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14/10/2017

Los primeros compañeros de San Miguel

Jean Magendie: todo al servicio de la fundación de América

Jean Magendie: todo al servicio de la fundación de América

F.V.D.
Betharram, 3 de noviembre de 1857

Muy querido amigo,
Sí, sí, de todo corazón le envío la bendición del anciano y del padre; quisiera que le obtenga felicidad en la vida y en la muerte...
Esperamos a su hermanito, como aspirante entre los nuestros; su padre está muy de acuerdo y quiere ayudarlo a que se le parezca. Rece por nosotros y por él, y sea siempre homo idoneus, expeditus et expositus; es el medio infalible para ser para siempre la alegría y la corona de sus Superiores, de la Iglesia y de Dios mismo.

Amén, amén.

Todo suyo en N.-S. J.-C.
Garicoïts, Pbro

Es una breve, pero muy preciosa carta de Miguel Garicoits al Hno. Magendie, su “muy querido amigo”. La palabra del “anciano” –es él mismo que lo dice- al más joven de los que envió a Buenos Aires; era novicio, tenía sólo 22 años cuando fue elegido para esta misión. Pero qué carrera como religioso.

Sin duda, Miguel Garicoits quiso garantizar la presencia en América; al lado del primer compañero, el ardiente, el intrépido Simon Guimon, hacía falta uno muy joven que no había terminado su formación. Pensó, en primer lugar, en el hno. Cachica – aquel que dejó un precioso cuaderno de anotaciones de los cursos del P. Garicoits. Pero era el único hijo de una viuda; no se puede imponer a una madre un alejamiento tan doloroso. Entonces, la elección recayó sobre un novicio, voluntario para esa misión.

Jean Magendie nació en Beuste (a una decena de quilómetros de Betharram) el 24 de marzo de 1835 (el año en que se constituyó la primera comunidad alrededor del P. Garicoits). De los 16 a los 19 años fue alumno en Betharram; allí comenzó el noviciado el 22 de octubre de 1854 (época en la que se decidió la misión de América); profesó y, el 31 de agosto de 1856, se embarcó con los otros para América.

En su carta de recomendación al Obispo de Buenos Aires, Mons. Lacroix, obispo de Bayona, habla de un “joven catequista” que acompañaba a los cinco sacerdotes y a los dos hermanos coadjutores; dos años después le pide que lo admita como clérigo y que le confiera las diferentes órdenes. El 20 de diciembre de 1863, Jean Magendie era sacerdote (Exactamente 40 años después de Miguel Garicoits).

El 19 de marzo de 1858, el joven Magendie, todavía escolástico, se dispone heroicamente a abrir, con el P. Barbé y el Hno. Joannès, el colegio San José, en un viejo depósito de cuero. Los misioneros – incluso el P. Guimon – están de acuerdo; piensan que así podrán encontrar vocaciones para la predicación. Pero cinco, seis, veinte alumnos en un espacio demasiado sucio, son pocos; van a tener que cerrar. El milagro vino de los vecinos; el párroco no quiere perder al P. Barbé que no se niega a ningún servicio; el comisario de policía quiere una buena instrucción para los chicos del barrio; los dos se vuelven agentes reclutadores y, de golpe, 100 alumnosa fines de julio. El éxito trae otro problema: hay que construir, pero ¿dónde? El P. Barbé piensa rechazar un terreno muy barato; la plata no alcanza. El Hno. Magendie deja su trabajo e insiste: “Hay que comprar; el dinero llegará”; la respuesta fue inmediata: “Cállese. Usted es muy pibe”. Sin embargo, ese joven de 23 años tenía razón; un año más tarde, el 19 de marzo de 1858, nuevos locales recibían al Colegio. El P. Garicoits envió a otros religiosos como docentes.

Primer colaborador del P. Barbé, el P. Magendie no demoró en ser su consejero escuchado. Su estilo directo y franco, hacen de él un educador respetado y amado. Era natural que, a la muerte del P. Barbé, el 13 de agosto de 1869, el P. Magendie fuera el director del colegio. Y por mucho tiempo.

A pesar de una salud debilitada por el asma, puso sus talentos al servicio de todos sus hermanos. Cuando falleció el P. Harbustan, éstos lo eligieron para conducirlos: desde 1873 hasta su muerte fue “el Superior de la Colonia americana”, como decía el P. Etchécopar. Con éste último, mantuvo una correspondencia muy intensa. Bajo su guía fueron iniciadas varias fundaciones, especialmente la de Rosario, La Plata y Barracas, en Argentina, así como Asunción en el Paraguay. Con él, 82 sacerdotes y 19 hermanos sirvieron en 5 colegios, 3 iglesias, un apostolicado, un noviciado, un escolasticado. Muchas veces, sus funciones lo obligaron a viajar a Francia: participó de los capítulos generales y fue testigo en el proceso de beatificación del P. Garicoits, que había sido su consejero espiritual.

Fiel a la vida religiosa y a los principios heredados de Miguel Garicoits, escuchó también a los hombres y los acontecimientos de su época. Defendió con coraje a la Iglesia contra adversarios, a veces violentos; uno de ellos, dirá: “El hombre que más me molesta, es ese monje, el fraile Magendie”.Al fin de una vida intensa, murió en Buenos Aires el 20 de octubre de 1925; tenía 90 años. ¿Hay una biografía de este hombre excepcional? Parece que no. Sin embargo, dejó documentos, entre los cuales algunos testimonios que se apartan de los que normalmente se tienen en cuenta o que los completan…

Beñat Oyhénart scj


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