La Palabra del Superior General

...Sean astutos como serpientes y mansos como palomas” (Mt 10,16) Nada les pasará. Es una de las promesas de Jesús. Un envío que nos debería llenar de coraje en estos tiempos en que nos proponemos “salir”. ¡Quien a ustedes los recibe, a mí me recibe! (Mt 10,40).

Queridos Betharramitas,

estamos ya en el post-capítulo y empezamos a caminar juntos: “zorros viejos” y una tropa bien nutrida de jóvenes betharramitas.
Me alegra saber que han comenzado a reflexionar con las Actas. Ellas son un instrumento útil que expresa algo del Evangelio que nos invita a ser fieles, pero no son un tratado, ni tampoco una hoja de ruta “facultativa” que durará seis años y luego se descartará.
A propósito, un hermano me decía hace poco: «En el texto de las Actas, la palabra “Iglesia” (como: Iglesia particular) aparece sólo una vez…» En efecto, llamativamente he comprobado que así es, (aunque también aparezca con otros sentidos). Y me dije: ¿Será que esta omisión se debe a que los betharramitas no estamos suficientemente dispuestos a entrar en un proceso de inculturación en la Iglesia particular…?
Por un lado, en el texto no mencionamos mucho a la Iglesia. Es verdad, y eso da qué pensar. Quizá como religiosos estemos todavía muy atentos a “lo que pasa adentro”, entre nosotros, en referencia a nosotros mismos... Durante varios años nos dedicamos a hacer una síntesis que respetara nuestra identidad y misión amenazadas por el cambio de época. Fue un proceso largo y necesario.
Por otra parte, también vemos cómo en las Actas aparece todavía muchas veces la palabra “comunidad” (incluso como condición para moverse y asumir nuevos desafíos misioneros). Es una manera de combatir el individualismo reinante. Surge de la necesidad de mantenernos fieles y unidos durante la crisis. Esto es percibido por algunos hermanos como un requisito que ahoga un poco la sorpresa de la misión, que hace demorar la “salida”, que nos deja más atentos a los preparativos, que a responder sin perder tiempo al clamor de Quien nos llama. Nos deja ocupados en preparar “dos túnicas para el camino” (cf. Lc 9,3), y nos hace postergar el anuncio de Jesucristo allí donde más se nos necesita.
¿Se podría pensar, entonces, que los betharramitas tememos salir “afuera”? O acaso creemos que “no pasa nada afuera”… Recuerdo que hace poco alguien me dijo: ¿qué significa cuando tú hablas de periferias “hacia adentro y hacia afuera”…? Contesté que hacia afuera de nuestras instituciones y viceversa, afuera de nuestros despachos, de nuestras sacristías… Un profesor de Vida Consagrada nos decía siempre: “Los dominicos, siempre tuvieron mucho coro…, y los jesuitas, mucha calle…!“ Me pregunto…: ¿Los betharramitas qué tenemos como propio…? ¿Sentimos internamente que somos misioneros como San Miguel nos quería…?
Detenernos a hacer tantos cálculos, ¿no nos estará dejando como “enjaulados”, cuando tendríamos que crear condiciones para poder volar como pájaros al encuentro del hermano que sufre? “Denme un corazón que ame de veras, que corra, que vuele tras los pasos de Nuestro Señor Jesucristo” (DS § 101).
Más allá de estas preguntas (disculpen, tal vez sean un resabio de la edad infantil de los porqué…), mi convicción es que los betharramitas nos estamos renovando en la misión. Al menos hay signos de que esto es claro y esperanzador:
En Centroáfrica y la India, por ejemplo... la vida hoy se ve amenazada. Es sabido que los poblados, en donde Betharram se encuentra, sufren el acoso de etnias rebeldes, o la discriminación religiosa.
Niem, por ejemplo, siente esta presión por problemas socio-políticos que condicionan la misión. Comunicaciones interrumpidas, caminos bloqueados, riesgos de que las tropas armadas puedan perder el “equilibrio” en cualquier momento. Mientras tanto nuestros hermanos dicen su Aquí estoy curando heridos y enfermos, sirviendo y perseverando.
En Bidar (Karnataka, India), el lugar es inhóspito. No hay luz ni medios. Se trabaja con tribus animistas o de indúes, musulmanes, etc. No es gratificante y no se llega a un anuncio explícito del Evangelio, sólo promoción humana y amor fraterno. A cambio, se recibe sólo alguna preciosa sonrisa…
Dos misiones más: en Keralá hay una comunidad malayalam que no tiene pastor que hable en su lengua y los acompañe. En Mangalore hay una institución católica importante que nos ofrece una casa para atender a gente abandonada en la calle.
A miles de km de allí, en América, las presencias históricas se vuelven solidarias con la misión en las zonas urbanas y rurales. Es una sociedad empobrecida en muchos sentidos. Se atiende al que está en la puerta, al que precisa comer, bañarse, ser escuchado y aconsejado… Grupos de laicos y religiosos trabajan previniendo adicciones, ayudando a los sufrientes. Se aceptan parroquias periféricas y se dejan otras más cómodas, donde la profecía parece oculta.
En Monte Porzio (Italia), el trabajo betharramita al servicio de la vida de los enfermos de SIDA no necesita presentación. Una misión elocuente, compartida con laicos y especialistas.
La atención a los cristianos de lengua hebrea en Tierra Santa demanda la entrega de misioneros generosos que aprendan la lengua y se muestren dispuestos a servirlos. No es fácil asumir este desafío. Hermanos procedentes de un Betharram más joven, como India, Tailandia, Costa de Marfil, Brasil, Paraguay, dejan sus vicariatos para servir allí donde se los envía en misión.
Me disculpo por no poder mencionar aquí muchos otros gestos misioneros, que hacen Iglesia en la Iglesia particular. Algo está creciendo secretamente entre nosotros.., algo que nunca figurará en las Actas, algo parecido a un retoño que crece tomando fuerza del árbol que se seca. ¡Es un signo de Vida! Una respuesta a Jesús que nos envía como ovejas en medio de lobos…

Gustavo Agín scj
Superior General