Escuchando a San Miguel...
No hay que creer que sea indiferente que una Sociedad religiosa lleve uno u otro nombre. Cuando Monseñor vio aquí el germen de una pequeña comunidad, se entusiasmó; y su primera preocupación fue la de darle un nombre. Pasó ocho días buscando el que le podía quedar mejor, y creyó que lo mejor que podía hacer era llamarnos Sacerdotes Auxiliares del Sagrado Corazón de Jesús; nombre divino, lleno de ternura y de caridad total, que sería siempre una especie de exhortación para tender a nuestro fin y un modelo de lo que teníamos que ser.
Cuaderno Cachica, 9
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