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17/01/2017

Vida de la Congregación (1)

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En el centro: el P. Gaspar Fernández Pérez, Superior General, con la Señora Kieu-Dung Nguyrn,  que ha puesto su casa a disposición a la comunidad.

“Esta Congregación cumplió con todos las exigencias canónicas para estar oficialmente presente y se les permite desarrollar el ministerio pastoral en la Arquidiócesis de Ho Chi Minh Cuty”. Esta comunicación de la Arquidiócesis de Ho Chi Minh City (Firmada por el Vicario Episcopal por la Vida Consagrada, el P. Thomas Vu Quang Trung SJ) fue el comienzo oficial de la presencia betharramita en Vietnam. Es un reconocimiento de gran importancia.

A pesar de que nuestra comunidad está integrada por un número pequeño de religiosos, la Diócesis de Ho Chi Minh considera que nuestro carisma es una riqueza para toda la Iglesia de Vietnam. En el fondo, éste es el sentido de nuestra presencia en Vietnam. No queremos fundar grandes obras, no estamos allí porque nos faltan vocaciones en Europa.

Estamos allí porque estamos convencidos de que nuestro carisma es un bien para toda la Iglesia y no se puede enjaular en ámbitos restringidos. Un carisma que fue recibido, antes de que Betharram estuviera presente en Vietnam, por dos jóvenes: Joseph Tuan y Peter Do que ahora están en nuestro escolasticado de Sampran (Tailandia).

Nuestra presencia, como una pequeña semilla, fue sembrada en el surco de la historia de Vietnam recién hace un año y medio y ya es un punto de atracción vocacional.

Varios jóvenes ya pasaron por un periodo de discernimiento vocacional. Algunos ya son de nuestra familia: además de los dos jóvenes que están en Sampran, un joven está en Mangalore (India). Dentro de poco partirá otro para Mangalore. Otros serán recibidos en la comunidad betharramita de Ho Chi Minh City. Me gusta recordar que esta presencia se hizo posible gracias al “Aquí estoy” de dos jóvenes religiosos betharramitas: el P. Yesudas Kuttappassery (India) y el P. Albert Sa-at Prathansantiphong (Thailandia). Con su entusiasmo y creatividad, (propias de cada comienzo de misión) no se dejaron desanimar por las dificultades. Supieron poner en juego su fe y su coraje. Como espectador de todo lo que pasó, puedo decir que el Señor los bendijo así como a toda la Congregación.

Fue posible gracias al Obispo de la Diócesis de Than Hoa (Mons. Joseph Chi Linh) que, al poner a nuestra disposición una parte del Seminario diocesano en Ho Chi Minh City, nos dio la oportunidad de comenzar nuestra presencia con una recepción excelente.

Fue posible gracias a muchas personas en Europa y en los países de América Latina que, sensibles a la misión betharramita en Vietnam, quisieron participar ofreciendo ayuda económica para sustentar la comunidad naciente.

Fue posible gracias a muchas familias cristianas vietnamitas que, después de conocer la comunidad, se hicieron cercanas en sus necesidades cotidianas. Ofrecieron alimento, dinero, ornamentos litúrgicos y, especialmente, la certeza de tener cerca amigos, mejor dicho, hermanos, y hermanas.

Fue posible gracias a una señora cristiana vietnamita que reside desde hace muchos años en los Estados Unidos de América. De ella quiero hablar particularmente. La señora Kieu-Dung Nguyrn tiene una linda casa en el centro de Ho Chi Minh City. Como vive en los Estados Unidos desde hace muchos años, conoció, por intermedio de un sacerdote vietnamita amigo (el P. Dominic) que estábamos buscando una nueva ubicación para nuestra pequeña comunidad. Inmediatamente nos ofreció la posibilidad de residir en su casa, sin pedirnos nada a cambio, a no ser el hecho de vivir allí y “cuidarla”. Así, de manera completamente providencial, nuestra comunidad tiene, ahora, una ubicación para los próximos años. ¿Es la ubicación definitiva? Tal vez no. Habrá que evaluar, con el tiempo, las modalidades para adquirir una residencia.

Me gusta pensar que todo lo que narré hasta ahora no es sino el entrelazarse de la historia de Dios en la historia de la Congregación. Y recordemos que, si el proyecto de Dios es recibido en el proyecto del hombre, nada ni nadie lo puede parar. Y su providencia nos acompañará siempre. Entonces, la historia continúa, no termina aquí…Pero esta historia serán otros que la contarán…

Graziano Sala scj

 

Un año y medio en Vietnam

Una fundación se va haciendo paso a paso. Nuestros hermanos, los PP. Yesudas y Albert vuelven sobre un año y medio de vida a Vietnam. Superados los primeros obstáculos administrativos, la vida betharramita ha tomado pie y encontrado casa.

Cuando llegué a Ho Chi Minh City, Vietnam, no tenía el menor conocimiento de este nuevo país y de su cultura. La gente no habla inglés y es difícil comunicarse y manifestar sus propias exigencias. Mi problema era el de obtener un visto por un largo período. Traté de comunicar este pedido a los sacerdotes vietnamitas con quienes vivía, pero me dijeron que era muy difícil, para un extranjero, obtener este tipo de permiso. Esto me desanimó un poco. ¿Qué posibilidades tenía de resolver este problema?… Volví apensar en las palabras de San Miguel: “¡Adelante! ¡Siempre adelante!” La Providencia de Dios me hizo encontrar al P. Thomas Trung, vicario episcopal, que, a pesar de decir que no estaba muy enterado de cuestiones de vistos, sin embargo me hizo presente que había sacerdotes de la India que vivían en Vietnam desde hacía mucho tiempo. Me hizo conocer a dos religiosos Guanelianos, el P. Jerrin y el P. Felix. El P. Jerrin me presentó a un católico, dueño de una agencia de viajes,, que me prometió que conseguiría el visado para mi y para el P. Sa-at. Una vez que tuvimos los documentos, en dos días obtuvimos el permiso de trabajar: cosa extraordinaria, dada la dificultad con la que concedía el visado a extranjeros. Fue obra de la divina Providencia.

