadeza para con las personas. Un equilibrio no siempre fácil de encontrar, pero que siempre caracterizó tus decisiones, tus opciones, inclusive en las situaciones más complejas.
En otra oportunidad, escribiendo al Superior del colegio de Moncade, lo invitas a que haga todo lo que puede para manejar bien la situación, en todos sus aspectos, suaviter prudenterque, (con delicadeza y prudencia) sin duda, pero también fortiter (con determinación). Me temo que usted se imagina obstáculos insuperables que lo paralizan, cuando lo que hace falta es tomar necesariamente la iniciativa y actuar, con decisión enérgica. (carta 225)
Aquí hay otro contexto, otras situaciones, pero una vez más nos recuerdas que fuerza y prudencia tienen que ir a la par para alcanzar el objetivo. Invitabas, también, a la misma persona a asumir el mismo criterio de acción, para no descuidar nada al corregir y formar hombres idoneos, expeditos et expositos (capacitados, libres y disponibles). Comiencen con seguir las reglas y después, lo más delicadamente posible, pero también con igual determinación, ¡adelante! tanto con los profesores como con los alumnos. (Carta 251)
Por lo tanto, no sólo un corazón generoso y un ánimo dispuesto, sino también suavidad y firmeza para llegar al corazón de las situaciones y de las personas.
Hay también una tercera frase, sacada también de la Escritura, que me llamó la atención, en tus cartas. La considero actual, porque me resuena como una invitación para mantener viva la riqueza que el Espíritu nos ha dado en este año jubilar, una invitación a ser constantes y perseverantes: “insta opportune et importune” (2 Tim 4,2), “insiste con oportunidad o sin ella”, son las palabras que Pablo escribe a Timoteo. Utilizas esta expresión para recordar al Superior de Oloron que tiene que hacer todos los esfuerzos … siempre y en cualquier lugar, para predicar y recomendar opportune et importune (en el momento oportuno y no oportuno) esa discreción y todas nuestras reglas, pero de manera particular aquellas sin las cuales nuestra Sociedad sólo podría subsistir por milagro. (Carta 154)
En otra oportunidad, esta citación aparece para invitar a la unidad:
Que todos los nuestros sean una cosa sola: unum sint!
Insista en esto con oportunidad o sin ella.
(Cartas 340 y 570)

Querido San Miguel, el Año Jubilar que te fue dedicado se está concluyendo, pero el carisma que recibiste del Espíritu sigue vivo entre tus hijos, laicos y religiosos, que día tras día, con su misión, estén donde estén, contribuyen a dar forma a ese dibujo que para nosotros muchas veces sigue quedando confuso pero que tú, ahora, “desde el otro lado de la eternidad” ves totalmente acabado. Con tus escritos, tu ejemplo, tu intercesión inspíranos y ayúdanos para que - como pedimos a lo largo de todo este año - “el Padre infunda en nosotros tu misma pasión y compasión para servir a todos los hombres en el corazón del mundo adonde Él nos envía”.

Enrico Frigerio, scj
Vicario General

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