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13/09/2014

Vida de la Congregación (1)

El desafío de la economía de comunión

Vida de la Congregación (1)

Promediando su mandato como Ecónomo General, el P. Graziano Sala propone una reflexión sobre los temas vinculados a la economía de comunión, sobre los cuales tanto insistió el Capítulo General de 2011.

Después de haber visitado tantas comunidades y haber conversado con tantos ecónomos, se urge decir que las experiencias recientes ya lograron poner en evidencia este nuevo estilo. La construcción de los dos seminarios (Tailandia e India) y la ampliación del seminario de Adiapodoumé, hicieron que se viera concretamente esta nueva perspectiva.

Pero es necesario volver a las raíces de la gerencia de los bienes y de la economía, para entender que estas no son cuestiones estériles, sin alma, y que, sobre todo, interesan a todos de manera determinante; no atañen sólo a los “operadores” directamente interesados, es decir a los que están llamados al servicio del economato…

Hablar de dinero y de economía en una época fuertemente marcada por la precariedad que, especialmente en la vieja Europa y en el mundo occidental, en general, asume proporciones cada vez más alarmantes, corre el riesgo de volverse un ejercicio estéril y poco interesante.

Ni que hablar si quien propone estas reflexiones es un religioso que, como se cree, tendría que dedicarse a otras cosas.
Sin embargo siempre, en todas las épocas, en todas las condiciones de vida, de guerra y pobreza, o de prosperidad y riqueza, nuestros hermanos que nos precedieron gastaron muchas energías y muchas reflexiones para aclarar, definir y orientar el tema de la economía en la vida religiosa.

¡Tranquilos! No voy a hacer un tratado sobre la pobreza. No es éste el objetivo de esta breve reflexión. Una profundización sobre el tema se puede encontrar en la Regla de Vida que, en su última y definitiva versión, presenta con argumentos teológicos y prácticos los caminos que nuestra familia religiosa tiene que recorrer.

Me interesa sólo marcar algunos puntos de referencia que re-orienten nuestro modo de encarar la utilización del dinero.

El último Capítulo General (2011) nos recordó que el fundamento que es la base de una buena gestión económica, no está en la lógica de la grande economía, sino en la sequela Christi. Nos lo recuerda San Pablo: “Él que era rico se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se volvieran ricos por medio de su pobreza” (2 Cor 8,9).

Está bien… pero, concretamente, ¿qué quiere decir?

En el seminario organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica el 7 y 8 de marzo pasado, el Papa Francisco, en su mensaje de saludo a los participantes ,dijo: “La fidelidad al carisma fundacional y al consecuente patrimonio espiritual, junto con las finalidades propias de cada Instituto, siguen siendo el primer criterio que da valor a la administración, a la gestión y a todas las iniciativas que toman los Institutos a todos los niveles”.

Y también: “Los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica fueron siempre voz profética y testimonios vivos de la novedad que es Cristo, de la Conformación con Aquel que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Esta pobreza amorosa es solidaridad, compartir y caridad y se manifiesta en la sobriedad, en la búsqueda de la justicia y de la alegría de lo esencial, para alertar sobre los ídolos materiales que enturbian el sentido auténtico de la vida. No sirve una pobreza teórica, sino la pobreza que se aprende al tocar la carne del Cristo pobre, en los humildes, en los pobres, en los enfermos, en los niños”.

Por eso, también para nosotros hablar de economía y de gestión económica no es otra cosa sino:

  • a nivel personal: vivir con transparencia y honestidad (también económica) la opción que hicimos. Rendir cuenta del dinero recibido y gastado (explicando los motivos). Sigue siendo la forma concreta con la que manifestamos no de manera teórica sino práctica, la primacía de la comunión y de la solidaridad. Quiere decir renunciar a una forma de independencia y de autonomía para “depender” los unos de los otros. En el examen de consciencia no pueden faltar también estos puntos: ¿Cómo utilicé el dinero que la comunidad puso a mi disposición? ¿Rendí cuenta a la comunidad con honestidad y transparencia del dinero recibido o por el ministerio desarrollado o por donaciones recibidas?
  • a nivel comunitario: la gestión de los bienes tiene que tener en cuenta dos principios: la finalidad de la misión de la comunidad y la realidad (la situación) en la que vive la comunidad. Estos dos principios regulan y orientan los modos de gestión de lo que la comunidad tiene a disposición. Por lo tanto, prácticamente cualquier opción de la comunidad en la gestión del dinero que no esté en sintonía con la misión confiada a la comunidad, hay que considerarla inoportuna, aunque sea buena y legítima. Toda opción sobre el modo de utilización del dinero que rechina con el contexto en el que se vive, puede ser que tenga todas las autorizaciones necesarias (RdV 49: PC 13), pero corre el riesgo de ser un contra-testimonio para las personas que nos son confiadas. También en este sentido la comunidad no puede olvidar hacerse estas preguntas: las opciones que queremos tomar (o que ya hemos tomado) aunque sean buenas ¿están en sintonía con la misión que estamos llamados a realizar? ¿Vivimos sobriamente? ¿Estamos atentos a las necesidades de la Región, de la Congregación, o nos preocupamos sólo por nosotros mismos?

A partir de lo expuesto, hay que recordar que el Consejo General, por mandato del Capítulo General de 2011, puso concretamente en acto dos tareas que le fueron confiadas:

  • Para una economía de comunión: desde enero de 2014, con decreto del Superior General, fue constituida la “caja para la formación”. Este fondo, constituido con el esfuerzo y la participación del Consejo General, de las Regiones y de muchos Vicariatos, en este momento es una realidad y puede sostener la formación de los jóvenes en esos vicariatos que tienen problemas económicos. El fondo fue constituido optimizando la renta del patrimonio de la Congregación, no empobreciéndolo. Naturalmente existen procedimientos que permiten a los que los necesitan, usufructuar de ese fondo. El primero es la transparencia en la rendición de cuenta…
  • Para una mayor honestidad y transparencia en la contabilidad: aclaro que nadie (ni los Superiores ni los ecónomos) puede entrar en la consciencia personal. La honestidad y la transparencia no pueden ser impuestas desde afuera. Sin embargo hay instrumentos que pueden favorecer y orientar, en concreto, estas actitudes. Uno de estos es la rendición de cuenta, el cómo hacerla es su realización concreta. El Capítulo General pidió que se pusiera en marcha un sistema administrativo “on line” para favorecer la contabilidad a todos los niveles: comunidad, Vicariatos, Regiones y Congregación. Desde hace dos años, este sistema es operativo. No sólo, sino que, gracias también a la contribución de muchos religiosos fue corregido y mejorado y sigue siendo corregido y a ser actualizado. Puedo decir, con una pizca de orgullo, que es una meta alcanzada y muy importante. Además, este instrumento fue una guía excelente para ayudar a cada religioso en su rendición de cuenta. Los que fueron nombrados ecónomos tienen que aprender a utilizar este sistema y tienen que enseñar a todos los religiosos de las comunidades a hacer las cuentas y el modo de hacerlas.

No puedo, finalmente, olvidar que recientemente la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica publicó un documento justamente sobre cuestiones administrativas. El documento tiene por titulo: “Orientaciones para la gestión de los bienes en los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica” y afirma exactamente un principio, que los consagrados son seriamente invitados a tener en cuenta, que es la “dimensión evangélica de la economía según los principios de gratuidad, fraternidad y justicia, colocando las bases de una economía evangélica de compartir y de comunión”…

Graziano Sala, scj
Economo General

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