La Palabra del Superior General

Es el título del capítulo VI de la exhortación apostólica Pastores dabo vobis que trata el tema de la formación permanente de los sacerdotes. Está sacado de 2Tim. 1,6 -7: Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad.

Meditando Evangelii Gaudium todos nos sentimos identificados con el entusiasmo, dinamismo y alegría que significa ser discípulos misioneros de Jesús, pero también con las tentaciones que señala el Papa para los mismos. Es que en cada uno de nosotros se da el combate entre ser para nosotros mismos y ser para los demás. A veces, sin malicia, empezamos con la entrega a los demás y terminamos haciendo de esa entrega un recurso para endiosarnos a nosotros mismos. Sin darnos cuenta, creíamos estar haciendo el bien y nos estamos buscando a nosotros mismos. El dinamismo misionero de la salida al encentro de los demás, se va convirtiendo en estancamiento de todas nuestras energías. Y eso interrumpe nuestro crecimiento en humanidad y en la fe y afecta a la vida de la comunidad que se nos encomendó servir. Algunas expresiones del Papa Francesco:

Una evangelización con espíritu es muy diferente de un conjunto de tareas vividas como una obligación pesada que simplemente se tolera, o se sobrelleva como algo que contradice las propias inclinaciones y deseos (EG. 261).

Si uno no lo descubre a Él (Jesús) presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie (EG. 266).

Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión, de iluminar bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar… Pero si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser pueblo (EG. 273).

Por esas razones tenemos que vivir examinado las motivaciones de nuestra tarea misionera frente a la Palabra de Dios, que denuncia nuestras contradicciones y nos llama a la conversión permanente. Todo lo que nos ayuda a esto en el día a día son actividades ordinarias de formación : el examen de conciencia, la lectio divina, la eucaristía, la confesión frecuente, la dirección espiritual, el cumplimiento fiel de nuestros deberes y de las actividades de la misión, el servicio y la oración comunitaria, las reuniones de comunidad, de Congregación y de la diócesis, la preparación de la homilía, el estudio, las lecturas, las relaciones interpersonales, el retiro anual. Son las acciones de la vida ordinaria que nos ayudan a proteger, cultivar y purificar nuestro equilibrio humano y vocacional.

Pero hay momentos de la vida en que todos estos medios no son suficientes y necesitamos tomarnos un tiempo más largo y más intenso para nosotros, porque nos sentimos cansados, porque nos ha herido una relación, porque hemos vivido un fracaso apostólico, una decepción, porque la rutina se ha apoderado de nosotros, porque después de mucho tiempo vivimos un cambio de lugar en la misión.

Necesitamos un tiempo y un ambiente que nos permitan profundizar en el conocimiento de nosotros mismos, descubrir las resistencias que, sin que seamos culpables, nos tienen como bloqueados y nos impiden desarrollar lo mejor de nosotros mismos para poder seguir progresando en el desarrollo de nuestra personalidad, de nuestra vocación y de nuestra misión, en ese camino de crecimiento, madurez y plenitud hacia el que nos conduce nuestra relación con Jesús, nuestro Maestro, con el Padre y con nuestros hermanos. Se trata de liberar el secreto resorte del amor del que hablaba San Miguel Garicoits, porque algo lo tiene como trabado y le quita empuje, dinamismo, entrega a nuestra vida.

En estas situaciones no es suficiente con hacer algún curso o leer algún libro. No basta con tomarnos unas vacaciones o hacer un viaje de varios días. Necesitamos llegar a las experiencias fundamentales de nuestra vida, a las motivaciones que orientan nuestra conducta, a la finalidad de lo que somos y de lo que hacemos: el encuentro con la persona de Jesús, que dio una nueva orientación a nuestra vida, y que por las razones que sean se nos ha vuelto una carga.

A veces me resulta difícil comprender por qué algunos hermanos de nuestra familia religiosa tienen tantas resistencias a tomarse un tiempo para renovarse con la ayuda de expertos en espiritualidad y en psicología. Y sin embargo uno los ve estancados y que con su estancamiento mantienen estancadas las comunidades que tendrían que animar. Porque ya han dado a éstas todo lo que tenían, se han quedado secos y rechazando toda propuesta de formación permanente o de cambio, están impidiendo que esas comunidades se enriquezcan con los nuevos aportes que podría traerles un pastor renovado o un nuevo pastor.

El Capítulo general de 2011 en Belén pidió que se organizara para 2015 una sesión de reciclaje para religiosos de más de 40 años con las características que vengo describiendo, en nuestras casas de Nazaret y de Belén. La comisión, que hemos nombrado para programar esa sesión, ha trabajado en ello durante tres años y ya tiene todo prácticamente a punto. No se quiere que sea un viaje de turismo ni simplemente una peregrinación. Se busca que la peregrinación a los lugares de Jesús corresponda a una peregrinación interior, vivida por cada uno para ayudarnos a vencer las resistencias y los obstáculos que nos impiden entregarnos sin reserva a Jesús, que nos amó primero y nos envía a amarlo en nuestros hermanos.

Gaspar Fernández Pérez, scj
Superior General