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Calamuchita 1
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12/09/2013

NARRATIO FIDEI... del Padre Miguel Garicoïts

En la era de los foto-montajes, la NEF fue audaz imaginando o, más bien, reconstruyendo una narratio de nuestro fundador. Son raros los pasajes de la Correspondencia en los que S. Miguel revela aspectos íntimos de su propia historia. Sin embargo, sobre el tema de la cruz y de las tentaciones, narra también con sinceridad y lucidez, lo que lo perturba. Ésta es una “Narratio Fidei” del p. Miguel Garicoits… con la complicidad (aunque sin el consentimiento) de su Biógrafo, el p. Bourdenne.

San Miguel Garicoits

“Si alguien quiere venir conmigo, tiene que llevar cada día su cruz y seguirme.”

Lc 9,23

« Es una doctrina importante, es un gran misterio el que les propongo; y para entenderlo bien, vengan a meditarlo en el Calvario. a los pies de la cruz de nuestrro Salvador; verán allí dos acciones opuestas que el Padre cumple al mismo tiempo: cumple con su misericordia y su justicia. castiga y perdona los crímenes. Se venga ys e reconcilia, todo junto: golpea a su Hijo inocente, pro el amor a los hombres criminales, y al mismo tiempo perdona a los hombres criminales por el amor a su Hijo inocente. ¡Oh justicia! ¡Oh nisericordia! ¿quien las juntó? Es el misterio de Jesucristo, es el fundamento de su gloria y de su exaltación en la cruz, el misterio de haber conciliato en su persona esos dos atributos divinos, es decir, la justicia y la misericordia (...). Aprendan de eso, cristianos, de qué manera y con qué espíritu tienen que recibir la cruz. No es suficiente sufrir, porque, ¿quién no sufre en la vida? No es suficiente estar en la cruz; porque muchos están en ella, como el ladrón impenitente, y están muy lejos del Crucificado. La cruz, para algunos es una gracia; la cruz, para otros es una venganza; y toda esa diversidad depende del uso que hacemos de ella. Fíjense seriamente, ustedes, almas que Jesús aflige, ustedes quqe ese divino Salvador ha puesto en la cruz; fíjense seriamente en cuál de esas dos condiciones quieren ser crucificados; y, para que hagan una buena elección, vean aquí, en pocas palabras el retrato del uno y del otro, que será la división de este discurso... »

Extractado
del Segundo Sermón
para el día de la Exaltación de la Santa Cruz,
de Bossuet

¿No es un artículo de fe que es por la cruz que se entra en el cielo? Pero ¿por cuál cruz? Tollat crucem suam; tomen su cruz, dice Jesucristo, es decir la cruz de la propìa posición, no la que nos fabricamos.

Esto se refiere a todos sin excepción. Dicebat ad omnes; El Salvador Jesús se dirigía a todos. Es, por lo tanto, una ley general, necesaria, inevitable, oportet, oportet, exclama San Pablo, es necesario, es necesario. ¿Qué? oh gran Apóstol. Entrar al cielo por muchas tribulaciones. Per multas tribulationes intrare in regnum Dei. ¿Y por qué el Apóstol hablaba así a los primeros cristianos? Ut permanerent in fide, para confirmarlos en la fe.

Pero entonces, los que murmuran contra la cruz, ellos, dice San Pablo, son enemigos de la fe; renun cian a ella, apostatan, de alguna manera: Confitentur se nosse Deus, factis autem negant. Por eso, en la práctica, cuántas apostasías de esta fe. ¿Y, sin embargo, de qué nos quejamos? … ¿De estar camino al cielo?…

Acabo de recibir una carta de una Hija de la Cruz. Se declara feliz y bienaventurada en su vocación, aun en medio de las espinas que encuentra y que, dice, son inevitables. ¡Qué rica enseñanza en esas pocas palabras!

Sí, sí, la cruz en todas partes; ley eterna, necesaria, misericordiosa, sea que se la mire desde el lado de Dios que desde sí mismo. No hay manera de huir, está en todas partes, y es ella que nos salva; pero no a todos. Todos tienen cruces, pero de manera diferente. Unos las quieren, otros las rechazan, volentes et nolentes; estos la aceptan y la adoran, otros la llevan muy a pesar de ellos. Estos últimos sufren sin mérito; duplican la pena, duplicant penam, y por caminos llenos de lágrimas, van hacia el infierno. Los primeros son felices, incluso bienaventurados en medio de espinas, como esa humilde Hija de la Cruz.