Empezamos el camino de formación con 6 candidatos, de diferentes regiones de Vietnam. No era una situación fácil de manejar, pero todo iba bien, aunque comenzaban a surgir las primeras dificultades y problemas. Había otros sacerdotes que interferían en el proceso de formación y esto nos llevó a pensar que era necesario buscar otro lugar para nuestra comunidad. Pero ¿dónde? Esta vez la Divina Providencia se presentó con el rostro del P. Dominic (de la Congregación del SS. Sacramento) y de una señora, su amiga, Jum, que vive en los Estados Unidos. Se comprometió a poner a nuestra disposición su casa, por un periodo, para la formación de los jóvenes. También sus familiares que viven en los Estados Unidos, estaban contentos por esta solución. Mientras tanto, el P. Dominic tomó contacto con algunos bienhechores par transformar una sala en capilla y decorarla dignamente. La ayuda y el apoyo de las personas no se hizo esperar. Estaban contentos de ayudar y deseosos de conocer Betharram y su espiritualidad. Después de preparar la capilla y de hacer pequeños arreglos para adaptar los cuartos, con la presencia del Superior general , el P. Gaspar, del ecónomo general, el P. Graziano y del P. Thomas Trung inauguramos y bendijimos la capilla y la casa.

Se trataba de inscribir nuestros nombres en la estación de policía local: otra dificultad no menor. Otra vez la Providencia intervino: el P. Dominic se dirigió a un abogado católico, su amigo, que se prestó con mucho gusto para ayudarnos. Gracias a algunos amigos dentro de la policía, este abogado regularizó nuestra residencia en esa casa, ahorrándonos así otros problemas de carácter burocrático.

Dios siempre está dispuesto a proteger a sus amigos cuando hacen su voluntad. En este momento, muchas otra personas se acercan para ayudarnos. Estamos convencidos que fue el Señor quien nos envió a estas personas en ayuda. Tenga confianza en la Divina Providencia.| Yesudas Kuttappassery scj

*

Después de este año y medio de experiencia en Vietnam, me siento como un niño que está aprendiendo a caminar. En este caminar siento la gracia de Dios que guía mis pasos. No me deja faltar nada, gracias al proyecto que la Congregación me confió, aunque no compartía algunos aspectos de este proyecto: de hecho, hubiera preferido pasar un año y medio sin aceptar candidatos para dedicarme completamente al estudio de la lengua y de la cultura de este país y recién después recibir a candidatos. Pero la presencia de los jóvenes me hizo comprender la realidad de la vida y el sistema educativo propio de Vietnam. Quisiera describir mi experiencia tomando en consideración seis dimensiones.

La dimensión humana. Lo que aprendí y practiqué en mi vida de seminarista continuo practicándolo aquí como sacerdote. Naturalmente estoy llamado a hacer más que cuando era seminarista: tengo que ser un ejemplo para los candidatos; tengo que aprender de los sacerdotes, de los religiosos, de los muchachos y de la gente del Vietnam. Éste fue mi programa en este año y medio en Vietnam.

La dimensión espiritual. Cada día, en la oración, pedía al Señor que me hiciera consciente de lo que vivía, escuchaba y decía. Estoy siempre convencido de que si hago la voluntad de Dios y trato de hacer lo mejor que puedo, él hará todo por mí. Dios me está dando todo, gracias a diversas personas que viven aquí en Vietnam y en otras partes.

La dimensión comunitaria. Este es, el gran desafío que hay que enfrentar: como enseñar a los jóvenes candidatos a vivir en comunidad. La vida comunitaria implica aceptar las diferencias personales, culturales y de ambiente familiar.

La dimensión intelectual. Antes de enseñar algo tengo que practicarlo yo mismo. Es una preciosa ocasión para aprender la lengua, la cultura, el estilo de vida y comprender cuáles son los elementos importantes para mi vida religiosa.

La dimensión misionera. Este período me sirvió para ver, escuchar y aprender. Trato de abrirme a Dios y a la gente.

La dimensión cultural y social. Me gusta la cultura y el estilo de vida de los vietnamitas. Son muy confiables, tienen un gran respeto para los sacerdotes y practican su fe con mucho celo. Como miembro de la Congregación Betharramita, estoy llamado a introducir el carisma en la cultura vietnamita. Naturalmente, la cultura es muy importante, pero no todos los aspectos de la cultura están en sintonía con la vida religiosa. Quisiera decir mi gracias al Señor que no dejó que me faltara nada. Gracias a Mons. Joseph Nguyen Chin Linh, Arzobispo de Hue y Thanh Hoa, gracias a todos los padres y hermanos en el centro de Than Hoa, en Saigon; un gracias especial a la señora Nguyen Thi Kieu Dung, propietaria de la casa donde ahora vivimos; gracias al P. Dominic que nos presentó a la Sra. Mary Nguyen y a diferentes bien bienhechores; gracias a todos los que, de diferentes maneras nos están ayudando en esta nuestra experiencia en Vietnam.Por favor, continúen rezando por nosotros.
Cam on (Gracias) | Albert Sa-at Prathansantiphong scj

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