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P Andrea Antonini
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17/01/2017

Los primeros compañeros de Miguel Garicoits

Simon Guimon, un carácter de fuego

Los primeros compañeros de Miguel Garicoits

¿Conocemos de verdad a los primeros compañeros de San Miguel que tuvieron su mismo sueño y trataron de realizarlo en la Iglesia de su tiempo? Creo que sí: ¿Quien no conoce al P. Guimon, al P. Chirou, al P. Larrouy, al P. Perguilhem, al P. Fondeville, al P. D. Barbé, al P. Sardoy? Puede ser que algunos no conozcan sus rasgos proprios, el encuentro con San Miguel, la opción de “ofrecerse” con él a realizar un proyecto inspirado por Dios y que los ha hecho los cimientos de la Congregación naciente, a pesar de todos los trabajos y sinsabores, los impulsos y las dificultades caracteriales... En definitiva, lindas historias para conocer y constar.

Mons. d’Arbou, nombrado obispo de Bayona en 1830, quiso continuar el proyecto de Mons. d’Astros: llevar a Bayona todos los seminaristas. El anciano superior de Betharram, Pedro-Procope Lassalle, muere el 5 de julio de 1831. Le sucede Miguel Garicoits. Y en su lugar en el Convento de Igón: Simón Guimón, un antiguo misionero. Esto dura poco: el rigorismo del nuevo capellán desagrada a las jóvenes religiosas y a las postulantes. Juana-Isabel Bichier des Ages, la fundadora se molesta y Miguel Garicoits vuelve a hacer el camino de Igón; !durante 30 años! En vez de desanimarse, Simón Guimón se pone a aprender del nuevo responsable de Betharram. Así se hace, más que un amigo, su primer apoyo. El seminario de Betharram se queda vacío después de la ordenación del 23 de diciembre de 1833 como estaba previsto. A partir de ahí, el P. Guimón vuelve a sus giros locos por las parroquias. Miguel Garicoits no va más allá del convento de Igón: !Cuatro kilómetros! ¡Pero hay que ver que itinerario espiritual! Al contacto con las religiosas, Miguel Garicoits se siente llamado a fundar una congregación; hace los Ejercicios Espirituales con el P. Leblanc, jesuita, quien le confirma: “Usted será el padre de una familia que será nuestra hermana”. A finales de 1832, después de una discusión muy dura, convence a Simón Guimón: será el primer compañero, defensor entusiasta de la fundación. Mons. d’Arbou es menos entusiasta: le gusta que se establezca una Sociedad en Betharram; le costará aceptar que entren en ella sacerdotes (de la diócesis). Miguel Garicoits piensa que Simón Guimón está unido a él. pero un día, descubre una carta: cuatro páginas de insultos. El papel está firmado: ¡Guimón! Enseguida viene la explicación. Al leerla, el presunto autor se entristece; vuelve a leer y grita: “¡Es mi letra, es mi firma; no la he escrito yo: ha sido el diablo!”. Le salta al cuello, y se quedan un largo rato abrazados, con los ojos humedecidos.

En 1841 Mons. Lacroix, que es obispo de Bayona desde hace tres años, llega a Betharram con una regla de vida para los sacerdotes auxiliares. Simón Guimón le reclama con pasión los votos de religión; y cuando cree que ya ha perdido la batalla, cae los pies del Obispo, jurando que no se levantará hasta que sea escuchado. El silencio se hace largo, muy largo. El Obispo cede y concede al pequeño grupo los votos y las reglas elegidas por Miguel Garicoits. El P. Guimón conserva un temperamento muy ardiente, que lo empuja a excentricidades. Recibe algunos reproches. Y siempre, lo reconoce y pide perdón, muchas veces de rodillas.

Beñat Oyhénart scj

Correspondencia de San Miguel publicada y apuntada de P. Miéyaa scj : En 1855, cuando el cólera se había propagado por el país, San Miguel había enviado casi todos sus misioneros a las parroquias para ayudar a los párrocos para atender a los enfermos. La epidemia hacía grandes estragos y lo peor es que la miseria era tan grande que muchos morían por falta de cuidados. Le habían dado dinero al P. Guimón algunos sacerdotes vascos y parece que también Mons. Lacroix. Por el voto de pobreza no podía disponer sin un permiso en regla. Lo pidió a su superior. San Miguel Garicoits le respondió con esta breve carta (n. 113 bis).

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Querido amigo, ¿pero que me pide? Cuando usted se sacrifica por las lamas, dé, dé todo lo que tenga. Asista a todos los desdichados; haga todo lo que pueda para aliviarlos.
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Volveremos a encontrar dentro de poco tiempo al P. Guimón y su ardor misionero en el momento de partir para América. Mientras tanto, desde 1833, un tercer compañero vino a unirse a los dos primeros miembros de la pequeña congregación naciente: el P. Juan Chirou.

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