Si fuera permitido quejarse, alguna vez, tendría que ser por no tener grandes cruces. ¿Quién se atrevería, entonces, a quejarse de las pequeñas cruces de su posición? ¿No es una especie de reprobación? Pobre del que no ama y no comprarte la cruz de Jesucristo. Va a sufrir de todas maneras, va a sufrir más y sin mérito, siempre expuesto a sufrir eternamente en el infierno.

Vean a la Santísima Virgen a los pies de la cruz; está de pie, sufriendo penas indecibles, pero sin  quejarse, sin pedir cambiar de posición, contenta y feliz de la que la Providencia le ha preparado, sumisa en ese momento, como cuando el Ángel la saludó Madre de Dios,, diciendo siempre: Soy la esclava del Señor, Ecce ancilla, perfectamente sumisa a la voluntad de Dios, siempre igualmente grande, igualmente fuerte, siempre igual a si misma: Ecce ancilla Domini.

Habría que imitarla y no decir: Quisiera darme bien y aquí me doy mal; por eso quiero cambiar de residencia; quisiera hacer el bien y estoy molestando, en mi cargo; hace falta que se me dé otro cargo. Digamos, más bien: Estoy donde Dios quiere, estoy aquí como Dios quiere: Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbum tuum: yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según su santa voluntad.

Que se tengan tentaciones contrarias, es entendible; todos tienen. Yo también he tenido muchas. Más de una vez me imaginé mi Ibarre, ese pueblo tan pastoril, con su pequeña iglesia tan pobre, tan desnuda, pero tan agradable, esa fuente de la que veo aun ahora el agua, ese viejo padre que con tanta ternura consolaría, esa hermana que la Providencia me conservó. Estaba tentado de decir a Monseñor: elija a otro superior y déjeme partir. No hubiera tenido carruaje, en Ibarre, pero tampoco me hubiera hecho falta. aunque hubiera tenido que cavar la tierra, hubiera tenido la fuerza de hacerlo.

Pero sobre todo esa pobre iglesia abandonada, hubiera podido mendigar para arreglarla. Es como para ocupar útilmente a un hombre… Pero tomé siempre esas imaginaciones por tentaciones. ¡Ah! Si creyera que era voluntad de Dios, dejaría todo y partiría inmediatamente.

Escuchemos la palabra del divino Maestro a sus discípulos. Como mi Padre me envió, así yo los envío, Sicut misit me Pater, et ego mitto vos. Estamos, entonces, como nuestro Señor encargados de hacer la voluntad divina. ¡Qué misión!

Pero ¿a qué somos enviados? A la cruz, como nuestro Señor, a la cruz de nuestra posición par asacar de ella lo mejor.

Es así que tendríamos que mirar todos los estados y abrazar la cruz, la penas que abundan; así tendríamos que encarar cada uno de nuestros ministerios, el profesorado, las misiones, y abrazar la cruz de la que todos nuestros ministerios está plagados.

¿Hay cruces nocivas, que hay que tratar de apartar? Sí, pero tenemos que apartarlas con esta disposición de espíritu: «Quisiera bien soportarla, y otras más, para participar de las humillaciones, de la pobreza, de los sufrimientos, en una palabra, de la cruz de mi divino Maestro». ¡Oh, qué rica disposición de espíritu! con ella qué grandes somos y qué felices en las posiciones más desgraciadas, siempre que no estemos allí por nuestra falta, Con qué rapidez nos haríamos, aunque estuviéramos, hasta ese momento cargados de crímenes, con qué rapidez nos haríamos santos y grandes santos por el sólo hecho de sacar tanto bien de la cruz de nuestra posición actual.

Testigo, el buen ladrón, en primer momento ladrón insigne, blasfemando contra nuestro Señor, después aceptando la cruz como viniendo de Dios mismo y pronto morando con alegría, feliz y glorioso por esta asociado s su Dios, considerándose indigno de un honor, de semejante felicidad.

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